12 de diciembre de 2007

Tres huellas

Tres huellas iban marcando su rastro, las dos de sus enormes zapatones y el círculo preciso que cincelaba el bastón en la nieve. Tres huellas profundas, debido a la lentitud de sus pasos y a su pesado corpachón.
Hacía un par de horas que había dejado de nevar. Lucía un sol madrugador que era incapaz de derretir la nieve, pero que sacaba magníficas fotografías con todos los blancos posibles. La ausencia total de viento dejaba a cada copo reposar en su milímetro cuadrado de aterrizaje. El frío intenso se encargaba de fabricar moldes de suela de zapatón. Y de punta de bastón.
Caminaba siguiendo el rumbo anunciado por sus futuras pisadas.
Caminaba con la tranquilidad del que ha asumido que no puede hacerlo más deprisa.
No iba a ninguna parte. Al menos no a ninguna parte concreta.
Simplemente le gustaba caminar por la nieve. Le gustaba escuchar el crujiente sonido de los cristales cediendo bajo su cuerpo. Le gustaba escucharlo a través de la piel de sus pies, porque el deterioro de sus oídos le impedía incluso escucharse a sí mismo.
Disfrutaba descubriendo las lágrimas ocres que iban coloreando el suelo al borde del camino. Su vista cansada se las ofrecía por sorpresa, como si surgieran del subsuelo en vez de caer, ya que era incapaz de ver el lloro lento debido a la curvatura de su espalda, y se tenía que conformar con la quietud repentina que se anticipaba a sus pasos.
Mientras caminaba, recordó aquella tienda de la calle principal. Recordó cómo de niño pasaba horas con la nariz aplastada en el escaparate, jugando con el vaho a la vez que disfrutaba de aquellas postales de montañas nevadas que tanto le gustaban. El recuerdo le provocó una pequeña sonrisa que venció, no sin dificultad, a los entumecidos muelles de sus arrugas.

Nadie vio su tímida sonrisa. Era muy temprano, tanto que no se cruzó con más huellas por el camino.
Así que nadie pudo extrañarse de ver a ese anciano grandullón, abrigado con tantas capas como su movilidad le permitía ponerse, caminando despacio por la orilla alisada de la playa, bajo un incipiente sol que empezaba a desperezarse, tocando torpe con sus largos brazos la cara apergaminada del viejo, que jamás había visto la nieve.
Relato dedicado a Raquel, que desde Madison todas las mañanas me transporta a otros paisajes a través de sus ojos.
Actualización:
os recomiendo que disfrutéis de la réplica que Raquel me ha regalado en su blog.

24 comentarios:

Anónimo dijo...

Con narraciones como esta, nadie necesita estar en la nieve para sentir su cálido reflejo.

Mariano Zurdo dijo...

http://vitruvia.wordpress.com, gracias guapa.

estilografic.blog dijo...

Estos sí que son bellos momentos, y no los de Cortylandia (vamos todos a cantar).

Hermosa estampa navideña. Y digo “estampa” porque no me apetece romperme la crisma pensando en cómo se escribe “christma” (valga la redundancia).

Isabel Burriel dijo...

Mi humilde inclinación ante tanta huella.
Besitos

Viguetana dijo...

Qué decepción cuando he terminado el relato y me he encontrado de nuevo ante el ordenador...

Me has transportado directamente a un paisaje cubierto de nieve, (algo que también echo muchísimo de menos).

Será que te han inspirado las fotos de Raquel en Madison, ¿no?

Besossss

Mariano Zurdo dijo...

EStilografic, por intentar escribir chistma,
casi me parto la idem.
Inte, la huella se inclina ante vos también.
Viguetana, ¿y si te digo que estoy tan ... que iba a dedicarle el relato a Raquel y que se me había olvidado y que si no haces tú el comentario se me pasa?
Cagoen...
(Gracias guapa.)

Besitos/azos.

Kim dijo...

Qué bonita calma sentimos al imaginar la nieve, con la música de richar cleiderman en la mente, sonando acompasando nuestras pisadas.

Yo también dejo tres huellas en la nieve cuando camino.

Mariano Zurdo dijo...

Clandestino, yo no tengo segurata en mi blog pero te puedo ir mandando un poquito a tomar por... XDDD

Viguetana dijo...

¡¡¡JAJAJAJA, ay, Clandes...!!!
XDDD

De nada, Mariano, guapo.

wen- dijo...

No hay nada, NADA, como la nieve.Cuando nieva parece que todo se queda parado y protegido, quieto y tranquilo. uf.... qué pasada, es inmejorable la serenidad que transmite.
Clandestino... qué bestia jope XDDDD

Mariano Zurdo dijo...

Wen, completamente de acuerdo contigo. Y en lo de la nieve también XD

Raquel dijo...

Mariano mariano, luego te contesto. Te debo las fotos de la nevada de ayer y del sol radiante de hoy.
Ya sé que me paso y os tengo aburridos de fotos de nieve pero ya se acaba el invierno que aún no ha entrado. Global warming nos va a llevar directamente a la primavera. (qué susto, pues)
Un besote grande

Raquel dijo...

Respuesta: http://raquelparaiso.blogspot.com/2007/12/ayer-y-hoy-entre-ciclos-y-nieves-2.html

Iván dijo...

Quién tiene imaginación es capaz de que cada día nieve con copiosidad sobre su ventana. Y la mía ha volado libre leyendo tu relato. Me ha gustado.
Un saludo!

leo dijo...

¡Qué bueno! Vengo del blog de Raquel y me ha entusiasmado la correspondencia entre su entrada y la suya. ¡Qué chulo, chicos! Qué entrañable.
Besotes.

Mariano Zurdo dijo...

Raquel, no te pasas, créeme. Es un placer disfrutar de tu mirada tras la cámara y de esos paisajes que nos regalas.
Y me ha encantado tu respuesta. Muchísimas gracias.
Iván, me alegro. Volar es difícil pero maravilloso.
Leo, de allí vengo yo ahora y me ha encantado lo que he visto, se lo recomiendo a todo el mundo.

Besitos/azos.

Belén dijo...

Quien dijo que la nieve era fría?

Un beso mariano!!!!!

Mariano Zurdo dijo...

Belén, el frío de la nieve invita a calentarse en el hogar. ¿Qué hay mejor?

Jove Kovic dijo...

Magnífico relato, de verdad.

JUANAN URKIJO dijo...

Bravo, Mariano! Bien por tu dedicatoria a Raquel. Vengo de donde ella y adonde ella regreso. está bien esto de que nos vayáis bailando.

Saludos, amigo.

illeR dijo...

Joooo, dejad de hablar de nieve que me entra la morriña, al blog de raquel ya no puedo entrar que con tanto paisaje blanco me pongo triste. Este invierno sin nieve, ni lagos helados ya no sera invierno :(

Mariano Zurdo dijo...

Exiliado, gracias majo.
Dédalus, vaya paseíto que os estáis dando, Madison-Madrid, ida y vuelta, jajaja
Iller, cierras los ojos y volverás a sentir las agujas de frío en las mejillas y volverás a sonreir.

Anónimo dijo...

Mariano, es un relato precioso. El quiebro final me ha hecho sentir lo que tú pretendías: hay paseos que se hacen con el alma y que llegan a transformar la realidad, son paseos que rozan la felicidad!
gracias otra vez por esta mágica literatura.

Mariano Zurdo dijo...

lp, gracias a ti por leerme con tanto cariño.