Estampa fotografiada en la Alameda de Hércules, de Sevilla, tomando una cañita y un salmorejo, antes de presentar Elefantiasis, de Raúl Ariza. Escrito sin pretensiones. No siempre las tienen que tener. Es más, cada vez estoy más convencido de que ganan sin ellas.
Siempre empujando el carrito cojo del supermercado, así entra en escena en la Alameda de Hércules. El
reponedor que lo dejó junto a los contenedores porque la rueda derecha
delantera tranqueaba no sabía el regalo que le estaba haciendo. Nadie que no
tenga que transportar toda su vida a cuestas podría entender lo que significa
poder llevarla recogida y rodando, aunque sea a trompicones.
Bien es
cierto que ella cada vez conserva menos cosas. A algunos les da por acumular y
a ella por quedarse con lo imprescindible. Le han robado demasiadas veces. Si
quieren basura, dice por si alguien quiere escucharla, que se manchen las manos
rebuscando en la basura como yo hago. La acompañan dos chuchos diminutos. Ella
defiende que siendo los tres callejeros, ella es la que tiene menos pedigrí. «Los
perros me los encontré en la calle, yo ya estaba en ella.» Son difíciles de llevar, ella los educa a
correazos. Si alguien se lo recrimina no se calla. «Defensores de los animales de
mierda, cabrones, ¿dónde estabais cuando la vida me trataba a correazos?, ¿dónde
os escondéis cada vez que lo sigue haciendo? Cuando nadie me ve yo les beso,
les acaricio, les abrigo. Cuando nadie me ve a mí es que estoy sola, cabrones,
defensores de los animales del carajo.»
Su ruta
diaria es la misma, busca siempre donde no encuentra y se sigue sorprendiendo
cada día cuando doña Antonia le da una barra de pan y un euro, y eso que lo
lleva haciendo quince años. Antes le daba cien pesetas, ahora un euro. Y ella
tan contenta porque desde que somos europeos ella ha salido ganando con la
moneda diaria de doña Antonia.
Si
alguien quisiera escucharla estaría encantada de contarle por qué está en la
calle, pero todos se excusan diciendo que es peligrosa porque pega a los
chuchos y porque habla sola. «Hablo sola porque no queréis hablar
conmigo, malnacidos. Es más cómodo que yo sea la asocial, la que se aísla, así
podéis confesaros al cura párroco de nimiedades masturbatorias para quedar
bien, sin tener que reconocer grandes pecados. Cobardes, no queréis enfrentaros a uno de vuestros posibles
futuros. Mi presente es solo eso, uno de los posibles futuros que jamás
contemplé.»
Desaparece
de mi ángulo de visión. Yo mañana no estaré aquí. Quizás si estuviera ya no me
fijaría en ella.
8 comentarios:
:) Hay que saber "mirar", ¿no?
Besillos
:(
Preciosa y triste estampa.
Me gustaría haber sido capaz de escribirla yo.
Extraordinaria.
me ha gustado mucho señor Mariano. Espero que te sientas inspirado muchas veces más así, con esa intensidad.
La última frase es contundente y más real que la vida misma.
Vengo a hacer publicidad de la última entrada de mi blog sobre André Neves. Con su permiso, Sr. Zurdo, dejo el enlace:
http://corrientesdeaguayazahar.blogspot.com/
Mu buen día!!
Eso es lo que se llama la mirada del escritor, ¿verdad?
Besicos
Quizá no es tanto miedo a un posible futuro como miedo a lo desconocido... Genial estampa, bonita y a la vez muy dura.
Un abrazo!
Ehse
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