15 de agosto de 2010

Recuperando relatos: ¿Quién da la vez?

Desde hace un par de años hay un tipo apostado en la boca del metro. Todos los días y a todas horas. Por lo menos todos los días y a todas las horas a las que yo paso, que se dividen en constantes y dispares. Para que luego haya gente que siga defendiendo que la realidad es una y objetiva… ¿Me podéis creer si os digo que no me había dado cuenta hasta hoy de su presencia? Hoy me he fijado en él y he caído en la cuenta de que estaba allí desde hace tiempo. Es como si hubiera guardado en un álbum miles de fotos repetidas (sólo habría cuatro o cinco diferencias entre cada una de ellas) y disparadas sin mirar por el objetivo y hoy, no sé por qué hoy, pero hoy se hubieran amontonado mezclando esas diferencias para regalarme una única foto representativa de todas, una composición de lugar de ese espacio durante dos años de ignorancia visual.

Ahí estaba el tipo, acodado en la barandilla, contestando amablemente a una señora que se había despistado y había salido por la boca de metro equivocada.

Si lleva dos años allí, más de uno pensaréis que pide, reparte propaganda o canta canciones de Ismael Serrano. Pues no, la realidad además de no ser ni única ni objetiva, muchas veces nos sorprende.
 
Un día estaba él entrando en el metro y una chica le pidió ayuda para encontrar una calle. Tal y como estaba terminando las indicaciones, una señora mayor le preguntó dónde se cogía el 49. Acto seguido un joven greñudo le pidió fuego. No había encendido todavía el porro del greñudo cuando un caballero de portátil, mp3 y bluetooth le preguntó por la farmacia más cercana. «¿No tendrás dos monedas de cincuenta céntimos y una de euro para cambiarme? Es que sólo tengo una de dos euros y no me vale para el parquímetro», le dijo el siguiente.

Un graciosillo aguardó su turno (porque a esas alturas ya había cola), y al llegar a su altura encadenó una serie de preguntas, en un claro homenaje a Aterriza como puedas: «¿Cuál es animal más rápido del mundo?, ¿debo ocultar mi orgasmo?, ¿has estado alguna vez en una cárcel turca?, ¿has visto alguna vez a un hombre desnudo?» El graciosillo se fue sin esperar las respuestas y dejando una última chanza en el aire, «Elegí un mal día para dejar de esnifar pegamento». Y claro, ahí se abrió la veda. La gente ya no se conformaba con preguntarle una dirección o la hora, sino que empezaron a preguntarle cómo invertir en bolsa, cómo combatir el insomnio, cómo podía uno saber si su marido la engañaba con la vecina del quinto, el resultado del Málaga-Osasuna de la siguiente jornada de liga, la combinación de la primitiva, si iba a llover el viernes por la tarde «porque tengo una boda». Le pedían consulta sobre problemas sentimentales y laborales. Le ponían a prueba con acertijos irresolubles, le traían los problemas de matemáticas del niño para que encontrara las soluciones «Verá usted, es que yo tuve que ponerme a trabajar muy jovencita, y de milagro sé leer, escribir y sumar…». Un día llegaron a pedirle ayuda para ponerle nombre a una recién nacida: ¿Fuencisla o Patrocinio? Y así, hasta hoy.

Ya sé que pensaréis que de dónde he sacado toda esa información, que si ha sido un simple vistazo de escritor en crisis de argumentos lo que me ha llevado a inventarme esta patraña. Pues no. He esperado pacientemente mi turno (había cuatro personas delante de mí) y he hecho lo que hace todo el mundo: preguntar.

-Perdona si te resulto insolente, ¿pero qué haces aquí? ¿Estás bien?

Me ha contado toda su historia con una normalidad pasmosa. A medida que iba llegando al final de la narración, se le iba nublando la mirada, hasta que las nubes descargaron resbalando por sus pómulos, coincidiendo con el punto y final.

-Perdona que abuse de mi turno y te haga una segunda pregunta, ¿por qué lloras? –quise saberlo por egoísmo, más preocupado por haberle provocado yo el llanto que por el llanto en sí. Manejo fatal el tema de las culpabilidades…

-Lloro porque es la primera vez en dos años que alguien me pregunta que si estoy bien –me contestó mientras hacia una limpieza de lágrimas sorbiendo los mocos, que es la manera absurda de aspiración que se utiliza en ausencia de pañuelo, como si los mocos, por gutación, se llevarán el agua salada tras de sí-. Y aunque sólo fuera por probabilidad o por casualidad, ya es raro que entre miles de preguntas nadie haya colado un «¿estás bien?»

Me despidió con la cara ya seca y con la misma sonrisa con la que me recibió. Me di la vuelta y vi cómo abandonaba su puesto vacilante, como el que se emancipa pero sin saber si sabrá valerse por sí mismo. Y escuché cómo iba pidiendo disculpas, una tras otra, a todas las personas que formaban la cola (conté hasta 34), informándoles de que había decidido regresar a su vida normal. Hubo felicitaciones, reacciones neutras y, sí, también hubo reproches.

Al mediodía, al salir del metro para ir a comer, efectivamente el hombre ya no estaba. Se respiraba un aire enrarecido en los alrededores de la boca del metro. Mucha gente extrañaba no tener a ese personaje que resolvía todo tipo de dudas. Otras personas, simplemente, notaban que algo faltaba en el paisaje pero no sabían exactamente qué.

 
Y si alguno de los concursantes me quiere votar, ya sabéis, en cultura:

9 comentarios:

jairo F.Quindós dijo...

Buff como la vida misma, cuantas veces uno se ve agobiado por amigos,familiares y conocidos que buscan respuesta en tus palabras o consuelo, cuanto nadie se preocupa por como te encuentras o que consuelo necesitas tu buen relato mariano.

Anónimo dijo...

Pues sí te creemos, aparte de que muchas veces uno va por la vida como en otra dimensión,pensando en sus cosas,es que tampoco es necesario verlo todo! :))
Es verdad, la realidad es sorprendente.
Pues sí, puede pasar mucho tiempo sin que nadie te perciba ni siquiera te pregunte cómo estás. Yo también he llorado una vez por eso. Así que no me parece una patraña literaria.
Es un final bonito para el relato.
Besos

estampadamenteresignaosaversivuelveydicealgo dijo...

¿Has llegaoooo has llegaooooo?....
¿Dejaremos de escribir al aire?....

Se te echa de menos, so capullo.

Elisa dijo...

Un blog interesante.
Saludos desde Argentina
Elisa

FALSARIO dijo...

pase por tus letras, y me han encantado, me quedo en ellas con tu permiso. ahhh y te he dado mi voto para los premios 20 minutos, un saludo amigo.

www.falsario.org

Anónimo dijo...

yo también te he votado! jajajj, me hace gracia eso de los concursos!
Bss

belenmadrid dijo...

rite rite, pero yo que tengo la 'manía' de acercarme a los guiris perdidos para ayudarles una vez tenía a otros guiris esperando cola cuando terminé.. menos mal que no me quedé allí! :S

vitruvia dijo...

Yo ya te voté, y antes de leer que lo pedías, jajajajja.

Juanma dijo...

Acabo de apostar que además era guapo. Destartalado pero guapo.

Salud.