8 de febrero de 2013

Comienzo de una de mis siguientes novelas

Con Resquicios en el candelero y con otra novela recién acabada la penúltima corrección, me dispongo a deshojar la margarita y decidirme de una vez por todas por continuar una de las cinco novelas que tengo empezadas. Una gana terreno esta mañana alérgica de viernes. Y voy yo, ególatra que es uno y pensando que le puede interesar a alguien, y comparto con vosotros el comienzo de la elegida:
 
Miro la hora en el móvil. Con cierto disgusto acaricio su melena.
            -Tu madre debe estar casi lista.
            -¿Ni uno rápido? –me contesta con voz melosa.
            -Ya no tengo edad para polvos rápidos, cariño.
            Abandona mi entrepierna fingiendo un mohín de tristeza y me besa con la suficiente profundidad como para que me replantee su propuesta. Corto su ofensiva con unas cosquillas en la tripa.
            -Anda, va, date una ducha, todavía estás a tiempo, que luego dice mamá que hueles a mi colonia y que le produce estornudos.
            -Vaya dos, qué habré hecho yo para que me tengáis sitiado entre dos perfumes. ¿No podríais buscar uno que os gustara a ambas? Me ducho más que un trabajador de una central nuclear.
            -Huele a vieja…
            -¡Eh, mocosa! Un respeto, que es tu madre.
            La azoto entre risas, se defiende con mordiscos estratégicos y echamos un polvo rápido.

Cuando conocí a Sandra y a Encarna no supe que eran madre e hija. La diferencia de edad era evidente, pero la genética del padre parecía haber anulado la de la madre. Me ocultaron su parentesco durante semanas. Pasaron varias citas sexuales con Sandra y varias sesiones de cine con Encarna para que me lo confesaran entre risas cenando en un japonés cercano a la Gran Vía.

Sandra, Encarna y yo formamos una asimétrica estrella de David conformada por dos triángulos dispares cuyo eje se encuentra en la casa que ambas comparten en la calle del Limón. El primer triángulo es equilátero, ya que yo le llevo a Sandra trece años, los mismos que Encarna me lleva a mí. Cuando nos conocimos Sandra tenía 31 años, yo 44 y Encarna 57. El segundo triángulo es muy escaleno, ya que los afectos y el deseo se reparten de manera desigual entre los tres. Yo quiero muchísimo a Encarna y la deseo bastante. Ella no me desea prácticamente nada pero me quiere aún más que yo a ella. Yo deseo muchísimo a Sandra y la quiero lo justo. Sandra me desea casi tanto como yo a ella pero me quiere muchísimo más. Sandra y Encarna se adoran, pero a Sandra le escuece que mi cariño esté tan mal repartido. Y yo manejo el deseo por ambas como buenamente puedo.
 
-Tendré que hablar con Sandra. O cambia de colonia o te libera un rato antes para que te duches. Llevo toda la tarde con un picor de nariz…

3 comentarios:

Irreverens dijo...

Entre olores anda el juego, por lo que leo.
:)
Esto puede terminar oliendo muy mal... O no.

Besazos

Expediente X dijo...

6 años y punto y aparte...

Elena Casero dijo...

bueno, esto pinta.. no sé muy bien cómo pero pinta y huele, veremos cómo termina la historia pero, de momento, ya nos has dejado con la intriga.

Estás imparable.

Un abrazo