Aún hoy dicen que no es posible, pero también aseguran que sucedió. Yo sólo puedo dejar constancia de las primeras horas, porque después perdí el sentido de las cosas, aunque dicen que no la conciencia (vamos, que seguí con los ojos abiertos, sin más). Esas primeras horas las recuerdo con nitidez fotográfica, nitidez que va perdiendo calidad minuto a minuto, como en un suave difuminado que en el último tramo me impide discernir entre lo que es verdad y lo que es inventado. Esto no es novedad, para qué nos vamos a engañar, porque a la que me despisto la verdad y la mía se dedican a fornicar de manera inmisericorde.
Ese día amanecí con el otoño cayendo a ambos lados de mi retina. Llevaba unos cuantos días inquieto. Cíclicamente me da por buscar sentido a mi vida y por no encontrárselo, y justo ese día se conocieron por enésima vez la búsqueda y su ausencia. Esos días suelo dejar a mi espalda el ordenador (y no es una metáfora) y me dedico a ver la vida pasar desde la ventana de mi despacho. Sólo abandono el puesto de vigía para mear y para pagar al repartidor de comida china.
Empezó a anochecer y yo seguía apostado en el quicio de la ventana mirando la calle a través de un cristal que más bien parecía el cuadro de una exposición de entomología, (por la cantidad de insectos aplastados que yacían en él), o el cristal que regalan con el coleccionable “CSI: practica en tu casa” (por la cantidad de dedazos que he ido dejando de limpiar). Lejos de molestarme, los cadáveres y las huellas me ayudaban a entrar en una suerte de trance hipnótico que detenía el tiempo y ralentizaba el movimiento de la calle. Una silla alta me permitía estar tan cómodo como si estuviera en la más cómoda de las camas. Una mesita de bar hacía las veces de él, la parte por el todo. O viceversa.
Justo a la altura de la ventana (mi despacho está en un entresuelo, una mezcla de bajo y primero que me regala una visión casi perpendicular al suelo) se erguía una farola, que parecía la única de la calle por la distancia a la que se encontraban las otras. Por eso pude disfrutar con el juego de sombras que la farola hacía con cada persona que iba calle arriba o calle abajo. A medida que se aproximaban a la farola las sombras las perseguían, adelantándolas poco a poco y poniéndose a su altura justo a la altura de la farola. De repente la sombra aceleraba y les precedía a medida que iban dejando la farola atrás. Parecerá una tontería, lo es, pero jamás me había fijado en ese detalle. Mi experiencia en la observación de las farolas se limitaba, hasta entonces, a los viajes de veraneo en los que me dedicaba a contarlas para que el reloj fuera más deprisa que nuestro propio coche.
No sé cuánto tiempo pasé confirmando la relación persona-farola-sombra. Sólo sé que cuando estaba a punto de convertirlo en una verdad física absoluta, las cosas empezaron a torcerse. Delante de mí empezaron a caminar personas que ya llegaban con la sombra adelantada, personas que iban con la sombra detrás y detrás seguía aunque superaran la farola, personas acompañadas a la diestra y/o a la siniestra por su sombra. Vi sombras inverosímiles para los cuerpos que las creaban: excesivamente grandes, excesivamente pequeñas, con demasiados ángulos o demasiado redondeadas. Al cabo de un rato llegaron a pasar personas sin sombra.
Aún hoy dicen que no es posible, pero también aseguran que sucedió. Pasé dos semanas así, apostado en la ventana, supongo que esperando de día a que llegara la noche. O incluso sin desperdiciar la tibieza del sol otoñal que me regalaba tenues sombras, perceptibles a mi ojo entrenado. Sombras lógicas; sombras díscolas; sombras inexistentes. Dos semanas viendo la vida pasar. No lo recuerdo, pero varios testigos del barrio lo confirmaron. Uno de ellos llamó al 112.
Llevo varios meses sin buscarle sentido a la vida, así que su ausencia no me atormenta. Los médicos no dieron con las causas por más que examinaron mi cerebro, pero sí dieron con la solución. Desde hace cinco meses vivo en una habitación que tiene una luz especial que no da sombras.
Pero las veo con sólo cerrar los párpados.
Ese día amanecí con el otoño cayendo a ambos lados de mi retina. Llevaba unos cuantos días inquieto. Cíclicamente me da por buscar sentido a mi vida y por no encontrárselo, y justo ese día se conocieron por enésima vez la búsqueda y su ausencia. Esos días suelo dejar a mi espalda el ordenador (y no es una metáfora) y me dedico a ver la vida pasar desde la ventana de mi despacho. Sólo abandono el puesto de vigía para mear y para pagar al repartidor de comida china.
Empezó a anochecer y yo seguía apostado en el quicio de la ventana mirando la calle a través de un cristal que más bien parecía el cuadro de una exposición de entomología, (por la cantidad de insectos aplastados que yacían en él), o el cristal que regalan con el coleccionable “CSI: practica en tu casa” (por la cantidad de dedazos que he ido dejando de limpiar). Lejos de molestarme, los cadáveres y las huellas me ayudaban a entrar en una suerte de trance hipnótico que detenía el tiempo y ralentizaba el movimiento de la calle. Una silla alta me permitía estar tan cómodo como si estuviera en la más cómoda de las camas. Una mesita de bar hacía las veces de él, la parte por el todo. O viceversa.
Justo a la altura de la ventana (mi despacho está en un entresuelo, una mezcla de bajo y primero que me regala una visión casi perpendicular al suelo) se erguía una farola, que parecía la única de la calle por la distancia a la que se encontraban las otras. Por eso pude disfrutar con el juego de sombras que la farola hacía con cada persona que iba calle arriba o calle abajo. A medida que se aproximaban a la farola las sombras las perseguían, adelantándolas poco a poco y poniéndose a su altura justo a la altura de la farola. De repente la sombra aceleraba y les precedía a medida que iban dejando la farola atrás. Parecerá una tontería, lo es, pero jamás me había fijado en ese detalle. Mi experiencia en la observación de las farolas se limitaba, hasta entonces, a los viajes de veraneo en los que me dedicaba a contarlas para que el reloj fuera más deprisa que nuestro propio coche.
No sé cuánto tiempo pasé confirmando la relación persona-farola-sombra. Sólo sé que cuando estaba a punto de convertirlo en una verdad física absoluta, las cosas empezaron a torcerse. Delante de mí empezaron a caminar personas que ya llegaban con la sombra adelantada, personas que iban con la sombra detrás y detrás seguía aunque superaran la farola, personas acompañadas a la diestra y/o a la siniestra por su sombra. Vi sombras inverosímiles para los cuerpos que las creaban: excesivamente grandes, excesivamente pequeñas, con demasiados ángulos o demasiado redondeadas. Al cabo de un rato llegaron a pasar personas sin sombra.
Aún hoy dicen que no es posible, pero también aseguran que sucedió. Pasé dos semanas así, apostado en la ventana, supongo que esperando de día a que llegara la noche. O incluso sin desperdiciar la tibieza del sol otoñal que me regalaba tenues sombras, perceptibles a mi ojo entrenado. Sombras lógicas; sombras díscolas; sombras inexistentes. Dos semanas viendo la vida pasar. No lo recuerdo, pero varios testigos del barrio lo confirmaron. Uno de ellos llamó al 112.
Llevo varios meses sin buscarle sentido a la vida, así que su ausencia no me atormenta. Los médicos no dieron con las causas por más que examinaron mi cerebro, pero sí dieron con la solución. Desde hace cinco meses vivo en una habitación que tiene una luz especial que no da sombras.
Pero las veo con sólo cerrar los párpados.
17 comentarios:
¿Qué mal rollito lo de las sombras no Zurdo?
Yo una vez me obsesioné con que había un monstruo debajo de mi cama...
Muaks
Mariano, podrías poner una nota al comienzo del relato: No apto para espíritus débiles.
Lo he pasado fatal!
Besos
Correcto, pues la vida carece de sentido alguno, el error era cuando lo buscaba...
objetivamente, me ha encantado!
saludos!
Luz difusa... Como el sentido de la vida para alguien que ha dejado de buscárselo.
Muy buen relato.
Dicen que si no hay sombra no hay alma...
Y muchos días me sorprendo a mi misma mirando por si ha desaparecido mi sombra...
Sigue, sigue...;)
Besicos
Las sombras siempre me han resultado muy sugerentes, como este relato.
Quizás la locura sea precisamente eso: estar encerrado en una habitación sin sombras y tener que estar cerrando los ojos continuamente para poder verlas.
Bien llevado. Me ha gustado la idea de las personas que tienen distintas sombras, da mucho juego. El final es otro punto fuerte, da ganas de más , la verdad :)
Un saludo,
Pedro.
eso puede pasar con cualquier cosa no? si te pones a mirar algo mucho rato acaba por no ser lo que parecía.. me pasó con las cortinas el otro día.. ahora me dan un miedo.. pero si las quito mis vecinos me ven hasta el alma..
y me gusta mucho del relato que lo cuente el protagonista.. sería mucho menos interesante que lo cuente un 'testigo' de esos, como ya se puede suponer de la propia historia.. muy bueno.
Mgqseaml, un poco de mal rollito, sí. ¿Y no serían muñequitos diabólicos los que dormitaban bajo tu lecho? XDDD
Mita, iba a poner dos rombos, pero se me ha olvidado, jajaja
Wilde, objetivamente gracias.
Quizás la gracia esté en el camino personal de la búsqueda. Y quizás todo se rompa si se pretende encontrar algo.
Iván, es que yo pienso que el sentido de la vida casi siempre está en que no lo tiene.
Belén, pues nada, te regalaré un buen racimo de velas para que nunca desaparezca tu alma, digo tu sombra.
Estilografic.blog, quizás la locura también está en quien pretende solucionar las cosas obviándolas.
Pedro, bienvenido. Si da ganas de más, ya me doy por satisfecho.
Geminisdespechada, las cortinas son un elemento realmente fantasmagórico, por lo que muestran, por lo que esconden y por sí mismas, si señora.
vengo a hablar de mi libro!!!
jajja me ha encantado esa viñeta
Zurdo, eres el Platón del siglo XXI
Te has dado cuenta que tu estudio es tu caverna y que aunque te saquen de ella y den la luz, nunca olvidas la caverna.
¿Y te hablan? Las sombras, digo.
Joé, qué yuyu.
El sentido de la vida... vivirla, supongo, para luego morirse. Sin más.
:)
Besazos, maestro.
[¿Esto continuará?]
:)
Casi tres días creo que hace que paso por aquí y leo este post y aun no sé qué decir...
Me ha supuesto dsde el principio un conflicto que no he sabido de momento.... igual lo imprimo y lo guardo con tu permiso.
Es irremediable… no podemos controlarnos!!!
ESTO ES SPAM... EXQUISISTO
Somos los murmullos de las cucarachas
Participamos en el concurso de blog del 20 minutos.
¡Porque hay una cosa que TU puedes hacer por NOSOTROS!
Y en video...
http://blip.tv/file/1381740
¡¡¡Sólo para paladares y cerebros educados...!!!
ESTO ES SPAM... EXQUISISTO
pd.- que es eso de que te faltan candidaturas!!!!... en multimedia y blog vota a Cronicas de esperantia!!!..hace radiooo y es bueno... te comentariamos por el foro este tema... pero nos hecharon el primer dia... saludos y nos bvemos en breve por la clandestinidad!!!... oye.. te guardamos entradas palconcierto??.. al final son 6 euros con cerveza y mascarita... La Belen y alguno mas ya se ha apuntao!!!... venteee!!
saludossssssss!!
CioN, es que tengo amiguetes que tienen talento para la ilustración.
Fraisamuel, esto es lo bueno de la literatura, que alguien escribe algo y luego hay tantas interpretaciones como lectores. En realidad no pretendía expresar lo que dices, pero me encanta tu interpretación.
Irreverens, no continuará. O sí. Yo qué sé.
Wen, permiso concedido, faltaría más.
El murmullo de las cucarachas, ¡votadme a mí coño, que tengo los votos famélicos! Y si hay cerveza lo mismo me tenéis allí, pues menudo soy yo…
Me encanta. Más, por favor
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