29 de febrero de 2008

Descotidianidades: Miradas

El metro se ha convertido en mi salón de lectura, ya que cuando llego a casa tengo demasiadas cosas que hacer, y la almohada ya no respeta mis minutos de lectura, como hacía antaño. Es pasar el torno y abrir el libro de turno, y ya no lo cierro hasta que vuelvo a pasar el torno de salida. Bajo las escaleras mecánicas andando y leyendo (corre peligro la vida del artista), recorro los pasillos de los trasbordos leyendo (corre peligro la vida del resto de usuarios del metro) y leo más o menos estáticamente en los vagones, dependiendo de si consigo sentarme o tengo que ejercer de don Tancredo.
A veces, como sucedió ayer, consigo ampliar el salón de lectura. Se tienen que dar una serie de circunstancias: que me apetezca seguir leyendo (obvio), que camine sin prisa, que camine por un trayecto conocido y que haga un tiempo razonable (que no me congele las manos, que no haya demasiado viento para que no se me vuelen las hojas, que no llueva y que haya algo de luz). Los lectores sagaces ya se habrán dado cuenta que me refiero a ir leyendo mientras camino por la calle. Reconozco que no es muy normal y que no está exento de peligros, pero uno es así de zurdo, qué se le va a hacer. Ayer se dieron todas estas circunstancias, que no son pocas, así que “disfruté” de la compañía de Doris Lessing en el metro y durante el trayecto que separa la estación de metro y el lugar donde ensayo con el coro.
Es un arte complicado leer y andar a la vez (más si lo haces por aceras irregulares, empedradas, con sucesivos alcorques que son peores que las trampas para osos, farolas (algún día contaré cómo impacté con una con tal contundencia que aún seguimos temblando ella y yo), pasos de cebra...). Hay que repartir la mirada entre las líneas del libro y la acera con una frecuencia que dificulta la concentración, pero yo ya soy un maestro en la lectura andante y no pierdo el hilo del argumento ni pierdo el paso. Y claro, de tanto levantar la vista, pues me encontré no pocas miradas de sorpresa y unas cuantas risitas, lo que hizo que tuviera que repartir mi mirada entre el libro, la acera y mi bragueta que, por cierto, estaba bajada aunque a salvo bajo el parapeto del abrigo. Comprendo que es raro andar por la calle y leer, pero tampoco es para tanto. También es cierto que no toda la marea humana se dedicaba a mirarme, ni bien ni mal. Simplemente es que yo estaba algo susceptible con el tema de las miradas.
Retrocedamos en el tiempo unos veinte minutos, justo cuando entré en un vagón de la línea 6, la línea gris, vamos, la circular. Entré leyendo, huelga decirlo, y husmeando un hueco libre en el que sentarme con la Lessing. Para variar (ironía), el vagón parecía una lata de sardinas. Para variar (sin ironía), vi que había un asiento libre (aclaro que era un vagón de asientos corridos en grupos de cuatro), y me dispuse a ocuparlo. Al dirigirme a él comprendí la razón. Los dos asientos del centro los ocupaban una pareja (chico-chica) que estaban durmiendo (no dormitando, sino profundamente durmiendo), apoyados el uno en el otro, casi abrazados. No me gusta etiquetar a la gente, pero en este caso es necesario para entender la historia. Probablemente era una pareja de drogodependientes. Veo muchas en la línea que lleva a mi casa (curiosamente veo más parejas que personas solas). Antes iban a algún poblado a comprar droga. Ahora algunos siguen yendo aunque están desmantelados, porque por la zona se sigue pudiendo comprar y porque hay algún centro de atención a drogodependientes.
Me senté y me puse a leer. Al menos lo intenté, pero me fue difícil. Notaba miradas que se clavaban cerca de mí, que me esquivaban por escasos centímetros para dar en la diana, en la pareja. Se mezclaban miradas de desprecio, de reprobación, de lástima, con alguna rápida de indiferencia.
A la siguiente parada se levantó la chica que ocupaba el asiento del extremo. A pesar de que había bastante gente de pie, tardó en decidirse otra chica, que finalmente ocupó ese asiento. La gente miraba ese asiento vacío como si estuviera apestado. Miraban ese asiento como miraban a esa pareja que intentaba descansar, gracias al dios de los ateos, ajenos al juicio al que estaban siendo sometidos, aunque mucho me temo que ya estaban más que acostumbrados a ser juzgados. He de decir que estos chicos iban bien vestidos, más o menos limpios. Algo olían sí, pero no peor que mucha de la gente que hacina el metro con su olor a eau de sobac. Se les veía débiles y flacos, eso sí, enfermos me atrevería a decir.
De todos los miembros del jurado, me llamó la atención especialmente un señor de unos sesenta años, impecablemente vestido, de esos que al sentarse se remanga cuidadosa y lentamente las perneras de los pantalones para que se le arruguen lo menos posible. Les echó una bronca descomunal sin abrir la boca, simplemente con una mirada inquisitorial que heló el espacio que mediaba entre él y ellos.
No me gustan las miradas de lástima (aunque las entiendo porque es complicado no sentir lástima cuando ves que una persona sufre) y mucho menos las de reprobación, porque me parecen producto o de una empatía muy mal entendida o de una falta de empatía total y militante. Las miradas de desprecio gratuitas directamente las repudio, sin más.
No me gusta juzgar a las personas a bote pronto (ni a la pareja ni a los que les miraban), así que acto seguido, pensé cómo les había mirado yo. Yo también les miré con lástima, lo reconozco. Hago cosas que no me gustan casi a diario. Pero también les miré con ternura. Descansaban plácidamente, y lo hacían abrazados de una manera que sólo lo hacen las personas que se quieren, que se necesitan, que se protegen mutuamente. Desgraciadamente no alcancé a ver, no digo que no las hubiera, más miradas de ternura en todo el vagón.
Siempre que escribo este tipo de entradas me siento algo hipócrita, siento que estoy dando lecciones a quien no las necesita (en realidad sólo pretendo reflexionar para aprender yo) y me entran unas ganas terribles de justificarme con aquella frase del maestro Sabina: a mí las moralinas me hacen vomitar.

35 comentarios:

wen- dijo...

Yo afortunadamente no voy mucho en metro ni me mezclo mucho con la gente. No me siento agusto por cosas como esas.
En cuanto a las miradas, es normal sentir lástima por alguien que ves que no está bien o que sufre, no tiene nada de malo.
Ah, y me has recordado a mi madre, que tb va leyendo por la calle jejejejej, hay veces que le digo que no me explico cómo es posible que siga viva XDD

estilografic.blog dijo...

Lo importante es que de esa mirada que casi sin querer se nos escapa al menos quede algo, una reflexión como la tuya o un sentimiento de solidaridad, de injusticia o qué se yo de qué, pero que al menos nos haga revolvernos en nuestro asiento y pensar que hay otras vidas ahí muy diferentes a la nuestra. Seguro que el señor impecablemente vestido, en cambio, ni los recuerda ya.

Por cierto, no me había dado cuenta, pero tengo un libro de Doris Lessing que me parece que es tuyo. Y tú debes tener el mío. Debías ser tú el tipo con el que he chocado esta mañana en el metro. Al caérsenos los libros hemos debido intercambiarlos, y con las prisas, claro, yo sólo he visto que en el que cogía ponía "este libro pertenece a Mariano". Te advierto que salgo ganando con el cambio, porque ibas mucho más adelantado que yo. Ahora yo voy por la página 200 y tú sólo por la 54. Te chinchas.

Mariano Zurdo dijo...

Wen, es que reconozco que tengo un problemilla personal como conceptos como la lástima y la caridad. Me cuesta entenderlos y asumirlos.
Y póngame a los pies de su señora madre, hombrepordios.

Estilografic, que iba por la página 230. No me fastidies que tengo que volver a la 54 con lo que me ha costado... Es como caer en una casilla del Monopoly: "Retroceda hasta la casilla de salida sin cobrar". Grrrr

Irreverens dijo...

Bonita reflexión, zurdo de mis entretelas.
En mis años más mozos yo podía llegar a mirar a este tipo de personas hasta con una cierta envidia.
Sí, sí, lo sé...
Ahora seguramente los miraría con curiosidad por ser ajenos a mi vida cotidiana, al igual, por cierto que el señor de 60 años que se sube las perneras.

En cuanto a lo de leer por la calle, que sepas que yo también soy de tu club.
:)
Estuve tantos años haciendo la misma ruta, que ni siquiera tropezaba. Increíble lo diestra que puede llegar a ser una!!! jajaja.


Buon fine di settimana!

Mariano Zurdo dijo...

Irreverens, me creo lo que me cuentas, porque ni te imaginas lo zurdo que puedo llegar a ser yo, XDDD
Ah, y lo settimana no me lo dices tú en la cara, ¡políglota!

Idea dijo...

Mariano, porqué deberíamos censurar esas miradas de lástima o de compasión, incluso las de reprobación? Cualquiera de ellas, me atrevería a afirmar son más humanas que la de la indiferencia. En cualquiera de ellas hay algo más que sentirse el ombligo del mundo.
Oye, además de ser "peligroso" eso que haces de leer caminando, te distrae de esa otra lectura,de amaneceres o atardeceres, que serán inéditos y únicos, libros raros con los que uno sólo se encuentra una vez en la vida y no más.

Iván dijo...

Yo iba a hacer un comentario de como un día iba leyendo el periódico y lo bajé justo antes de presentarle mis respetos a una farola con la cabeza. Confieso que lo hacía muy a menudo. Ahora no tanto.
Respecto a las miradas... Si hubiera de juzgarme seguro que también haría una mirada extraña. Me gustaría pensar que sería de compasión. O ternura. O de lástima. Pero hay veces que el primer pensamiento brota de un espíritu más intolerante.
Algún día la sociedad tendrá que solucionar el problema de la uniformidad. Parece que todo lo que se salga de lo común puede ser objeto de valoraciones. ¿No somos todos personas? Ojalá la igualdad sea algún día posible.
Uno empieza con una broma y acaba trascendental. Es lo que tiene adentrarse en tus entradas.
Un abrazo!

Belén dijo...

Quizá sea miedo a lo desconocido, el mirarlos así, el miedo al mono, el miedo a la violencia o el miedo al amor que se profesan... todo ello quizá desconocido para el observador sagaz...

Y bueno, si que he mirado, con mas curiosidad que otra cosa, porque cuando los veo, me gusta escudriñar lo que queda de humanos en algunos de ellos, aunque seguro que con estos se me habría caído la baba...

Besicos

Elena Casero dijo...

Mariano.
¿Te han dado en el metro el panfleto ese sobre ZP?

Lee la noticia en Público sobre lo que ha dicho Javier Elorriaga en el Financial Times.

Un beso

leo dijo...

Veo a diario, en el mismo escenario, las miradas subrepticias que todos nos dirigimos. Los juicios clarísimamente emitidos gracias a nuestro lenguaje no verbal. Un filón para un escritor, ¿verdad? Y, a veces, como ésta que nos cuentas, una ocasión para las lágrimas. Me encanta mirar a la gente: le gana la partida al libro de turno. A menudo me sobrecoge lo indefensos que estamos, lo vulnerables que somos. Y más en el metro: bajo tierra, en movimiento, tan pegados unos a otros, tan desconocidos. Tan lejos de casa...
(Me he puesto estupenda, creo.)
Feliz finde a todos. Especialmente a ti, Mariano.

Elena Casero dijo...

Quería decir Gabriel, como el arcángel que es él.

Un beso

Zitrone dijo...

Me ha parecido un relato tan bueno como otros que son ficticios.
Me preguntó cómo los habría mirado yo... Difícil, porque sólo subí al metro una vez en mi vida, la única vez que estuve en Madrid capital.
Recuerdo aquello vívidamente; tanto que quizá lo cuente un día en mi blog. Sería, creo, una buena metrohistoria.
Besicos de limón

Anónimo dijo...

Que gusto volver a leerte!
Como siempre encuentro en tu post un poco de todo: humor, ternura y mucha sabiduría.
Me gustan las personas que son capaces de andar y leer (el difícil arte del equilibrio).
Un beso, Mariano!
Espero nuevas entregas de la habitación Riazza...por favor

Anónimo dijo...

Demagogia zurda.
Cuantas mujeres mueren cada dia por los hombres y cuanto
hombres matan a hombres cada dia
la violencia de genero es demagogia
tambien es demagogia que
critiques tu a las personas
que miran mal a los yonquie
tu miras mal a esas personas
quien tiene mas prejuicios
Rojos NO

wen- dijo...

Glups.
No entiendo por qué la gente así nunca da la cara y siempre aparecen como anónimos...

wen- dijo...

Por cierto, lo de rojos NO me ha tocado el corazoncito...
Anónimos maleducados NO

Anónimo dijo...

Tienes razón, las personas nos ponemos a mirar a veces con miradas de compasión o de reproche con tanata facilidad como si fueramos jueces de la verdad absoluta. Muy buen post
Buen week end

Isabel Burriel dijo...

Pues ahora que voy más en metro que en autobús voy igual que tú. Con el libro (si, el de Lessing. ¿te está gustando?) aunque nunca ando con él porque bastante torpe soy por mi misma como para encima ponerme más impedimentos.
Bueno, pues eso, que se ven tantas cosas que yo estaría escribiendo discotidianidades (a ver si abreviamos la palabrita) todo el día.

Un besote

Luna Carmesi dijo...

De lecciones nada...
Reflexiones compartidas.
Y eso no tiene precio.
Gracias.
Besos.

Anónimo dijo...

Miradas de desprecio, habituales todos los dias,odio al diferente.
Hay una cancion que me encanta referente a esta situacion que describes.
Pd: Los que miraban con desprecio seguramente tengan seres queridos que consumen.

Desesperada dijo...

yo quizá hubiese mirado con lástima... o ni siquiera los hubiese visto, dado mi habitual despiste.

Raquel dijo...

Se siente como reflexión y como receta moralizante, no serías tú si estuvieras escribiendo algo así.
Comparto tus sentimientos. Es difícil no juzgar, aprender a mirar con respeto, dejar que los otros vivan, tratar de entender desde los otros.

No voy en metro y no leo mientras camino por la calle (ah! maravillosa locura) pero sí de vez en cuando hago una foto mientras estoy conduciendo. Sí, sí, de muy vez en cuando.
Un besote

Jove Kovic dijo...

Repite conmigo:" Soy un marxista dialéctico, y puedo entrar en contradicción conmigo mismo, todas las veces que quiera" Yo repito esta frase estúpida, cada vez que me encuentro en una situación barnizada con algo de hipocresía. Y me alivia, supongo que por su misma banalidad.

JOAKO dijo...

Mariano, me has llegado tío, en este post creo que te he conocido mas que en la suma del resto, es en estos momentos cotidianos y con las decisiones cotidianas, con los pensamientos cotidianos donde damos la medida de nosotros mismos. No me atrevo a decirte todo lo que me gustaría porque sería como descubrirme, y no me creo preparado para ello ni siquiera al calor del anonimato de la red. Pero si me gustaría deciros a todos lo cerca que estamos del abismo, unas copas de mas, un despido, unos traumas enquistados, unas juergas infinitas, una vida ciclitimica, y estas al otro lado sin darte cuenta y esto reza para todos.

princesadehojalata dijo...

Qué bonito miras.

Anónimo dijo...

jeje, veo que somos varios los de club de leer andando, sea por donde sea.
De hipocresía y contradicciones, todos sabemos bastante, hasta el que se remanga la pernera. En eso somos todos bastante iguales.

Por cierto, me ha parecido ver por ahí alguna especie de troll, a ver si mantenemos la casa limpia, hombrepordios!!

Meiga en Alaska dijo...

Creo que juzgar es inevitable, es simplemente mirar la vidad con las gafas que llevamos siempre puestas. Ahora, el ser capaz de ser consciente de esas gafas, quitárselas y mirar más allá, eso es capaz de hacerlo sólo alguan gente. Y parece que te encuentras entre ellos.

jejejejej... yo también cuento con anécdota de libro por la calle y encontronazo bestial con farola.

Había visto tu nombre muchas veces por ahí en este mundo bloguero que al fin y al cabo es como el otro, un pañuelo, pero creo que no había entrado para sentarme a leer un rato hasta hoy. Con tu permiso, volveré :)

Un saludo

Anónimo dijo...

¡Jooo...! Yo no leo por la calle, pero aprovecho para mandar sms, y casi es lo mismo... solo cuestión de tamaño.

Creo que los miraría con ternura, eso de abrazados y durmiendo...
Bikos.

Carlos Añejo dijo...

Yo cuando voy por la calle me gusta disfrutar de la calle. Si vas leyendo te pierdes muchas cosas. Y más ahora, que viene el buen tiempo.

Fíjate que tampoco me gusta ir con los cascos puestos por la calle.

Aparte que soy un poco torpe, y necesito todos mis sentidos para no ir chocando con el mobiliario urbano. El otro día, por el mero hecho de encenderme un cigarro, me llevé un bolardo con una rodilla.

Joder, cómo duele

mgqseaml dijo...

Yo siempre que vivo una situación así, siempre pienso en porqué pasan las cosas y a veces me sirve para entender cómo somos las personas y otras no.
Yo vi el viernes en el metro un hombre que iba hablando sólo (sólo porque ninguno le prestábamos atención pero hablaba con todos nosotros) que estaba decepcionado con el mundo y lo iba gritando.
A mi me daba un poco de miedo que se liara a tortas o a tiros con alguien, pero creo que sólo necesitaba desahogarse.
Se notaba que era un indigente y además comentó algo sobre que dormía en el metro o algo así. No pude evitar pensar en la soledad, en lo solas que están algunas personas, en lo solos que estamos todos...
Te quiero mucho zurdo. Muaks

Mariano Zurdo dijo...

Idea, entre la reflexión crítica y la censura hay un pequeño salto que yo intento no nadar.

Iván, no se trata de juzgar, yo no soy quién para juzgar a nadie. Sólo hablo en alto y mi reflexión se parece mucho a la tuya.

Belén, yo también miro, y a veces mal. Soy tan imperfecto como el que más.

Escriptorum, lo leo ahora y no me extraña, viniendo de quien viene. Elorriaga era y es la sombra de Aznar con Aragoneses y unos poquitos más.

Leo, ponte estupenda siempre que puedas, porque me gusta lo que dices.

Alize, los relatos más interesantes están en la vida real, sin duda.

LP, Riaza está al llegar.

Anónimo, bienvenido o bienvenida. Respeto todas las opiniones, aunque preferiría que dieras la cara. Eso sí, si no quieres rojos lo mismo deberías de visitar otros lugares, porque este...

Wen, ni caso. De amargados está el mundo lleno.

Lucía, simplemente quería reflejar eso. Nuestra capacidad de juzgar a la primera de cambio y desde nuestros parámetros, por supuesto.


Inte, ahora la Lessing me está gustando más, pero reconozco que me costó arrancar.

Luna Carmesí, yo sólo pretendo reflexionar en voz alta, arriesgándome a equivocarme en todo, por supuesto.

Duende, el odio de baja intensidad está detrás de muchas conductas.

Deses, yo es lo que hice.

Raquel, que no me entere yo que sacas fotos mientras conduces que me preocupo, hombrepordios...

Jovekovic, yo vivo en la contradicción permanente también. No sé si me alivia, sólo sé que no sé vivir fuera de ella.

Joako, simplemente te mando un abrazo.

Princesadehojalata, qué bonito lees.

Pluskys, hacía tiempo que no me visitaba uno, espero que no se convierta en costumbre.

Meiga, bienvenida, más siendo compañera de farolazo.

Salón de sol, la ternura es tan buena para tantas cosas...

Náufrago, los bolardos los carga el diablo, de eso no cabe duda.

mgqseaml, a mí las personas que hablan solas me producen un gran desconsuelo. Justo, fíjate tú, lo contrario de lo que predico. Yo también te quiero mucho.

12Lunas dijo...

Leerte es una cotidianidad, que me muestra descotidianidades, barricadas pacíficas, proesías fantásticas, habitaciones sorprendentes, reflexiones zurdas…,
Mi mirada?,… de forma involuntaria, despertada por lo que leo, de admiración.

Un besazo

Mariano Zurdo dijo...

12lunas, gracias guapa, pero con que me leas con curiosidad ya me conformo. Besitos

estilografic.blog dijo...

Póngame, Mariano Zurdo,
lo primero es lo primero,
aunque le parezca absurdo
a los pies del Kun Agüero.

Lo segundo es lo del Huelva,
pasé más miedo que un niño.
Nos metimos en tal selva
que salimos por Robinho.

Mariano Zurdo dijo...

Estilografic, lo peor de nuestra victoria es que os ayuda. Grrrrrrr.