No sé si a vosotros os ha pasado alguna vez. A mí sólo me pasa a veces. Leo un libro, escucho recitar y aparece una idea disfrazada de inspiración. No se trata de copiar lo leído o lo escuchado. No sé de qué se trata.
Hace un rato me ha pasado en la presentación del último libro de poesía de Carlos Salem, Memorias circulares del hombre peonza (Ed. Ya lo dijo Casimiro Parker). Imperdonable. No tenía ni libreta ni bolígrafo. He recurrido al móvil, la navaja suiza multiusos del siglo XXI.
No creo que Ángel "el abuelo" lea esta entrada, pero una de las poesías de Salem me recordó su obsesión por encender la tele por telepatía. Y salió esto:
Ayer lo volví a probar.
Hacía mucho tiempo que no intentaba encender la tele con la mente.
Empecé divertido, relajado, frunciendo el ceño en un gesto largamente ensayado.
Pasé ya más nervioso a fruncir el cerebro.
Continué, sellando los párpados en un esfuerzo que casi me hace abrir los ojos por la nuca.
Acabé haciendo poses increíbles con mis dedos en mis sienes.
Parecía un B-boy bailando free style.
O un gilipollas.
Al final la encendí, pero con el mando.
Puse el teletexto para ver la primitiva.
Detesto su lentitud cuando busco una noticia.
Tanto como la adoro cuando compruebo la primitiva.
Esa demora me permite concentrarme en los seis números.
Incluso me consiente pensar en qué gastarme los millones que sin duda me van a tocar.
Una vez más mi concentración se reduce al reintegro.
Hago zapping y aparece mi actriz favorita frenando la ruleta rusa que prometía perforarme el cráneo a golpe de cromos repetidos.
La imagino traspasando la pantalla y traspasándome a mí.
La siento tatuada en mi mano.
Pero una vez más reniego de ella al verla acostándose con otro.
Apago la tele.
Renuncio a intentarlo con la mente y a utilizar el mando a distancia como boomerang.
Me acuesto amenazando a mi insomnio con concederle la perpetuidad.
Lo eterno da miedo, así que venzo.
Dormido o despierto me doy media vuelta y mi brazo te encuentra.
Sin intentarlo.
Sin concentrarme.
Sin imaginarte.
Estás ahí.
Para no despertarte, te acaricio con la mente.
Y entonces se enciende la televisión.
14 comentarios:
Cuanto por aprender, zurdo mío...
Besicos
Al menos los dos últimos,son muy buenos poemas o proemas, me gustan mucho, ¿ cuándo publicas tu proemario, por cierto? Petonets/assos.
Espero que la próxima vez que te asalte la musa no sea en mi presencia o que, si vuelve a ocurrir, sepas manejar mejor el teclado de tu móvil.
Menos mal que me ha gustado el resultado.
Un beso, Zurdito, y buen viaje.
Ten cuidadín de dejarla desenchufada ( a la tele, digo ) estos días de viaje...
Para por si, digo.
Ten cuidadín de dejarla desenchufada ( a la tele, digo ) estos días de viaje...
Para por si, digo.
Esto más parece un poltergeist, lo del teletexo es muy extraño, el hecho de que exita, digo...
:-)
Una PROESÏA de lo más original, donde he visto lo hermoso y algo tan prosaico como la tele fundidos en verso.
Salud.
Por algo a la tele le llaman "la Caja Tonta". Muy buena sorpresa final, qué cara se le quedaría al autor
proesía de la telepatía.
Qué buena la proesía, me he reído un rato.
Un saludo.
es interesante el blog, pásate por el nuestro y si te gusta hazte seguidor que nos hacen falta, un saludo! www.lapizarradelaslamentaciones.blogspot.com
Sin duda una hermosa poesia Mariano, yo tambien concentro mi poder mental en que el atléti marque en los ultimos minutos y muchas veces funciona, aunque la mayoria el resultado suele ser el inverso a lo esperado.
Saludos desde mis mundos
No habrás sido tú el que ha estado encendiendo y apagando las luces de mi cocina, ¿no?
...
¡Ay, estos proetas, que divinos son!
:D
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