A veces me miro al espejo, pocas, y me veo como un hombre no ilustrado de la ilustración, con ganas de hacer muchas cosas y con miedo de hacerlas todas mal. Me miro y no sé si lo que veo es un ejemplo de personalidad múltiple o de picaflor. Abandonado el deporte (y casi, casi la música) aún mantengo mi faceta de psicólogo (cada vez menos), de escritor (tan poco como últimamente), de librero (con horario de oficina) y de editor (sin horario). De todas mis tareas, a la que más tiempo le dedico, sin duda, es a la edición. Y probablemente es la tarea que mayores beneficios anímicos y satisfacciones me está dando. Nuestra editorial tiene una doble función básica: descubrir y aupar. Descubrir autores nuevos y/o desconocidos que tienen algo interesante que aportar al panorama literario actual (que no describiré ahora y aquí porque no a lugar...) y auparles dentro de nuestras posibilidades, conseguir que asomen la naricilla. Para colmo, todos y cada uno de nuestros autores se están convirtiendo en amigos (nuestros y entre ellos), lo cual no hace si no aumentar el grado de satisfacción.
Por esa razón, inicio hoy una etiqueta nueva: "Retratos policarbonados". Con ella pretendo dos cosas: dar a conocer un poquitín más a nuestros autores y autoras y agradecerles la confianza y el cariño que han puesto en Editores Policarbonados.
Inicio esta serie con Alena Collar. ¿Por qué? ¡Anda, leches! ¿Y por qué no?
La casa de Alena es redonda. Ahora apenas hacen casas con terraza pero, la suya, tiene una enorme que la rodea; una hermosa terraza circular que le proporciona trescientos sesenta grados de vistas. No es un piso muy alto, así que desde su casa no se avistan ni áticos, ni tejas componiendo horizontes de sierra, ni sembrados de antenas parabólicas, ni piscinas aéreas. La casa de Alena está rodeada de edificios que reducen la perspectiva. Esto bastaría para que otra persona jamás saliera a la terraza. Ni para regar las plantas. Pero Alena sale. Gira despacio. Y mira. Porque Alena sabe mirar para arriba, sí. Y de frente, por supuesto. Pero también mira para abajo, donde la vida transcurre con bullicio de hormiguero.
Dedica todo el tiempo necesario a cada grado del círculo. No hay más prisa que la que impone la curiosidad por observar el siguiente grado. Y ni eso, porque, tramposa, mira de reojo a uno y otro lado; a uno y otro grado.
A veces descansa y, apoyada en la baranda, cierra los ojos. Y se dedica a evocar. Así que, en realidad, no descansa, porque ¿qué es evocar si no volver a observar el pasado y empezar a observar el futuro?
Alena es una mujer asomada a esa terraza. O asomada a un balcón. O a una ventana. O a un mirador. Alena es una mujer asomada a la vida y agarrada a un lápiz. Con ese lápiz saca fotos. Que nadie me pregunte cómo lo hace, pero saca fotos en movimiento.
Alena se dedica a teatrerías, retrataduras, relateces y estampaciones. Aparte de estar al frente de Alenarte (revista cultural y artística).
Antes de publicar con nosotros, publicó La casa de Alena y Teatrerías, y no ha dejado de colaborar en diversos foros literarios con poesías y relatos.
Ahora, según me cuentan, anda enzarzada en algo que se estira, que gana líneas y, quien sabe, lo mismo toma forma de novelita, novela o novelón. O no.
Con nosotros publicó en noviembre del año pasado Estampaciones, un libro de relatos variopintos cuyo denominador común es la evocación. En él se encuentran estampas, relatos humorísticos, relatos de corte poético, relatos de corte costumbrista… Relatos escritos por una mujer asomada a la ventana.
¿Que quieres escuchar uno de los relatos en boca de la propia autora?: http://editorespolicarbonados.blogspot.com/2005/05/un-molesto-olvido-audio.html
¿Que quieres saber más sobre el libro?:
(Cuñita publicitaria sin letra pequeña: se puede comprar el libro por internet SIN gastos de envío con la seguridad del sistema Paypal y la garantía de Librería la Clandestina).
¿Próximo retrato policarbonado? Y yo qué sé...
Un abrazo zurdo para todos y todas (en especial para Alena).