Sainete pepero gallardo y aguerrido

En la región de Liguria, en una vieja casa de la ciudad de Génova, se produce una reunión secreta a la que asisten varios jerifaltes de la Orden de la Gaviota. En la semioscuridad del escenario se intuyen un buen número de personas. Un foco tenue ilumina vagamente a un hombre pensativo con barba que está sentado en un plano intermedio. Entran a escena un hombre y una mujer con parsimonia, con andares de espadachines acudiendo al duelo...

Hombre gallardo gordo (con verbo petulante del mismísimo barrio genovés de Salamanca):
La casa de Correos la recorro en un triciclo,
necesito espacio, holgura, recorrer el hemiciclo.

Mujer esperanzada y aguerrida (con voz de no llegar con su sueldo a fin de mes):
Gallardo gordo te ahogas en un cuello de Botella,
tu ímpetu y tu popularidad en mí no hacen mella.

Hombre gallardo gordo (mirando a su ayudante que asiste mudo y acongojado en un segundo plano de la escena):
¡Con la iglesia hemos topado, amigo Cobo!,
como la esperanzada me saque de las listas, se me quedará cara de bobo.

Mujer esperanzada y aguerrida (pelín chulesca):
De las listas yo te saco, te lo juro por Rouco Varela,
como yo privatizo los hospitales y Metro de Madrid Vuela.

Hombre gallardo gordo (temiéndose lo peor, cuchichea como para no ser oído):
Esta mujer aguerrida quiere el poder,
lo estoy viendo, me va a joder.

Mujer esperanzada y aguerrida (dirigiéndose a Losan, que es apó-COPE de Losantos):

Federico, te lo ruego, coge el micro episcopal,
y grita que el gallardo rota en el eje del mal.

Hombre gallardo gordo (con voz angustiada):
¡Sólo faltan Pedrojota y el de la Razón,
don Fraga, écheme un cable, no se haga el remolón!

(Don Fraga dormita en bañador recordando unas vacaciones de su juventud en Palomares y canturrea “Franco, Franco, que tiene el culo blanco, porque su mujer, lo lava con Ariel...”, mientras que aparecen junto a Losan, los mismísimos Pedrojota (con una cinta de la Orquesta Mondragón) y Don Razón (repartiendo cruasanes por doquier).)

Mujer esperanzada y aguerrida (envalentonada al ver a los episcopalianos haciendo la ola):
¡Mariano, yo dejo de ser de la comunidad presidenta,
si el gallardo gordo en un escaño se sienta!

Mariano, no el zurdo no, ni el estilográfico, el otro, el del primo catedrático (que hasta ahora asistía al combate dialéctico sin que le hicieran mucho caso, y cuando habla siguen sin hacérselo demasiado, todo sea dicho):
Todavía no me he muerto malandrines,
como sigáis así, os saco de los maitines.

Losan, Pedrojota y Don Razón (a coro):
¡Maricomplejines no te atreves, Maricomplejines no te atreves,
se lo tendremos que encargar a Eduardito y a Acebes!

Chemari Ganso (voz en off con acento tejano, hablando entre bambalinas subido a una escalera para que suene como si hablara desde el cielo):
Marianooooooo, sé valiente y lánzate al barro,
coloca a mi mujeeeeeeer como has hecho con Pizarro.

Hombre gallardo gordo (acongojado y lloriqueando como si estuviera en la presentación del libro de Don Fraga, que sigue dormitando):
Me iré por patas aunque me llamen desertor,
esa voz me suena, es Ánsar el escritor.

(Hace mutis por el foro, yéndose de puntillas aprovechando un agujero de la M-30, perdón de la G-30, que estamos en Génova).

Mujer esperanzada y aguerrida (en su línea más campechana):
Esa voz me suena a chiste...
¡Maldito despiste!
¡Ah, sí!, el de un español, un inglés y un americano.
¿Te sabes el de las Azores? Venga, que te lo cuento, Mariano.

Losan, Pedrojota y Don Razón (a coro otra vez):
¡Maricomplejines date PRISA,
que el de los zapatos nos pisa!

Conferencia Episcopal (a coro también, pero cantando):
Esperanza se sale con la suya,
al cole todos con casulla.
¿Con Botella será el adalid de los cardenales,
nuestro Rouco, concejal de asuntos sociales?

Mariano, no el zurdo no, ni el estilográfico, el otro, el del primo catedrático (le salen unos hilos de marioneta que mueven sus articulaciones desde el techo, y está pálido, como si el cambio climático se hubiera instalado en su termostato):
Estos son hilillos de plastilina,
lo solucionaré sin mucha inquina.
Y como dijo el rey Salomón,
ni Aguirre ni Gallardón.
Y Aznar, majete, campeón,
¿por qué no te callas? (aunque no rime, leches).

Se baja el telón y se produce una cerrada ovación en todo el teatro, que está a rebosar, lleno de familias cristianas de las que no usan preservativos. Salen a saludar todos los actores. En primera fila sale Chemari Ganso, escoltado por Alcadesa Botella, la mujer esperanzada y aguerrida y Angelito A veces. Detrás, muy próximos, aparecen Losan, Pedrojota y Don Razón. En tercera fila, una nutrida representación de la Conferencia Episcopal, todos rezando por la salvación de las almas de los curas que han sido tentados por adolescentes querubines con cuernos. En cuarta fila ronca Don Fraga. En quinta, intentando deshacerse de los hilos de marioneta sin mucho éxito está Mariano, el otro, con Zaplana en plan mosca cojonera diciéndole: ¿qué hay de lo mío, qué hay de lo mío?

¿Y el hombre gallardo gordo? Está ya en su casa, con las pantuflas, la bata, sentado en su butacón de orejas, escuchando a Wagner y con unas ganas tremendas de invadir Polonía...

Aconsejo acudir a la versión estilográfica en forma de coplilla para mayor conocimiento de lo acaecido en Génova (y sobre todo, para mayores risas).