Cinco minutos de silencio

Un grupo de exaltados reventó ayer el acto en el que se daba lectura del comunicado del pleno del Ayuntamiento de Madrid condenando el último atentado y profirió gritos e insultos durante los cinco minutos de silencio contra Zapatero y los concejales del PSOE que estaban presentes. En especial se ensañaron con Pedro Zerolo, que tuvo que ser escoltado hasta su coche por Manuel Cobo, vicealcalde del ayuntamiento, ante el acoso al que fue sometido.
Esta podría ser más o menos la crónica aséptica resumen de lo que escuché en los telediarios anoche, bien es cierto que acompañada de imágenes en las que se podían apreciar sin ambigüedades las actitudes de dichos exaltados (con una dosis de agresividad en los gestos impropias de un acto de duelo y homenaje) y se podían escuchar nítidamente las lindezas que vomitaron, tales como traidores, asesinos, terroristas (referidos a Zapatero y a los socialistas, no referidas a los etarras), hijos de puta y maricón, esta última, un regalo dedicado en exclusiva y ampliamente a Pedro Zerolo, y que una mujer acompañaba de manera ¿cómica? supuestamente burlándose de él con andares de vedette y ademanes plumíferos y diciendo “mira cómo corre la maricona”. No faltaron increpaciones contra el propio alcalde de Madrid y, por supuesto, contra los medios de comunicación que cubrieron el acto.
Según informaron los medios, ese grupo de exaltados (véase que en otro caso dirían jóvenes radicales, jóvenes sudamericanos pandilleros o indigentes magrebíes, por poner algún ejemplo, y aquí en vez de españoles sexagenarios se habla de grupo de exaltados), según informaron, decía, fueron convocados por la AVT, asociación que, por cierto, hoy no va a asistir a la concentración que se ha convocado en la Puerta de Alcalá por parte de todos los grupos políticos, empresarios y sindicatos. Son muy libres de elegir qué actos apoyan y cuáles no. Son libres de elegir compañeros de pancarta. No lo criticaré porque no formo parte de su asociación, pero no deja de resultar curioso que prefieran manifestarse con los partidos y grupúsculos de la extrema derecha que con los partidos políticos del arco parlamentario y con las organizaciones sociales. Por cierto, también me parece curioso que no vaya el presidente del Gobierno y que Mariano Rajoy se lo esté pensando. Parece que ni uno ni otro ven votos en un apretón de manos que podría ser más útil que decenas de reuniones bilaterales.
No pretendo defender la gestión de gobierno de nadie. No seré yo desde mi ignorancia quien hable de la corrección o incorrección de la actual estrategia de lucha contra el terrorismo. Me niego a entrar en argumentaciones de patio de colegio. Me niego a hablar de si ETA está más o menos debilitada ahora que con el gobierno de Aznar. Me niego a hacer cuentas del número de muertos en los últimos cuatro años y el número de muertos de anteriores legislaturas. Me niego a poner en la palestra el número de etarras y colaboradores detenidos. Me niego a hablar hoy de los argumentarios que circulan por las sedes del PP desde ayer para volver a la confrontación directa contra el presidente del gobierno por negociaciones, pactos y muertos con mentiras frágiles que hacen sonrojar a la inteligencia de cualquiera. Putos votos.
Me niego porque hoy no es lo que busco. En realidad sólo busco desahogarme. Torpemente. Como suelen ser los desahogos. Ser una asociación de víctimas no puede ser patente de corso para decir y hacer lo que les venga en gana. Los energúmenos de ayer lo mismo ni tenían la justificación del dolor directo de haber perdido un familiar o un amigo. El señor Francisco Alcaraz no puede campar a sus anchas apoyado por el PP y jaleado por la COPE. Él mismo está horadando la dignidad de las víctimas y de sus allegados.
Las víctimas se merecen otra cosa. Respeto. Memoria. Acción. Unidad. Y silencio. Mucho silencio. Ayer, concretamente, se merecían cinco minutos de silencio.

Maldigo mi mala estampa,
reniego de mi suerte esquiva,
huyo de la calma prematura
impuesta por almas negras.

No quiero gritos ni trapos enarbolados,
no quiero lágrimas que necesiten músculos,
no quiero rostros contraídos por la rabia,
sólo quiero silencio.

Sólo quiero silencio.