3 de marzo de 2011

El peor trago de mi vida

Últimamente tengo poco tiempo para escribir, y el escaso tiempo que tengo lo dedico a terminar la novela. Terminar se está volviendo para mí en un verbo de tránsito largo más que de conclusión. Sólo rompo esta norma para escribir algún relato para la jam session que se celebra los miércoles en los Diablos Azules. Cronología de ayer: termino de montar un pedazo de armario para mi sobrina a las 20,25. Cojo el metro camino de la jam. Con los dedos entumecidos y el cerebro agotado escribí el relato. A las 21,05 llego a los Diablos Azules. Mientras que escucho al escritor invitado, David Roas (me pareció muy bueno) paso a limpio como puedo el relato (mi letra es mala, pero es peor después de atornillar tropecientos tornillos). Y a no sé que hora lo leí. El fruto, esto..., glups.


El peor trago de mi vida
Sin ninguna duda, aquel fue el peor día de mi vida. Yo, un ser casado con la suerte desde la cuna, sufrí en apenas ocho horas todos los infortunios reservados a una estirpe de gafes durante cinco generaciones. No recuerdo ni un segundo en esas horas sin un ¡ay! El asombro fue un magnífico anestésico, ya que no entendía de dónde venían tantos golpes, acostumbrada como estaba a las continuas caricias.
                Nací lata de Coca-Cola en un coleccionable del mundial del 82. Por un lado me tocó la selección de Honduras y, por otro, un Naranjito boca abajo, rareza esta que me convirtió en pieza de museo. Pasé de mano en mano, mimada por sucesivos coleccionistas de lo diferente. Compartí baldas con otras latas tan raras como yo, con sellos desdentados, con monedas con dos caras, con elefantes sin trompa, con alguna primera edición y hasta con un vinilo de los Stones que sólo tenía la mitad de los surcos. Los impares.
                Una vida relajada, podríamos decir, hasta que mi último amo, dueño de una colección de más de dos mil latas, murió inesperadamente. Su mujer, harta de nosotras, no perdió la ocasión y nos vendió al peso a un feriante que pasaba por la ciudad y que regentaba un puesto de pim pam pum.
                Mi turno tardó en llegar, pero llegó. Antes de exponerme al tino de los Guillermo Tell de la feria, me abrió y me bebió. «Estoy caducada desde hace quince años», pensé, «así te entre un mal y la espiches.» Pero el feriante se limitó a eructar tras beberme de un trago. Y ahí empezó el peor día de mi vida, ¡qué puntería, coño!, y acabé en un cubo de basura repleto de latas tan abolladas como yo. Ellas no gimoteaban como yo, asumían su destino como tal. Ellas no habían tenido una vida tan placentera y larga como la mía. La única caducada era yo, y mi Naranjito haciendo el pino no parecía llamar la atención del resto.
                Ahora ya soy una lata normal. Acumulo más de cuarenta reciclajes. Hoy estreno el verde típico de la Mahou clásica. Ya estoy habituada a mi nuevo ciclo de vida. Me fabrican, me transportan, me almacenan, me exhiben, me compran, me enfrían, me abren, me beben, me aplastan, me tiran y, con un poco de suerte, me reciclan. No quiero pensar qué pasará el día que no lo hagan. Sólo espero morir de la peor forma posible. Rajada, oxidada y camuflada de punta por la arena apelmazada de la orilla de la playa desierta por la que sólo pasea el jodido feriante.

12 comentarios:

Wen dijo...

Joe Mariano, qué penita me ha dado.... qué horror...pobre

Gracia dijo...

maestro ... muy bueno, eres sencillamente un genio ;-)

Jorge Arbenz dijo...

No te apenes, aunque hayas dejado de ser librero, sigues escribiendo unos bodrios como de aquí a Sevilla y volver.
Por cierto, me debes un bocata de calamares y la Mahou no resiste la comparación con la Estrella Damm.
¿ Qué hay de cierto en tu relación con Chábeli "Deniñaamujer" Iglesias?

leo dijo...

Brutal. Me ha encantado. :-)

Belén dijo...

Y no se puede reencarnar en una ámbar?

Maldito corporativismo...:P

Besicos

Juanjo Montoliu dijo...

Un naranjito boca abajo y la selección de Honduras. ¿A la basura? Hay gente que no tiene ninguna sensibilidad.

Susan Urich Manrique dijo...

Genial, sencillamente. No tengo nada más qué decir.

Te dejo un saludo.

ida y vuelta dijo...

Hombre, genial, genial ...me parece mucho.
No es un relato de inaudita opulencia verbal,pero tiene su estilo. Lleva el sello de D. Mariano y eso en literatura es un grado.
De veras que a mí me dan risa estos comentarios en los que se adula con total entrega, con tanta entrega , que suena a teatro.

Alena Collar Encantalirada dijo...

Me ha encantado. Me siento adulatoria completa. Mehaencantadomehaencantadomehaencantado.
¿Lo digo más veces?...
Se lo dedico a los que se ríen, para que se sigan riendo; así contribuyo a hacerles felices; no cuesta nada.

Carlos Añejo dijo...

Te estás haciendo adicto a los micros. Tú no terminas tu próxima novela.

Cisne Gaseoso dijo...

Un Blog lleno de ingenio. El relato corto del cura que levanta el extintor y comienza a rezar es de final sorprendente y sagaz.
Te felicito, te sigo.

Manjo ExLibris dijo...

Realmente como alegoría, más que metáfora, es muy curiosa, básicamente porque se puede extrapolar a tantas situaciones en las que todo se ha convertido en «usar y tirar» y en las que se desvaloriza lo diferente sólo por serlo...desde luego estoy frivolizando, pero creo que es sana la comparación.
Me gusta el blog.
Un saludo.
Manjo ExLibris