31 de julio de 2009

Relratos zurdos: El hombre ligeramente escorado a la izquierda

No, no he gazapeado a las primeras de cambio en el título, que ya os veo venir, que ya oigo lo de “pues vaya mierda de escritor que tiene faltas de ortografía en la primera palabra…”. Lo que pasa es que en esta entrada he mezclado dos etiquetas: relatos y retratos zurdos, y de toda la vida de dios (al menos del de los ateos) a eso se le llama relatros.

Caminaba yo ayer por los pasillos del metro como siempre, absorto en la lectura (esta vez leyendo
Los amigos del crimen perfecto, libro que recomiendo, faltaríamás) y esquivando a todo aquel transeúnte o transeúnta que se interponía entre mi origen y mi destino (sin metáforas). Chocar con ellos es menos lesivo que hacerlo con los bolardos gallardonianos (lo sé porque he probado los dos), pero más embarazoso. Pues eso, que iba yo regateando tal y como hacía Onésimo con todos los defensas que se le ponían por delante, cuando delante de mí vi caminar a un chico que inmediatamente se convirtió en un punto negro parpadeante en medio de una explanada nevada (con metáfora, con metáfora…, que nadie se vaya a pensar que metrodemadridinforma tiene pistas de esquí, aunque nadie descarte que las pongan como fuente de financiación).
¿Qué tenía ese caballerete para que me sacara de la lectura, cosa harto difícil, sobresaliendo de la marea suburbana, cosa casi imposible? No era especialmente alto ni muy bajito. No estaba gordo ni famélico. Vestía con la neutralidad propia del anonimato. Su piel no estaba aparentemente tatuada ni perforada. Ni se había bañado en perfume ni había dejado de bañarse en semanas.
Sencillamente, este hombre caminaba ligeramente escorado a la izquierda. Y de nuevo no es una metáfora con la que quiera ilustrar su tendencia política, es una fotografía real, tan real que me parece mentira.
Su grado de escora estaba al límite, lo justo para pasar desapercibido, aunque es cierto que a estas alturas de la película casi nada consigue llamarnos la atención. Como diría mi abuela, vamos por el mundo como las maletas. O no nos fijamos en lo que nos rodea o tenemos sobredosis de información visual y todo nos parece normal.
Lo que pasa es que algunos bebemos justo de eso, de lo desapercibido, de lo cotidiano, de lo que jamás saldrá en titulares, y no nos podemos permitir el lujo de ser maletas.
El caso es que cerré el libro, abrí la libreta y aceleré el paso. Me puse a su altura y, sin disimulo, empecé los cálculos:
- El pie derecho adelantaba al izquierdo, 5 centímetros.
- La rodilla derecha adelantaba a la izquierda, 5 centímetros.
- La cresta iliaca derecha de la pelvis estaba adelantada 5 centímetros.
- El hombre derecho, sí, 5 centímetros por delante del izquierdo.
- La oreja izquierda retrasada cinco centímetros.

Escorado pero andando recto. El efecto no podía ser más hipnótico. Corrí para adelantarle y verle de frente. Caminaba hacia mí, recto pero escorado. Y como era obvio, la vista al frente, con la mirada angulosa hacia la derecha, contrarrestando la zurdera de su cabeza.
La suerte, para mí, hizo que ambos cogiéramos la misma línea y en el mismo sentido. Ya sentados en el vagón, me las ingenié para sentarme a su lado y, a pesar de mi timidez, le pregunté por qué caminaba así. Temí que su reacción fuera agresiva o evasiva (lo primero hubiera sido malo para mi integridad física y lo segundo nefasto para la actualización de mi blog), pero no, Pedro contestó con afabilidad a todas mis preguntas. Me confesó que lo que le extrañaba es que no le preguntaran más a menudo y que tenía preparado el discurso desde hace tiempo por si surgía la ocasión.
Pedro tiene 30 años. No vienen al caso ni su vida sentimental ni laboral porque no afectan para nada a la historia (aunque supongo que sí a la recíproca). Se dio cuenta de que algo funcionaba mal cuando iba escorado a la izquierda 3 centímetros, y de eso hace dos años. Porque, sí, la escora va creciendo a razón de centímetro por año. Pedro cuenta que hasta entonces no le había dado importancia, que llevaba ya un par de años o tres notando algo extraño, pero no sabía qué. Si la progresión ha sido exacta, Pedro empezó a escorarse a los 25 años. Ha acudido a médicos de todas las especialidades, a psicólogos, a curanderos, a todo el rango de “profesionales” que cubren el continuo exotérico-esotérico. Nadie le da respuesta de por qué ni de cómo. Y lo que es peor para él, nadie le sabe decir hasta cuándo.
Bromea diciendo que jamás nadie sabrá tanto de su propia vida durante un año completo, porque ha repasado minuciosamente los 365 días del que cumplió los 25, en busca de una razón que iniciara el avance de su lado derecho. Y nada.
Sólo ha conseguido, de sesudos científicos, cálculos más o menos exactos del ángulo que irá adquiriendo a lo largo de las décadas.
Ni por qué, ni cómo, ni hasta cuándo.
Ese hasta cuándo es lo que no le deja vivir. Tiene sólo una pregunta en la cabeza que se le repite una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez…:
-Si esto no para, según los cálculos que han hecho, dentro de 23 años, cuando tenga 53 años caminaré de lado. ¿Se parará o a partir de los 54 empezaré a caminar hacia atrás?
Con una sonrisa de resignación, o de inteligencia, me dijo que casi prefería no parar de escorar, que así a los 54 no tendrá que hacer esfuerzos con los ojos, que ya le dolían de forzar la mirada recta aunque todavía el ángulo fuera pequeño, y que podrá mirar hacia delante aunque sus pasos le lleven la contraria.

Me ha dado su teléfono porque quiere que sea su cronista, quiere que refleje los cambios que se van produciendo con cada centímetro. Estoy muy ilusionado porque se me ocurren miles de preguntas y muchos enfoques (perdón por la guasa) que darle a la historia. Creo que puede ser el libro que me permita dar el salto definitivo a la fama. Mejor dicho, los libros, porque tenemos pensado editar el primero cuando cumpla 35 años y diez centímetros de escora.
Íbamos a quedar el lunes mismo para empezar las entrevistas, pero he tenido que llamarle para retrasarlo al martes. Al llegar a casa he notado algo raro, quizás no sea nada, pero por si las moscas he pedido cita para el médico de cabecera para el lunes. Y ahora mismo me bajo a la ferretería a por un metro. Serán cosas mías, casi seguro, pero mi pie izquierdo…

6 comentarios:

estilografic.blog dijo...

Un relato muy millasiano, sí señor (de juanjomillás, quiero decir)

Por cierto, el tal Onésimo es de esos jugadores de los que uno no se vuelve a acordar y.. ¡paf! de repente vuelven a aparecer y resulta que seguían ahí, en el subconsciente, junto a Villarroya, Pizo Gomez y tantos más.

pepa mas gisbert dijo...

Así empezó "Ensayo sobre la ceguera", todos contagiados, eso si podrías ser el próximo Sara.mago, o sea una excelente pintora.

Un abrazo

Jesus García L. dijo...

Mariano, lo tuyo es... ¿Otra habitación Riaza? Nos dejas con la miel en la boca, o con el metro en la mano que es igual.

¿Si se escorara hacia la derecha te hubiera llamado la atención? problamente no, el ser zurdo te influye.

Bueno ya nos contarás.

Un saludo
Jesús

Irreverens dijo...

Sí que has gazapeado, Zurdito.

En el título escribes "Relratos" y luego nos sueltas que, de la fusión de relatos y retratos, sale "relatros".

¿En qué quedamos?
:P

Por cierto, eso del pie izquierdo por mí que se debe a un exceso de empatía. Fijo.

Besazos

wen- dijo...

Uhm..... cuando vaya al revés del todo vale, pero en la mediana edad, a los 40 o así..... de lado?andará de perfil o cómo ? XD

BiBliOpEquE dijo...

¡¡Hola!!

Nosotros veníamos con la misma observación que está en el comentario de Irreverens. Nos dio mucha risa y al final nos quedamos leyendo.
¡¡la mejor idea que tuvimos!!! Nos encantó. ¿pero es verdad lo que escribe? ¿de verdad habrá sucedido?
Ufff ¡¡cuántas preguntas!! Pues nos lo creímos todos y todo.
¡¡muy buen blog!! Sí, sí… muy buen escritor su dueño-
Reciba usted, un saludo bien argentino de los peque de la biblio