19 de diciembre de 2007

Carita de acelga

Sus días se diferenciaban por la manera de iniciarse. Los días de diario tenía el despertar brusco patrocinado por su viejo despertador de campanas. Jamás disfrutó de un reloj biológico preciso, así que cada mañana revivía la sorpresa y el susto del campaneo. Los fines de semana solía despertarse lentamente con el sol, mientras que el astro se desperezaba. Se despertaban a la par, y como él, lo hacía al lado de la luna. Sólo que el sol la despedía hasta el cambio de guardia del anochecer y él la disfrutaba a tiempo completo. «Ellos se suplen y nosotros nos complementamos», le decía a menudo a ella, en esos ramalazos poéticos que a él le parecían excesivamente cursis, pero que interpretaba porque a ella le parecían deliciosos.
El último fin de semana no fue diferente. El sábado, aun bajo la penumbra de un sol más tímido de lo acostumbrado a esas horas, difuminado tras una ligera neblina que no tenía prisa en levantar, volvió a abrir los párpados pesadamente, como si un famélico grumete tuviera que levar las oxidadas anclas de un galeón de cuatro palos. Se quedó mirándola suavemente para no despertarla, porque hay miradas tan potentes que atraviesan metros de distancia. Estuvo así un par de horas, y eso que le costaba aguantar en la cama una vez despierto. La serenidad de ella le transportaba a una paz difícil de encontrar en otro sitio. Ella tenía la virtud de calmarle siempre sin decirle nada, con su sola presencia.
La acarició con ternura el pelo cuando hizo amagos de despertarse, como ayudándola a salir poco a poco del mundo de los sueños sin abandonar la almohada.
- No me mires así –dijo ella casi sin abrir los ojos ni los labios.
- ¿Así cómo?
- Como si llevara mis mejores galas y me hubiera operado con el mejor maquillaje.
- A mí me gustas así. Siempre me gustaste más así –y la besó con ternura en los labios.
- Eres un mentiroso –contestó sin soltarse del beso-. Tengo cara de acelga.
- Sí, pero eres la carita de acelga que quiero ver cada mañana al despertarme.
No era la primera vez que mantenían este diálogo. Con las mismas palabras. Con la misma intención detrás de ella. Pero ninguno de los dos lo vivía como una rutina.
Miró la hora con ayuda de sus gafas de leer relojes de números medianos.
- Va siendo hora de desayunar. Quédate un ratito más en la cama, que ya lo preparo yo –dijo él, mientras que ella se acurrucaba buscando los rastros de calor que él había dejado tras salirse de las cobijas.
A ella, al contrario que a él, le encantaba remolonear los fines de semana, desayunar en la cama y dedicar las primeras horas de descanso a leer con una almohada doblada en la espalda y con otra de improvisado atril. Muchos sábados él volvía de comprar el periódico, el pan y su paquete de tabaco y ella seguía ensimismada en la lectura.
Buscó las zapatillas que siempre se escurrían por debajo de la cama, a veces a tales profundidades que, más que zapatillas, parecían colas de lagartijas que seguían avanzando a pesar de haber sido diseccionadas por algún pequeño aprendiz de científico. Buscó con los pies porque le costaba agacharse. «Esta artrosis me está matando», debía de ser la frase que más repetía en los últimos tiempos. Ya calzado, y con la bata roída que ella se empeñaba en tirar y él pretendía conservar hasta que se deshilachara el último de los cuadrados, se fue para la cocina, no sin antes echar un último vistazo a carita de acelga, que se había vuelto a dormir completamente.
Y una cosa que le pasaba casi todos los sábados mientras que preparaba el desayuno, era que volvía a su recuerdo, a través del tacto de la naranja perdiendo pulpa por el exprimidor, a través del olor de la tostada recién hecha, a través del sonido de barco en la lejanía de la cafetera subiendo, volvía a su recuerdo el primer desayuno que le preparó a ella. Y recordaba como si fuera ayer su primer diálogo en el primer amanecer que vivieron juntos: «no me mires así... me gustas así... tengo cara de acelga...»
Y recordaba como aquella conversación somnolienta de hacía ya cincuenta años acabó con un: «Sí, pero eres la carita de acelga que quiero ver cada mañana al despertarme».

37 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Jopé, Mariano, que casi me echo a llorar!

Te lo digo en serio. Aquí te has soltado de verdad y me has llegado al alma como nunca.

Lo dejo, que apenas veo la pantalla, con tanta lagrimita a punto de saltar al vacío...

Petons

mgqseaml dijo...

Yo si que me he echado a llorar, es lo que tiene ser tan blandita. Me ha encantado cielo. Muchos besos

estilografic.blog dijo...

A veces la rutina también puede resultar mágica y maravillosa.

Por cierto, ¿cara de acelga no era Pepe Sacristán?
O me confundo con el Capitán Tan,
el de los Chiripitifláuticos,
esos tipos tan simpáticos.

estilografic.blog dijo...

Ahora que lo leo, no me gusta cómo rima “Chiripitifláuticos” con “simpáticos” Esa puñetera “u”...

Anónimo dijo...

No acierto a escribir nada que describa lo que siento ahora mismo.

Mariano Zurdo dijo...

viguetana, me alegro. No de hacerte llorar, sino por lo del alma.
mgqeaol, smuaaaaaaaaaakes.
Estilografic, a lo mejor es que eran náuticos...

Mariano Zurdo dijo...

Vitruvia, si las sensaciones están por la piel disfrútalas, que no siempre tienen que estar en la palabra.

estilografic.blog dijo...

¿Zapatos?

Mariano Zurdo dijo...

Estilografic, entre los chiripitifláuticos y los zapatos náuticos, vas a conseguir que vuelvan los dinosaurios (uno de esos del cuento que ha colgado Exiliado).

Isabel Burriel dijo...

Yo de mayor quiero ser una carita de acelga o de cualquier otra verdura, pero que alguien que busca sus zapatillas debajo de la cma me diga esas cosas.

Muy sentimental Mariano,

Besoteeees

wen- dijo...

Visita rápida Mariano.
Jope, cuando menos tiempo más escribís todos... hay que joderse...

Mariano Zurdo dijo...

Inte, tu prueba a esconderle a tu chico las zapatillas y a ver si cuela... XD
Wen, tendremos que hacer un parón hasta que papa nöel se tranquilice.

mexileña dijo...

me encanta cuando te pones tierno...bueno, es que eres tierno zurdo...

Mariano Zurdo dijo...

Mexileña, aunque a veces parezco pan duro, XDDD

Raquel dijo...

Esas cosas que las rutinas convierten en maravillosas... y un mar de sentir. Gustar.

Jove Kovic dijo...

Pues a mí no me ha dado por llorar, pero me ha gustado mucho. Siempre digo que debemos reivindicar la ternura,algo que a día de hoy, parece en franco retroceso.

Belén dijo...

Vaya... sabes? yo quiero leer tu blog de acelga todos los días de mi vida :)

GUAPO!!!!!!!

Un beso

Unknown dijo...

Precioso, Mariano, te lo han dicho ya?

Gracias por compartirlo, y un beso.

Mariano Zurdo dijo...

Raquel, hay ciertas repeticiones que más que rutinas son regalos diarios.
Exiliado, completamente de acuerdo. Tanto que fíjate que lo estaba escribiendo y me ha dado pudor por si resultaba cursi. La ternura es algo maravilloso y lo cultivamos poquito.
Belén, gracias preciosa.
cov, gracias a vosotros por dejar que lo comparta.

Besitos/azos.

Jordim dijo...

buen blog, interesante..

http://jordim.wordpress.com/

Mariano Zurdo dijo...

Jordim, bienvenido y gracias.

princesadehojalata dijo...

Preciosa historia carita de zurdo.

Mariano Zurdo dijo...

Princesa de hojalata, gracias carita de hojalata, digo de princesa. Bueno, que gracias.

Desesperada dijo...

bien, yo no he llorado. una de dos, o soy insensible o soy insensible. bueno, insensible no, porque la historia es de lo más evocadora y romántica... ¿puedo ser sensible aunque no llore?

Mariano Zurdo dijo...

desesperada, pues claro mujer. La sensibilidad y las lágrimas no tienen por qué ir unidas.
Además, como tampoco pretendía hacer llorar a nadie... XD

Besitos/azos.

Mart@ dijo...

Qué bonito... ¿exisitirán estas cosas en el mundo real? porque yo nunca he dado con nadie que me haya dicho nada ás profundo que "¿¿estudias o trabajas??"

Kim dijo...

Mariano, esta noche pienso cenar acelgas. Que por cierto, las odio.

Ah, y que conste que Exiliado ha dicho "franco" en tu blog. Vas a permitirlo??

Mariano Zurdo dijo...

mart@, lo bueno del mundo real es que es variopinto y hay de todo. Y yo afirmo que sí que hay de esto y personas así.
Clandestino, entre tú yo, a mí tampoco me gustan nada las acelgas.
Y Exiliado ha sido expulsado de la blogosfera interplanetaria por decir franco, faltaría más, hombrepordios.

Pain dijo...

Cara de acelga... me recuerda a una película de hace mil años, en ella era José Sacristán el merecedor del calificativo.

Que dulce tu manera de contarlo...

Mariano Zurdo dijo...

pain, un poco de dulzura de vez en cuando no viene mal, ¿no?
Bienvenida.

estilografic.blog dijo...

Mariano Zurdo: es mi deber advertirte de que de un momento a otro alguno de esos lectores tan desconsiderados que de vez en cuando visitan tu blog va a proceder a echarte en cara - y no le faltará razón - que no hayas vuelto a escribir nada desde que publicaste la historia -bellísima, por cierto - que llevaba por título "jeta de alcachofa", o.... "culo de espinaca", o...

estilografic.blog dijo...

¡....cara de acelga! Que lo tenia en la punta de la nariz y no me salía.

estilografic.blog dijo...

De la lengua. En la punta de la lengua, quería decir.

Mariano Zurdo dijo...

Estilografic, gracias por la advertencia, cara de repollo. Es que el olor de las vacaciones me idiotiza.

Anónimo dijo...

qué relato más tierno!
(me has transportado a una situación vivida por mí durante mucho tiempo)
Qué bien transmites las sensaciones Mariano, dulce navidad para tí!
LP

leo dijo...

Insisto, Zurdillo, que cuando te pones tierno eres devastador. Pa habennos matao, entre los del Almendro y tú me tenéis frita (de emoción).
Un besote enorme. ¡Y felices Fiestas!

Mariano Zurdo dijo...

lp, me alegro de que te haya recordado cosas bonitas y dulces.
leo, tendré que sacar más a menudo mi lado tierno, que veo que tiene cierto éxito, jajajaja
Besitos/azos.