Convencido
de que la vida se sustenta sobre creencias de todo tipo, falsas o ciertas, el
cartero decidió contribuir al equilibrio de las cosas. Así, para no defraudar a
nadie de los que estaban convencidos de que el servicio de Correos era una auténtico
desastre, el cartero extraviaba todos los días una carta al azar.
Es
sabido que ya apenas se escriben cartas entre familiares y amigos, por lo que
gran parte de los extravíos correspondían a facturas y publicidad encubierta.
Si bien esto le tranquilizaba, la verdad es que no le quitaba el sueño el contenido
de la carta seleccionada. Lo fundamental era el propósito. Un día, una cata. Una
vez que tenía el carrito lleno y ordenado, metía la mano en él y extraía una,
imitando a la mano inocente imprescindible para cualquier espectáculo de magia
que se precie. Rompía el sobre elegido e iba tirando cada pedazo en las
papeleras que se encontraba en su ruta.
Ignorante
absoluto de las posibles consecuencias de su acción diaria, más allá de
contribuir mínimamente al equilibrio de las cosas, fue incapaz de ver conexión
alguna entre el homicidio del que todos los medios hablaban y una de las cartas
que él había destruido la semana pasada, concretamente, la del jueves.
1 comentarios:
Qué bien contado, posiblemente si lo metieras en un sobre le podría llegar a esos desaprensivos que culpables con lo que ocurre, viene ocurriendo y es noticia en los últimos días.
Besicos, encantada de conocerte.
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