Yo soy psicólogo especializado en deporte, lo de editor es una
profesión en segunda convocatoria. Me apasiona el deporte, practicarlo y verlo.
Me encantan las Olimpiadas. Excepto la hípica y el hockey sobre hierba creo que
soy capaz de tragarme todas las especialidades sin pestañear.
Yo no quería Madrid2020 pero lo hubiera disfrutado como el que más. Y,
con un poco de suerte, hubiera podido reanudar mi profesión de psicólogo,
porque es cierto que unas olimpiadas son un revulsivo para todos los profesionales
del deporte.
Tras un fin de semana de alegría para unos y desencanto para otros
toca respirar y analizar con cierto criterio si queremos aprender algo de esto.
Si nos quedamos en la intervención de Ana Botella, por cierto, nunca podré
darle las gracias lo suficiente por el buen fin de semana que me ha hecho
pasar, este fracaso se quedará en un evento propicio para humoristas y
tuiteros. A mí, particularmente, me produce mucho más estupor un presidente del
gobierno incapaz de decir ni una sola palabra en inglés y sin poder hablar en
público pegado a un papel. O los 180 invitados que se han dado la vida padre a
costa del presupuesto de las “olimpiadas más austeras de la historia”. O la
campaña de euforia creada artificialmente que ha llevado a una desilusión que
tendría que haber sido menor por razones objetivas. O la utilización
propagandística que ha hecho de la retransmisión la televisión pública
española, ensalzando la presentación de Madrid por encima de Tokio y Estambul
cuando una gran parte de los expertos coincidieron más bien en todo lo
contrario. O acusaciones de votaciones fraudulentas para ocultar nuestro escaso
peso internacional, nuestra falta de credibilidad financiera o nuestro problema
con el dopaje cuya lucha todavía tiene un largo camino por delante.
Reducir la derrota a un tongo olímpico o la corrupción en el COI es,
por un lado, una hipocresía y, por otro, un absoluto desconocimiento y, por
tanto, una falta de profesionalidad grave. Una hipocresía porque que España se
queje de corrupción tiene guasa. Y un desconocimiento absoluto del
funcionamiento del COI. Nadie que tenga un profundo conocimiento de esa
institución y de la evolución de su historia podría pensar que concedieran las
Olimpiadas a Madrid frente a Tokio. Las Olimpiadas son deporte, cultura,
diversión, sí. Pero son mucho más, un negocio tremendo para un montón de
empresarios y, sí, probablemente también para los miembros del COI.
Un recorrido por el Madrid actual sería una fuente de iluminación para
todos aquellos entusiastas de salón. En un día de visita, ratito en metro,
ratito en coche por la M30, verían cómo ese 80% de infraestructuras acabadas
son un tocomocho, ya que el dinero que habría que invertir para que Madrid
fuera una ciudad eficaz ante la avalancha de gente, sería inasumible para una
ciudad endeudada como esta, para una ciudad que tiene otras prioridades
básicas. Sí, las de siempre, sanidad, educación y vivienda.
No me extenderé más en mi análisis porque corresponde a profesionales
mucho más preparados que yo. Sólo añadiré que si analizamos seriamente, por un
lado, por qué Madrid no debería de haberse presentado, y por otro, por qué no
nos han concedido las Olimpiadas, es muy probable que encontremos una buena
explicación en las razones coincidentes de ambos análisis.
No soy tertuliano, ni analista político. Ni siquiera soy listo. Pero
no quería dejar de compartir mi propio análisis con quien quiera escucharlo.
1 comentarios:
Estoy de acuerdo con lo dicho y con todo lo que te puede haber quedado en el tintero, Mariano.
Tenemos una clase política que gobierna de espaldas y así no se puede.
Un abrazo,
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