29 de octubre de 2008

Otro día zurdo, sin más

Hoy he vuelto a viajar en el vagón de cola, y no es una de esas metáforas a las que os tengo acostumbrados, queridos amiguitos y amiguitas. Como todos los usuarios asiduos (qué redundancia más tonta) de metro, soy un perfecto estratega (ya hay bastantes retrasos por averías en línea, por razones ajenas al metro, escaleras rotas y tornos estropeados como para no planificar los trasbordos y las salidas si uno quiere ser medianamente puntual):
-Si voy a hacer trasbordo en Príncipe de Vergara me subo en el primer vagón.
-Si voy a hacer trasbordo en Plaza de Castilla me siento hacia la mitad del tren.
-Si voy a hacer trasbordo en Núñez de Balboa pues voy en el vagón de cola.
Así que, listillos, que sois unos listillos, de los datos se deduce que hoy mi destino de la línea 9 era Núñez de Balboa.
Y digo que hoy he vuelto a viajar en el vagón de cola, porque no lo hacía desde hace meses, desde que me fui del zulo en el que trabajaba. Ha sido, pues, más que un viaje en metro, algo así como un miniviaje al pasado, a los recuerdos acumulados de, aproximadamente, dos años.
Ese viaje no ha sido completo (al del pasado me refiero, que a Núñez de Balboa he llegado enterito y puntualmente, gracias al dios de los ateos que ha decidido evitarme incidencias en línea) porque he cogido el metro media hora más tarde de lo que lo solía hacer. Eso me ha privado de compartir asientos y apretujones con mis habituales de tiempos pasados. Pero los melancólicos patológicos como yo tenemos una ventaja, que no necesitamos nada para recordar. Nos bastamos nosotros mismos para poner en marcha la macilenta maquinaria de la añoranza. En realidad, de todas las personas que he recordado, sólo he echado de menos a la argentina. ¿Se habrá olvidado de mí? (¿alguna vez se percató de mi presencia?).
Tras bajar del tren, he recorrido los escenarios de varios de mis
relatos metropolitanos. He pasado por la tienda en la que reinaba la dependienta que me inspiró uno de ellos. Desde que se fue, la tienda ha perdido todo el interés para mí.
Salida Juan Bravo. No lo recordaba. Me he sumergido en el paraíso de los pendientes de perlas (de perlas gordas, enormes, diría yo) y de bolsos carísimos con denominación de origen. Siempre he pensado que el colmo de lo in, lo más cool es llevar con orgullo un bolso de imitación que te haya salido tan caro como el verdadero. Así te la puedes dar de solidario sin perder ni una gota de glamour. El "cogollito", como lo llamaba Manuel Longares en su novela Romanticismo (barrio de Salamanca, para los amigos), sigue siendo la isla Louis Vutton de siempre, en la que se nota la crisis menos que nunca. ¿Soy un prejuicioso? Sí, qué le vamos a hacer. Jamás dije que fuera perfecto ni que aspirara a serlo. ¿Intentaré corregirme? Qué pereza...
He hecho varias gestiones antes de ir a la librería. En el trayecto de ida y vuelta he estado leyendo Demasiado tarde, de
Elena Casero. Ya había leído varios relatos suyos (amén de sus entradas). Escribiré algo cuando termine la novela, pero os anticipo que Elena tiene una capacidad narrativa notable, cosa que no todos los escritores poseen, aunque parezca paradójico.

Ah, y besitos/azos paracetamólicos y antibióticos (que no asépticos) para mi musa titular, que está pachuchilla, la pobre...

16 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué bonito, Mariano. Es una cotidianeidad que me encanta. También estoy leyendo el libro de Elena. Lo del dios de los ateos, me ha recordado que me comentaron hace poco una noticia de Inglaterra. Los ateos ingleses habían puesto una publicidad en el metro que decía: "Dios PROBABLEMENTE no existe" (mu inglés). Los anglicanos habían donado dinero para la publicidad, ya que probablemente no , o probablemente sí. jajaj.
Buena tarde!

Jove Kovic dijo...

Yo soy más de autobús que de metro, pero entiendo y comparto esos mecanismos de añoranza.
Hoy hace un día gris espléndido en BCN.
Petonets/assos. Se los das de mi parte a tu titular.

wen- dijo...

Yo he tenido a veces una sensación parecida al volver a un lugar en el que en el pasado estuve mucho.. y la verdad es que la sensación era siempre desde la mejoría, sabes? lo cual resultaba muy gratificante pensar... " pensar que hace unos años venía aquí todos los dias así y asá y ahora fíjate ... estoy mucho mejor que antes... "
Mola mucho esa sensación.
Besitos a Mayte.

hombredebarro dijo...

Un gusto y un placer leerte, Mariano.
Saludazo,claro.

mgqseaml dijo...

Gracias guapo, que te quiero un montón. Me quedo con todos esos paracetamoles, antibióticos y besos que me vendrán bien.
Muaks

Irreverens dijo...

Como si te viera.
:)

Por cierto, a mí me ocurre como a Wen. Más que melancolía, lo que suelo sentir en tales casos es un cierto estado de euforia por constatar que "ahora" estoy mejor.

Al final voy a tener que pedirte que me los mandes a casa. Tus libros, digo.

Besotes

Elena Casero dijo...

Estoy pendiente de hacer una nota sobre los Relatos a cuatro manos. Después, me lanzaré de cuerpo entero al metro.

Gracias por lo que me toca. Por estar leyendo mi novela.

Sherezade dijo...

Me ha gustado mucho tu blog. No sé si a estas alturas servirá de algo, pero tienes un voto más en los premios 20 blogs.

De paso, te apunto en los frecuentes

Un besazo

PD: Yo también soy zurda ;)

marisa bop dijo...

Es un texto muy zurdo, muy tuyo, muy chulo.
Besos.

Belén dijo...

Tendré que ir al metro de Madrid para empaparme de tu cotidianidad :)

Besicos

Anónimo dijo...

¡Vaya por dios!

Si hasta he reconocido a la dependienta de la tienda de bolsos...

;-D

Besos, amiguito.

Raquel dijo...

También me gusta cuando cuentas todas estas cosas y nos dejas entrar en lo cotidiano que tantas cosas nos cuenta por presencia o ausencia de lo que lo construye.
Elena fluye en lo que escribe, ¿verdad?
Besotes

JOAKO dijo...

Da gusto entrar en este nuevo blog, el otro, no te lo tomes a mal era un poco cutre, con este ganas en glamour,¿ es esto prejuiciosos? creo que ya somos dos. Me encanta que comprobar que no soy el único que elige el asiento en el metro en función de las salidas, lo sospechaba pero eres el primero sincero que me dice a la cara lo previsible que soy, ¡siempre pasando por el yo lo que escribis!, hoy tengo el día gruñón.

Fraisamuel dijo...

En la vida es fundamental ser observador e interesarse por lo que acontece en nuestro mundo circundante del día a día. Esta actitud nos enriquece. Ojalá todos dedicásemos un rato al día para hacer reflexiones como las que tú haces sobre las cotidianeidades.

belenmadrid dijo...

claro, todos lo hacemos! y en el cercanías a tres cantos nos repartimos hasta los asientos, jeje

AdR dijo...

No te corrijas nunca.

Yo tengo que ponerme al día con muchos libros, incluido los de amigos de por aquí :) Tus relatos del metro los estoy saboreando, lento.

Echo de menos el metro, así que una de tus vueltas sea por mí.

Abrazos