31 de marzo de 2011

Lo que no se mueve, se parte

«Lo que no se mueve, se parte», dije para tranquilizarte mientras que cruzábamos aquel puente que se movía como una lagartija recién troceada. Pero lejos de conseguirlo, montaste en cólera. Aspaventera como eres, empezaste a gesticular y casi acabamos con los huesos flotando como punta de jamón en caldo de cocido por el río Pastaza. «Siempre haces lo mismo», me recriminaste, «estoy al borde de la histeria, cruzando un puente de madera carcomido, mal sujeto con un cordel de pastelería, y haces lo de siempre, soltar tu frase brillante de aspirante a Confucio. ¡Si no acabas con tu puntilla paternomagistral se te abre la jodida úlcera».
            Yo pensé no acabar, sino continuar diciéndote que tú tampoco cambiabas, que seguías dispensando reproches como vómitos en racimo, vinieran a cuento o no. «No cambias», te hubiera dicho si no estuviéramos manteniendo el equilibrio sobre un alambre suspendido sobre la nada, «no cambias y las cosas que no se mueven, se parten». Preferí callarme y cruzar el maldito puente sin suicidarme y sin suicidarte a ti de paso. Apreté el cerebro para dejar inutilizada la boca y te tendí la mano para ayudarte a cruzar, aunque en ese momento hubiera preferido cederte amablemente una barra de funámbulo con un grano de arroz en uno de los extremos y con una bala de cañón de dieciséis libras en el otro. Suerte que mi imaginación siempre ha sido mayor que mi capacidad de rencor, así que me conformé con imaginarte abismo abajo, batiendo los brazos, intentando que de tus sobacos nacieran unas membranas aladas. Y como nunca te deseé mal alguno, de repente tus coletas empezaron a girar con el viento y se convirtieron en dos potentes hélices que frenaron tu caída, pero no impidieron que tus preciosas posaderas probaran las frías aguas fluviales antes de remontar el vuelo.
            Ya a salvo, con los pies aún temblando pero en tierra firme, me recordaste que tú no querías ir a Ecuador, que preferías la Europa clásica, y que por mi culpa habíamos estado a punto de perder la vida. Tuve que asistir a las risas mal disimuladas del guía y de los otros veinte turistas que habían cruzado el puente delante de nosotros y sin más contratiempo que el que las fotos saldrían movidas por el bamboleo.
            No aguanté más y salí corriendo ante la mirada atónita de todos, incluida la tuya y la de las llamas, y atravesé el puente al galope, sin importarme si mi huída acabaría al otro lado o en el fondo del río. Corrí como si una mecha ardiendo estuviera a punto de alcanzarme. Y el símil no está mal escogido, porque a cada paso que daba se rompía la tabla que dejaba atrás. Una de las tablas amenazó con adelantarme y precipitarme al vacío, pero conseguí franquear el puente ante los insultos del siguiente grupo de turistas que iban a cruzarlo después del nuestro.
            Bueno, vale, lo admito, esta huída por el puente la imaginé para evadirme del enésimo ridículo que me hacías pasar. Las risas se fueron apagando a medida que ascendimos por un tramo escarpado que nos llevaría al autobús de regreso al hotel.
            Si hoy me acuerdo de ti y de aquel día después de tantos años es porque hace un rato, en el vagón del metro, una pareja discutía airadamente. En un momento dado él le ha dicho con tono condescendiente aquello de «lo que no se mueve, se parte». Me he levantado, me he acercado a ellos y les he interrumpido. «Perdonad que me meta donde no me llaman, pero para las vacaciones yo no lo dudaría. Entre Ecuador y Grecia… Grecia.»

(Relato dedicado a la Mari, que me inspiró desde el zulo, y con todo mi cariño a Ecuador, país del que quedé profundamente enamorado.)

5 comentarios:

Kim dijo...

Cada día que pasa te envidio más, Marianito.
Un fuete abrazo, para ti, la Mari, y para Ecuador. Precioso país centroeuropeo.

NoComment dijo...

Ya me gustó ayer escucharlo de boca del propio autor, hoy me recreo en la lectura.
Me encantó verte...

Mayte Sánchez Sempere dijo...

Me ha gustado :)

Abrazo

Flamenco Rojo dijo...

Ley física. Bien Mariano.

Un abrazo.

Irreverens dijo...

¡Me ha encantado!
:D

(Y confieso que hasta me han entrado ganas de empujar a alguien, ¡jijijji!)