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4 de febrero de 2010

Abzurdez autobombística

Advertencia: Esta entrada es tan real como abzurda, irrelevante y autobombística.

Hallábame yo ayer tarde en La Clandestina, dónde si no, si sólo me falta dormir en el altillo de la librería, cuando entraron dos clientes. Con los tiempos que corren, esto ya de por sí sería noticia. Pero abandonaremos el tono dramático-financiero para centrarnos en la abzurdez propiamente dicha.
Mientras que uno de los dos clientes pululaba por las estanterías, otro acudió directo a una de ellas. Con los ojos desorbitados espetó un:
-¡Hostia!, por fin lo encuentro...
Cogió un libro, se acercó al mostrador y me dijo:
-Perdona, ¿no tendrás algún libro más de este autor? Es que me encanta y no encuentro nada más en ninguna parte...
-¿Qué autor es?
-Mariano Vega -dice mostrándome el libro.
Hete aquí que el libro que traía en las manos era Relatos metropolitanos y Mariano Vega soy yo.
Y así se lo dije:
-Tengo un par más, una novela y soy coautor de un libro con una novelita muy corta, es que Mariano Vega soy yo...
-¡No me jodas!

Y hasta aquí puedo leer. El resto queda en la intimidad entre el fan enfervorecido y el escritor de culto (entiéndase escritor de culto como aquel que, habiendo publicado, es imposible de encontrar en las librerías, de lo que se deduce que soy un escritor de culto de la leche).
No, si lo que no me pase a mí...

PD. Aprovecho para agradecer a todos los musos y todas las musas que me han regalado un montón de jugosos personajes en la anterior entrada. Que sepáis que todos los personajes se han reunido en cónclave y parece que están urdiendo ya un argumento...

15 de diciembre de 2009

Cuestiones policarbonadas...

Estimados amiguitos y amiguitas:
Quería empezar esta entrada agradeciendo a todos los que de una u otra forma estuvisteis en la presentación de Relatos metropolitanos. La verdad es que me lo pasé genial y espero que vosotros disfrutarais también de la presentación.
Tengo fotos y audio, eso está bien. No tengo tiempo para subirlos, eso está mal. Espero poder compartir todo ese material en breve con vosotros.
Y de todas las gracias dadas, resalto a los animosos y animosas que aceptaron mi reto y compartieron con todos sus relatos metropolitanos (incluyen autobusiles y taxiales): Alena, Estilografic, Sux, Carlos Arindorero y Agustín de la Saturnalia.
Y dicho esto...

¡Nace Policardestina o Clandesbonado!

¿Que qué es esto? ¡Ay majetes...! Si queréis saberlo os tendréis que pasar por la Clandestina el próximo sábado 19 de diciembre a las 19 horas. Sólo os puedo adelantar que nos echaremos unas risas, y que nos hará mucho ilusión compartir con vosotros este año y medio de unión librera y editorial (para el que no pueda asistir de cuerpo presente, lo transmitiremos en directo a través de la web de la librería: http://www.librerialaclandestina.com/).

11 de diciembre de 2009

Conquistando la Gran Vía

Imaginaros que vais paseando tranquilamente por la Gran Vía (vale cualquier vía importante de cualquier ciudad, pueblo o parroquia) y os veis en un escaparate, retransmitidos a cuatro pantallas de televisión... Glub.
Bueno, yo también me lo tengo que imaginar porque no me ha pasado, pero a Geminitas sí. Y amablemente, superado el impacto de verme en grande y en movimiento, sacó el móvil y me ha regalado estas dos instantáneas que ahora comparto con vosotros.
Esto ya no es autobombo, es el superlativo autobombísimo.
Ale, majetes y majetas, que me voy a presentar mi libro. No va a venir casi nadie por coincidencias (cenas de navidad, conciertos, grrrr) pero gracias a las fotitos de marras me voy con una sonrisa en los labios.
Besitos/azos





8 de diciembre de 2009

Presentación de Relatos metropolitanos

¿Que por qué presento ahora un libro que publiqué hace un año? Es una buena pregunta para la que no tengo más que malas respuestas.
La única que puede colar, y encima es verdadera, es que me he dedicado el último año a promocionar a otros escritores y escritoras y he dejado de lado mi faceta de escritor. Si suena lacrimógeno, quitadle capas a la cebolla porque estoy muy contento con todo lo que hemos ido consiguiendo desde Editores Policarbonados.
El caso es que hace unas semanas caí en la cuenta de que no había presentado mi último libro, y varias personas me animaron a hacerlo.
Relatos metropolitanos es un libro que reúne seis relatos escritos en el metro. Los tres primeros cuentan historias del metro. Los protagonistas son un guitarrista zurdo, un hombre con dos relojes y la dependienta de una tienda del suburbano. Para los tres últimos, me traje las musas de casa.
Tengo la suerte de que presentará el libro José Naveiras, magnífico escritor y buen amigo.
Y para los que os animeis a asistir, tengo un reto: venid a la presentación en transporte público, libreta y bolígrafo en ristre, y escribid en el trayecto un relato breve, un retrato, lo que sea, lo que se os ocurra. Si os animáis, compartiremos los relatos en el evento. Ah, y los valientes tendrán premio...
Pues eso, que os espero.
Día: 11 de diciembre, viernes, a las 21 horas.
Lugar: Entrelíneas Librebar (C/Gonzalo de Córdoba, 3, Madrid)
Un abrazo zurdo y besitos/azos para todos y todas.

3 de septiembre de 2009

Autobombo: Pack zurdo

Lo prometido es deuda, y yo soy muy de pagar mis deudas, sobre todo si no son crematísticas, así que me dispongo a hablar de mí mismo, de mi faceta como escritor, con pudor pero menos. Avisados quedáis, así que luego no me acuséis de propagar la gripe A o de acrecentar la crisis (a la de nervios me refiero, que la económica ya se acrecienta ella solita).

¿Os pensabais que esta vez os ibais a librar de mis características introducciones, tan farragosas como inútiles? Pues esta vez, dos por el precio de una. Voy con la segunda. Desde bien pequeñito he tenido una tendencia natural a tirarme de cabeza en todos los charcos, vamos que soy un practicante acérrimo del “quienmuchoabarcapocoaprieta”, con mayor o menor éxito, según épocas, fuerzas y envergadura de los proyectos. Conozco mis límites y los del calendario, pero aun así me empeño en intentar forzarlos como si fueran elásticos. Y sí, amiguitos y amiguitas, son elásticos, pero tal como ceden unos milímetros engañosamente te rebotan unos metros. De las múltiples facetas actuales, lamentablemente todas confesables, me centraré en dos: escritor, editor y viceversa.

“De mayor quiero ser escritor.” Esta es una de las frases que más repito al día (de las confesables) desde hace mucho tiempo, desde que era pequeño (lo cual no quiere decir que ya sea mayor, no me seáis tocapelotas). A estas alturas sigo aprendiendo a escribir de grandes maestros (gracias a sus libros) y de mí mismo (gracias a mis errores). No me puedo quejar:
-En 2006 publiqué mi primera novela La tinta azul de la memoria. A pesar del escaso apoyo editorial, el libro se vendió relativamente bien y obtuvo buenas críticas (tanto positivas como negativas). Como ya he comentado más de una vez, hace tiempo rompí me relación contractual con la editorial, con lo que los derechos han regresado a mí. De esa edición, ya huérfana, quedan unos 50 ejemplares que sólo se pueden adquirir en La Clandestina. Después, la tinta azul yacerá en estanterías viejas; sin más. O no, quién sabe.
-En 2008 publiqué un libro de relatos, Relatos metropolitanos (crónicas del y desde el metro), un libro que se salvó de la quema de mi feroz autocrítica pero que ha tenido escasa repercusión (aunque sí buenas críticas).

Y ahora viene lo del quienmuchoabarcapocoaprieta, ya que me mi faceta de editor (más añadidos), me deja poco tiempo para escribir y para promocionar lo que escribo. Y no, no es una queja, ni mucho menos. Estoy encantado editando, mucho más de lo que me imaginaba. Siempre he tenido una idea muy clara sobre la literatura y el mundo editorial y ahora, a pequeñísima escala, tengo el privilegio de llevar esa idea adelante. No me enrollaré al respecto, porque esto merece, por sí solo, otra entrada de autobombo.
Así, dedico más esfuerzos a promocionar los libros de mis autores (y léase “mis” con cariño) que los míos.
Aparte de la escasez de tiempo, hay otra razón más profunda y oscura que ralentiza el ritmo de las teclas (y no, no es mi zurdera, ¡capullos/as!). Simplemente necesito cerrar una puerta para abrir otra. Sin cripticismos, tengo que superar la etapa “tintaazul” y mirar al futuro (y quizás en ese futuro, sin forzarlo, esa novela resurja del pdf, quién sabe). Tengo como una especie de tapón creativo que tengo que descorchar. Dos novelas largas y dos cortas me están esperando, hartas de chupete y biberón porque ya están bastante creciditas.

Es por ello que lanzo una megaoferta, mi pack zurdo con el que pretendo matar dos pájaros de un tiro: promocionar Relatos metropolitanos y acabar con la edición de La tinta azul de la memoria (hablando en plata, que cuasiregalo la novela).


Cómpralo por paypal, rápido y seguro.


15,00 € (gastos de envío incluidos para península y Baleares)

Y como dicen en la teletienda, esta oferta no se puede encontrar en librerías, ni siquiera en la mía, es sólo un ofertón literazurdero que durará hasta agotar existencia.

Y ahora os tengo que dejar, queridos amiguitos y amiguitas, porque parece que noto los primeros efectos del laxante, y el estreñimiento creativo promete convertirse en una diarr… ¡que no llego, que no llego!

PD. Para dudas, consultas, sugerencias, donaciones de todo tipo, amenazas de muerte, anónimos cachondones, intercambio de votos (ejem): latintaazuldelamemoria@hotmail.com

28 de agosto de 2009

En mi cabeza

Sí, puedo pasarme horas mesándome la barba mientras veo la vida pasar tras la cristalera de este bar. La camarera ya no me mira mal. No por mesarme la barba, que comprendo que este tipo de tics puede poner de los nervios a cualquiera, pero no es el caso, sino por consumir un único té con limón durante ese tiempo. Todas las tardes, de lunes a viernes. Yo creo que ya me han asumido en el apartado de gastos fijos mensuales, porque eso soy al ocupar tanto y consumir tan poco. Pero ya estoy acostumbrado a esto, a ser un gasto fijo mensual.
Más de uno se aburriría con la contemplación, pero es que yo lo que mejor sé hacer es mirar. Lo segundo, pensar. Combino mirada y pensamiento para fotografiar la realidad o para inventármela, según se dé el día. Depende de lo que me ofrezcan los actores tras la cristalera y los ánimos con los que me haya despertado ese día, porque mi ánimo hace equilibrios sobre la cuerda floja; una cuerda floja sujetada por los extremos por mis escasas fuerzas. Así mi ánimo va desde malo a peor, porque las energías no dan para más.

Estas palabras podrían ser las de un escritor bohemio de esos que no han conseguido terminar un libro en su vida, en una constante melancolía que juguetea con la depresión, en una penuria que sólo le permite el lujo de un té con limón al día y que le priva del cine pero a cambio le da un escaparate. Sus libros están ya escritos tras el cristal, pero es incapaz de pasarlos al papel: por vaguería, porque hacerlo sería llegar a la meta demasiado rápido. O simplemente, por eso, por incapacidad.

La realidad es bien distinta. Miento cuando digo que lo mejor que sé hacer es mirar y pensar. La verdad es que es lo único que sé hacer, además de comer y dormir. Oigo mal, apenas emito sonidos guturales. Sólo mi brazo izquierdo tiene cierta movilidad, la justa para mesarme la barba en un tic que no puedo controlar y llevarme la taza a la boca con mayor o menor éxito, según los días.
Mi hermano pequeño se encarga de cuidarme por las tardes a cambio de un dinero que le da mi madre de mi pensión. Un contrato demasiado laxo que permite que todas las tardes me aparque la silla de ruedas en este rincón acristalado. No se va hasta que la camarera me ha traído el té a mí y a él las vueltas. La camarera ya no me mira mal, y traduzco mal, ahora sí, en su justa medida. Ya no me mira mal significa que ya no me mira con lástima. Mi hermano regresa más o menos puntual, aunque algún día ha estado el encargado a punto de trasladarme cerca de la salida. Hay horas en las que molesto más que otras. Y eso que, de momento, controlo bien los esfínteres.

Mi hermano se siente protegido porque me cuesta expresarme, tanto que ya no hago apenas esfuerzos por hacerlo. Confunde mi sonrisa, que es una mueca involuntaria, con complacencia. Lo que no sabe el muy cabronazo es que me está haciendo un enorme favor. Sólo sé mirar y pensar y él me coloca en el centro del escenario de la vida, en un sitio privilegiado para ejercer mis únicas dos habilidades. Al contrario que el escritor bohemio que jamás pondrá un fin, yo ya he acabado decenas de novelas. Eso sí, en mi cabeza.

23 de noviembre de 2008

Relatos metropolitanos en la tele

En algunas culturas se piensa que cada vez que te sacan un foto o te graban con una cámara de vídeo te están robando el alma. Si es así, con la rachita que llevo de chupacámaras, mi alma está más que robada.
Este reportaje me hace especial ilusión, porque es la primera vez que me hacen un entrevista por la tele sobre lo que más me gusta hacer, que es escribir. Espero que os guste, aunque soy poco fotogénico (por no decir nada o por no decir feo) y tanto plano corto me hace demasiada justicia.
Aprovecho para dar las gracias al redactor y al cámara de Esmadrid.tv por este magnífico reportaje (por la parte que les toca, quiero decir) y por dejarme jugar a escritor entrevistado:
Ale, al que le apetezca, ahí está el Zurdo con sus abzurdeces:

9 de octubre de 2008

Mañana (hoy) en 20minutos...




Mañana (hoy) permanezcan atentos al 20minutos... (en la edición de papel, que también se puede ver en pdf en la sección edición impresa de la web).
Sí, otra vez. Pero diferente.

3 de octubre de 2008

Y por último háblanos sobre…

Ayer estuve tomando un café con leche solo en una terraza de la Plaza de las Comendadoras.
Si dejara el post en esta simple frase pues no sería noticia, la verdad. Tomarse un café podría tener su aquel si se tomara en alguna cumbre del Himalaya o si me lo hubiera tomado en esa misma terraza junto a Leonor Watling (por ejemplo). He estado muchas veces tomando algo en esa plaza con mi musa titular, lo cual no es noticia, sino un auténtico placer. Así que no me queda otra que añadir algo a la frase para poder justificar la entrada de hoy. Vamos a intentarlo…
Ayer estuve tomando un café con leche solo en una terraza de la Plaza de las Comendadoras mientras me hacían una entrevista para Esmadrid.Tv. Creo que ahora sí, ahora podré justificar la entrada de hoy.
La entrevista era para hablar de
Relatos metropolitanos y la verdad es que fue muy divertido. Me grabaron varias tomas caminando y entrando en el metro, y varias tomas leyendo, pero lo mejor fue la entrevista en sí. Disfruté mucho, porque pude hablar de lo que más me gusta: escribir. No os aburriré con todo lo que me preguntaron ni, sobre todo, con todo lo que contesté (en cuando emitan el reportaje, que tardará, ya pondré un link para que lo podáis sufrir). Simplemente quería detenerme un poco en la última pregunta (que no pongo literalmente porque últimamente tengo memoria de pez): “Y por último háblanos sobre tus proyectos, sobre tu carrera, sobre si te quieres dedicar a escribir o simplemente es una afición”.
Casi le digo que si tenía prisa o algo (así como durante lo que quedaba de año) porque la disertación podía ir para largo, pero la verdad es que opté por la vía rápida y el mensaje contundente. “Pues sí, me quiero dedicar a esto de estirar la realidad con un bolígrafo”. Como soy de incontinencia verbal (diarrea literaria, que diría mi querida Mexileña) pues me extendí, claro está, que uno no tiene la oportunidad todos los días de salir en la tele hablando de su pasión (aunque yo ya he salido unas cuantas veces, pero ese es otro tema).
Siempre hago la misma reflexión. Si alguien te pregunta a qué te dedicas y dices “pues soy teleoperador, ingeniero, maestro, administrativo, funcionario o mecánico” pues no pasa nada. Eso sí, contesta “soy escritor”. Hay dos reacciones (reduccionismo al canto) que suelen ir ambas acompañadas de una frase del tipo “¡Qué interesante, nunca había conocido a un escritor! Las reacciones que acompañan al mensaje (a veces también verbales y otras de piel para dentro) o son de curiosidad verdadera (acompañando al mensaje) o del tipo “este tipo es un prepotente, mira que creerse escritor”. No me lo estoy inventando, que conste, que lo he vivido (alguna vez me han llamado pretencioso con la boca y otras con las pupilas). Y esto pasa por algo tan sencillo como que la gente hace la siguiente relación mental. Si dices que eres escritor estás diciendo que eres un buen escritor, porque claro los malos escritores no son escritores, son juntadores de palabras aficionados y no venden ni falta que hace. La gente tiene tan idealizado el arte (no todo el mundo) que uno no puede decir que es escritor tan a la ligera. Cuando digo que soy escritor no digo si soy bueno, malo o regular, como no lo hago cuando digo que soy psicólogo (claro, que para esto último tengo un papel que lo acredita, previo pago del impuesto revolucionario y la firma de Juancar, que por tamaño de fuente parece él el licenciado).
Yo digo que soy escritor porque así me siento y porque le dedico mucho tiempo real y mucho más tiempo mental. ¿Bueno, malo, regular? Yo tengo mi propia opinión que espero que vaya mejorando con el tiempo y la experiencia, pero la respuesta real la tienen las personas que me leen.
Y volviendo a la última pregunta que me hicieron, se confirma, hubiera bastado con un simple, rápido y contundente “Pues sí, me quiero dedicar a esto de estirar la realidad con un bolígrafo”.

29 de septiembre de 2008

¡Muchas gracias!

La verdad es que esta entrada podría no sólo llamarse así, sino reducirse a esas dos palabras franqueadas por dos palitos: ¡MUCHAS GRACIAS! Pero si uno ejerce de escritor (o al menos presume de ello) tendrá que estirar el mensaje un poquito más, máxime si me ayuda a explicar mejor lo agradecido que estoy y lo bien que me lo pasé, a pesar del agobio lógico de no poder atender a todo el mundo como se merecía.
Por si todavía queda algún despistadillo en la sala (que ya lo dudo con el coñazo que hemos dado), el sábado pasado hicimos la presentación en sociedad de nuestra editorial, Editores Policarbonados. El acto tuvo lugar en nuestra librería, La clandestina, y todas nuestras previsiones quedaron desbordadas: previsiones de asistencia y de cariño (al que ya nos tenéis acostumbrados pero al que uno no se puede llegar a acostumbrar).
Vino mucha gente, y no sólo de Madrid, que hay quien se vino desde Zaragoza, Cádiz… Hubo gente que no vino pero que estuvo bien presente, mandándonos sms, mails o dejando comentarios en el blog desde Barcelona, Galicia, Alemania…
Para nosotros era un día importante, no sé si más que el de la inauguración de la librería, porque cuando uno llega a ciertos extremos de importancia cuesta discernir un más o un menos. El caso es que era un día muy especial. Todo empezó con la idea de la editorial. Todo lo que hacemos hoy y con lo que disfrutamos (incluida la amistad, sobre todo la amistad) surgió de ahí.
Encima presentábamos dos libros de relatos, uno compartido entre Carlos y yo, y uno mío. Disfruté porque sabía que para Carlos era un día muy importante. Y disfruté porque para Mexileña también lo era. Y disfruté porque para mí también lo era.
Creo que conseguimos que la presentación en sí no fuera aburrida. Nuestra filosofía es la gilipollez y la broma (en algunos sitios más conocido con el aburrido nombre de lluvia de ideas) como modo de divertirnos, de crear, de buscar formas de trabajar que se salgan de los estereotipos, en donde sólo suelen residir las respuestas de siempre. Eso intentamos hacer el sábado, hablar tan en broma que resultara serio, jugar tanto que a todo el mundo le entraran ganas de jugar con nosotros.
Y por encima de las cifras del sábado (no haremos como la Espe, experta en engordar sus manifestaciones y en poner a dieta las de los demás), me quedo con el cariño y con el apoyo, que a veces, simplemente, son lo mismo, pero otras se complementan y se convierten en un potente motor que impulsa cualquier proyecto, por muy descabellado que éste sea.
Y por encima de todos, y espero que nadie se me enfade, quería agradecer especialmente a Carlos, Shara, Marisa y Mayte todo lo que me están dejando vivir a su lado.
Y como no sé si me habré enredado con tanta palabrería llegando a esconder el mensaje que quería transmitir, muy simple él, termino como empezaba: ¡MUCHAS GRACIAS!

22 de septiembre de 2008

Crónicas y descotidianidades

Como muchos de vosotros sabéis, el próximo sábado 27 presentamos la editorial Editores Policarbonados en La Clandestina. Tenemos mucho jaleo, así que esta semana me será difícil actualizar, aunque intentaré leeros.
Hoy no escribo esta entrada como librero ni como editor, sino como escritor. El sábado presentaré mi primer libro de relatos: Relatos metropolitanos (crónicas del y desde el metro). Yo, que soy de natural autocrítico, a veces rozando el fustigamiento, estoy muy contento con el resultado del libro, tanto por los relatos (seis, escritos en el metro de Madrid) como por la edición. Os dejo con la introducción del libro (espero que el señor DG de la editorial no se enfade), para abrir boca:
Crónicas y descotidianidades
Paso mucho tiempo en el metro, algo más de dos horas todos los días, aunque le saco tanto partido a estos trayectos que ya no sé si dos horas van a ser poco... Mis oídos enfermos no me permiten hacer uso de auriculares que me aíslen, así que no pertenezco a la subespecie suburbana del mp3. No he conseguido que los periódicos gratuitos me cautiven, no porque su gratuidad deslegitime su contenido; al menos no siempre es así. No soy yo de dar cabezadas en el transporte público y, mucho menos, de conciliar el sueño. El sudoku consiguió engancharme como una serie mala, apenas dos capítulos: uno de novedad y otro de confirmación. Así que me queda dedicarme a la contemplación, a ver la vida pasar, o a aprovechar los traslados.
El vagón de metro es mi despacho dinámico cuatro veces al día. Dinámico porque me trae y me lleva, y dinámico porque lo mismo se convierte en un confortable sillón con orejas para leer, que se convierte en un rincón idílico desde el que contemplar miles de paisajes que rápidamente transformo en argumentos. No hay mayor lujo para un escritor mediocre que un escaparate gratuito con tal gama. Cuando tengo la creatividad subida y me traigo la inspiración de casa, el vagón se transforma en mi despacho, donde encuentro una tranquilidad que me permite plasmar las ideas en letras. A veces, incluso, el vagón se convierte en un laboratorio sociológico que saca mi vena más ensayística. El metro, por simple densidad, ofrece en escaso espacio y poco tiempo muchas cosas. De lo mucho que ofrece, me llama poderosamente la atención algo que yo he dado en llamar descotidianidad. Por mucho que me estrujé la parte léxica del cerebro, no encontré la palabra adecuada que lo explicara, así que me inventé un palabro que tampoco lo explica del todo, pero es mi palabro. Defino descotidianidad como aquel suceso más o menos normal, cotidiano, pero que en un momento dado y en un sitio concreto deja de serlo y nos hace parar unos segundos para poder asimilarlo; está fuera de sitio. De repente, nos llama la atención algo en lo que no habíamos reparado nunca o que nunca nos había hecho reflexionar. Suelen ser pequeñas cosas que pasan desapercibidas si no prestas atención. Y suelen ser cosas intranscendentes, por lo que es sencillo que no le prestemos atención. El metro no es el único sitio en que las he vivido, pero sí donde más surgen y allí fue la primera vez que fui consciente del fenómeno, que le di forma y nombre. Aproveché para escribir esta entrada en mi blog:
La descotidianidad (martes, 13 de febrero de 2007)
A los pocos días escribí otra entrada que decía:
Y otra descotidianidad más (jueves,1 de marzo de 2007)
A veces las descotidianidades dan para un comentario de bar, otras para una entrada en un blog y, las más, para diluirse en el olvido. Otras, en cambio, sirven como base para un relato. En la primera parte de este libro, Crónicas del metro, encontraréis alguno de estos relatos basados en descotidianidades, como el que escribí sobre un hombre que llevaba un reloj en cada muñeca. Crónicas del metro recoge una serie de relatos que transcurren en el suburbano, escritos gracias a musas y musos de paso, como un guitarrista zurdo o una dependiente de una tienda de ropa.
La segunda parte, Crónicas desde el metro, está compuesta por relatos que no tienen nada que ver con el metro, pero que están escritos casi íntegramente en él.
Ahora, que me dedico básicamente a novelar, los vagones han vuelto a ser biblioteca. Espero que en breve, en esta biblioteca dinámica, hay gente leyendo Relatos metropolitanos: crónicas desde el metro.