Ella avanza pensando en sus cosas. Arrastra un carrito improvisado en el que transporta sus aperos de trabajo.
Él la sigue sin correr pero acortando distancias. Lleva el uniforme impoluto, tanto que parece nuevo.
El objetivo de ella es alcanzar el último vagón del metro.
El objetivo de él es alcanzarla a ella.
El metro llega y abre sus puertas.
Ella va a entrar.
Él le da un leve toque por detrás, en el hombro.
Ella se asusta y se da la vuelta.
Él la sonríe para tranquilizarla.
¡Ah, eres tú!
Sí, perdona, pero ya sabes lo que hay.
El metro cierra sus puertas y se va.
Ella y él caminan despacio, charlando amigablemente hacia las escaleras.
Ella se dedica a cantar en los vagones del metro. En su carrito transporta un altavoz, un micrófono y un pequeño mp3 que le pone la orquesta a su voz.
Él es guarda de seguridad en el suburbano de Madrid y no le queda otra que hacer cumplir la normativa. Ambos entienden y aceptan las reglas del juego.
Acostumbrado a los modos toscos diarios que se gastan los uniformados, y siento generalizar pero es que lo veo a menudo, esa sonrisa y esa amabilidad me parecen la mejor de las maneras de ejercer la autoridad.
Yo ya estoy sentado en el vagón. Leo “Estrella distante” de Roberto Bolaño. A mi lado una mujer de unos cuarenta y tantos lee la biblia. Guarda la biblia y saca otro libro del bolso. “Evangelio 2009”. Paradójico choque de contenido y fecha. Enfrente de mí un grafitero con pintas de grafitero practica con lápiz en un cuaderno una firma artística que espero que no estampe en la fachada de mi librería; para variar.
Es sólo eso, un viaje más en metro, de ida o de vuelta, según se mire.
Él la sigue sin correr pero acortando distancias. Lleva el uniforme impoluto, tanto que parece nuevo.
El objetivo de ella es alcanzar el último vagón del metro.
El objetivo de él es alcanzarla a ella.
El metro llega y abre sus puertas.
Ella va a entrar.
Él le da un leve toque por detrás, en el hombro.
Ella se asusta y se da la vuelta.
Él la sonríe para tranquilizarla.
¡Ah, eres tú!
Sí, perdona, pero ya sabes lo que hay.
El metro cierra sus puertas y se va.
Ella y él caminan despacio, charlando amigablemente hacia las escaleras.
Ella se dedica a cantar en los vagones del metro. En su carrito transporta un altavoz, un micrófono y un pequeño mp3 que le pone la orquesta a su voz.
Él es guarda de seguridad en el suburbano de Madrid y no le queda otra que hacer cumplir la normativa. Ambos entienden y aceptan las reglas del juego.
Acostumbrado a los modos toscos diarios que se gastan los uniformados, y siento generalizar pero es que lo veo a menudo, esa sonrisa y esa amabilidad me parecen la mejor de las maneras de ejercer la autoridad.
Yo ya estoy sentado en el vagón. Leo “Estrella distante” de Roberto Bolaño. A mi lado una mujer de unos cuarenta y tantos lee la biblia. Guarda la biblia y saca otro libro del bolso. “Evangelio 2009”. Paradójico choque de contenido y fecha. Enfrente de mí un grafitero con pintas de grafitero practica con lápiz en un cuaderno una firma artística que espero que no estampe en la fachada de mi librería; para variar.
Es sólo eso, un viaje más en metro, de ida o de vuelta, según se mire.
PD. Que nadie pervierta el lenguaje. Querer nunca puede ser sinónimo de agredir. Querer y agredir son antónimos perfectos. Si alguien pretende demostrarnos lo contrario, lo mejor es huir sin permitir que el otro nos inunde con matices.
21 comentarios:
Me ha encantado, y me explico:
Me ha encantado el relato porque da la medida del tono de lo que debiera ser.
Y me ha encantado la postdata porque muchas veces el cariño agrede. Y sé de lo que hablo. Y cuando el cariño agrede hay simplemente que retirarse porque no es cariño sino necesidad de posesión.
Abrazos sin agobios.
En una misma sintonia tematica,aunque mas dura creo ,ayer puse en mi blog estas lineas
Tras un caballo amargo
color triste
como su vida cirujera
anda sin otro sueño
que un día propio
-lugar sin congojas-
donde hallar sosiego
no hay conjuro que sirva
para saltar el muro
duro muro que crece
y lo entierra en sol menguante
ya reducido a cartón
Un saludo cordial desde la America de Abajo como la llamaba Carpentier
Gracias, porque es un giro narrativo de altos vuelos, donde mi cabeza esperaba lo que la cabeza de la protagonista amaneció la sonrisa conocida y la conversación apacible.
Quien ha pasado por ese túnel, sabe perfectamente de lo que hablas. Y sabe que confundió las palabras, a pesar de manejar el diccionario, incluso el de los sentimientos, con cierta pericia.
Un abrazo.
¡Zurditoooo!
:)
¡Qué bien dices las cosas que dices, que parece que ni las dices, pero las dices!
(no sé si me explico...)
Y que te echo mucho de menos, jo...
Jajajaja, yo suscribo el comentario de Irre punto por punto... que está muy bien explicado :)
Los viajes en metro dan para mucha observación, sea uno más o uno menos...
dirty saludos¡¡¡¡
Creo que nunca he contemplado un gesto de amabilidad en un vigilante del Metro. Al menos, en el de Barcelona.
Era como para entrevistarlos a los dos, ¿ verdad?
Tener autoridad no es sinónimo de imponer por la fuerza o no deberia serlo.
Un abrazo
Precioso post que da mucho que pensar.
Un abrazo.
Qué pasote de entrada, Zurdo.
Podió, no nos dejes así, te echo de menos, jopé.
Besotessssss.
Ella y el seguro que se han ido a tomar un café...
Besicos
Pues yo como no pillo el metro de éstos no puedo hablar pero mi experiencia con los guardias de seguridad del Ikea cuando kurraba allí y los del Corte Inglés tb cuando lo hice muuuuchos años atrás siempre fue satisfactoria...Habrá de todo...y últimamente se ve casa "enano" ( jeeje y eso k yo soy bajita ) haciendo de guardia de seguridad k en vez de imponerse la verdad k da risa y todo...Saludets...( pa´mi k entre esos dos compis hay "marro",XD )
Un viaje mu relajao este.
Besos :)
Muy bueno el relato, la diferencia marcada y el sentimiento.
Tendré que coger más el metro. Aunque en Valencia no pasan tantas cosas, o quizás no las obserbo tanto.
Observación, ese es el tic de la cuestión.
Un saludo
Jesús
Yo también me sumo a lo de ser amable como forma de ejercer autoridad.
Besotes
Poca actividad bloguera, pero como siempre de una exquisita calidad. Continúo leyendo tu obra impresa (ya me vale el paso/ritmo que llevo).
Un fuerte abrazo amigo Zurdo.
P.D.: 4-0 nuestro Atleti!! Oeeee!! :D
Cuánto has escrito desde que no venía por aquí...
Te debo Granada lo se, a ver si encuentro las ganitas de escribir...
Besitos (con paracetamol claro)
Nos han dejaoooooo soloooooossss...a los de Tudelaaaaaaaa...por esooo cantaaamoooossss...de cualquier maneeeeraaaaa....
(A ver si con el cante destemplao de esta coplilla popular tiene usted a bien poner aquí un algo, hombrepordiosss...)
Mira Zurdo, un relato metropolítano sin texto:
http://www.youtube.com/watch?v=jedd2FiZTqM
Curiosamente ayer asistí a una escena parecida, pero esta vez, si tengo que decir la verdad, el uniformado fue muy amable, pero el afectado (en este caso era un vendedor) se puso un poco chulito. Y es que hay gente para todo en todos los lados.
Qué bonita historia. La vida diaria es dura (la de unos más que la de otros), pero todos podemos contribuir a que sea más llevadera e incluso agradable. Deberían fabricar más gente así, en serie...
¡Saludos!
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