¿No habéis tenido nunca una racha de lecturas mediocres? Y lo que es mejor, ¿no habéis disfrutado nunca de una racha de lecturas magníficas? Esto último es más difícil, lo sé, pero no es imposible, porque es lo que me está pasando a mí. No hablo de libros “pichí pichá” sino de auténticas joyas.
El último libro, que ya comenté en una entrada anterior que estaba terminando, ha sido La higuera de Ramiro Pinilla. La mezcla de sencillez argumental, hondura de contenidos/sentimientos y capacidad narrativa, hacen que esta novela sea muy especial. Y lo es en sí misma, independientemente del tema que trata. Pero es que además es más especial por el tema que trata, tema tan en boga estos días como es el de la guerra civil, la dictadura y la memoria histórica.
El libro, y no desvelo nada, habla de los que quieren olvidar, de los que quieren que olvidemos, de los que quieren recordar y los que quieren que recordemos. Como mínimo ayuda a reflexionar. Y a sentir.
Soy un profundo desconocedor de temas legislativos y judiciales, así que no me voy a meter en camisas de once varas. Además, me parece que todo el debate actual sobre la disputa entre Garzón y el fiscal, con los políticos, la prensa y la iglesia de por medio, lo único que sirve es para enturbiar un asunto tan triste, trágico y serio como es el golpe de estado franquista, la guerra civil que provocó y los cuarenta años de dictadura. 140.000 desaparecidos creo que es una razón de peso suficiente como para ser valientes y tomar decisiones que intenten cerrar heridas (no abrirlas como se dice).
Podría utilizar argumentos muy sencillitos para avalar lo que pienso, como que si la iglesia puede beatificar a sus mártires de la guerra civil con toda la parafernalia con la que suele hacerlo y exigiendo respeto, por qué no se le concede la misma oportunidad (y con el mismo respeto) a todo el mundo. Vencedores y vencidos: heridas sin cerrar.
Oigo dos argumentos básicos a la derecha. El primero es la ley de la amnistía. Repito que lo ignoro todo sobre estos temas, pero sé dos cosas, que leyes similares se han superado por los acontecimientos y con una madurez que nosotros no parecemos tener, y que las leyes deberían servir para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, y por tanto deben ajustarse a las necesidades y no ser inamovibles y encorsetadas. La amnistía es un concepto de olvido legal, pero jamás habrá leyes que puedan bajar al olvido individual.
El segundo argumento, al que dan mucho peso, es el de que la memoria histórica reabre heridas. Siempre digo lo mismo, me repito como el ajo, para reabrir hay que cerrar, y muchas heridas llevan abiertas desde el mismo año 36. Quizás esta ley reabra las heridas, sí, pero la de los que las cerraron en falso, de los culpables, de los que las abrieron y las pretendieron cerrar de oficio.
Anoche vi un cachito del programa 59 segundos, programa que no suelo ver porque el formato me parece ridículo y porque los periodistas que asisten entienden el debate desde la tendencia y la confrontación (sin ideas). En un momento dado, un periodista joven, perdón por no dar más datos, dijo que todo esto es necesario porque en muchos puntos de España todavía hay miedo, confrontación, tristeza y es esencial que se aclare todo para volver a la normalidad. El director de ABC dijo que eso no era verdad, que eso él no lo percibía. El periodista joven argumentó que él había escrito un libro sobre esto recorriendo muchos pueblos de España y que sí que lo había percibido. La respuesta del director del ABC fue clave, dijo (no busquéis la textualidad, porque no es importante para la reflexión) que entonces es que ambos vivían en dos sociedades diferentes. Puede ser. Y eso sí que da miedo.
Este debate me recordó algo que he contado muchas veces, no aquí, porque me impactó. Corría el año 91. Yo era un estudiante de Psicología por aquel entonces. Durante una semana me fui a vivir a un pueblo del sur de la Comunidad de Madrid. ¿El objetivo?, realizar un trabajo de campo para la asignatura de Antropología social. Me pilló joven e ignorante. Lo que descubrí fue un pueblo aún enfrentado en dos bandos, rojos y nacionales, vencidos y vencedores (otra vez), con las rencillas familiares maceradas desde la guerra civil. Sí, con las heridas abiertas, tanto que hay gente que apenas se habla desde entonces. Alguien podría decirme, ¡hombre, de eso hace 17 años! A lo que responderé primero, ¿17 años? ¿Ya? ¿Y qué coño he estado yo haciendo todo este tiempo? Y una vez superado el trauma responderé que sí, que han pasado 17 años, pero que en el 91 habían pasado 55 años desde que Franco decidió tirar abajo un gobierno democráticamente elegido por los españoles, dato éste que parece insignificante (y que los que argumentan la amnistía obvian con una facilidad sangrante).
La amnistía podrá ser legal, pero jamás histórica. La ley podrá extinguir responsabilidades legales pero nunca extinguirá responsabilidades reales. A mí me birlaron esa parte de la historia. La obviaron. Lo poco que estudié venía a decir que la guerra civil surgió por generación espontánea y si se daban explicaciones, siempre eran justificativas. Franco hizo lo que tenía que hacer.
Vivimos tiempos en los que nos intentan confundir. A la justicia social le llaman revancha, a cerrar heridas, abrirlas. A mí me da que a más de uno sólo le interesa que siga quedando claro que hubo vencedores y vencidos per saecula saeculorum amén.
Y todo lo que he dicho sobra. Todo. Lo realmente importante es que las familias de los desaparecidos tienen todo el derecho a que se les ayude a encontrarlos. Y la familia de los asesinados, torturados y represaliados con juicios falsos, paseos a medianoche y mentiras, a veces de los más burdas, tienen derecho a que se les restablezca su honor. Es mi humilde opinión y no tengo ningún ánimo de revancha.
La memoria sirve para algo más que para abrir y cerrar heridas, sirve para aprender.
El último libro, que ya comenté en una entrada anterior que estaba terminando, ha sido La higuera de Ramiro Pinilla. La mezcla de sencillez argumental, hondura de contenidos/sentimientos y capacidad narrativa, hacen que esta novela sea muy especial. Y lo es en sí misma, independientemente del tema que trata. Pero es que además es más especial por el tema que trata, tema tan en boga estos días como es el de la guerra civil, la dictadura y la memoria histórica.
El libro, y no desvelo nada, habla de los que quieren olvidar, de los que quieren que olvidemos, de los que quieren recordar y los que quieren que recordemos. Como mínimo ayuda a reflexionar. Y a sentir.
Soy un profundo desconocedor de temas legislativos y judiciales, así que no me voy a meter en camisas de once varas. Además, me parece que todo el debate actual sobre la disputa entre Garzón y el fiscal, con los políticos, la prensa y la iglesia de por medio, lo único que sirve es para enturbiar un asunto tan triste, trágico y serio como es el golpe de estado franquista, la guerra civil que provocó y los cuarenta años de dictadura. 140.000 desaparecidos creo que es una razón de peso suficiente como para ser valientes y tomar decisiones que intenten cerrar heridas (no abrirlas como se dice).
Podría utilizar argumentos muy sencillitos para avalar lo que pienso, como que si la iglesia puede beatificar a sus mártires de la guerra civil con toda la parafernalia con la que suele hacerlo y exigiendo respeto, por qué no se le concede la misma oportunidad (y con el mismo respeto) a todo el mundo. Vencedores y vencidos: heridas sin cerrar.
Oigo dos argumentos básicos a la derecha. El primero es la ley de la amnistía. Repito que lo ignoro todo sobre estos temas, pero sé dos cosas, que leyes similares se han superado por los acontecimientos y con una madurez que nosotros no parecemos tener, y que las leyes deberían servir para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, y por tanto deben ajustarse a las necesidades y no ser inamovibles y encorsetadas. La amnistía es un concepto de olvido legal, pero jamás habrá leyes que puedan bajar al olvido individual.
El segundo argumento, al que dan mucho peso, es el de que la memoria histórica reabre heridas. Siempre digo lo mismo, me repito como el ajo, para reabrir hay que cerrar, y muchas heridas llevan abiertas desde el mismo año 36. Quizás esta ley reabra las heridas, sí, pero la de los que las cerraron en falso, de los culpables, de los que las abrieron y las pretendieron cerrar de oficio.
Anoche vi un cachito del programa 59 segundos, programa que no suelo ver porque el formato me parece ridículo y porque los periodistas que asisten entienden el debate desde la tendencia y la confrontación (sin ideas). En un momento dado, un periodista joven, perdón por no dar más datos, dijo que todo esto es necesario porque en muchos puntos de España todavía hay miedo, confrontación, tristeza y es esencial que se aclare todo para volver a la normalidad. El director de ABC dijo que eso no era verdad, que eso él no lo percibía. El periodista joven argumentó que él había escrito un libro sobre esto recorriendo muchos pueblos de España y que sí que lo había percibido. La respuesta del director del ABC fue clave, dijo (no busquéis la textualidad, porque no es importante para la reflexión) que entonces es que ambos vivían en dos sociedades diferentes. Puede ser. Y eso sí que da miedo.
Este debate me recordó algo que he contado muchas veces, no aquí, porque me impactó. Corría el año 91. Yo era un estudiante de Psicología por aquel entonces. Durante una semana me fui a vivir a un pueblo del sur de la Comunidad de Madrid. ¿El objetivo?, realizar un trabajo de campo para la asignatura de Antropología social. Me pilló joven e ignorante. Lo que descubrí fue un pueblo aún enfrentado en dos bandos, rojos y nacionales, vencidos y vencedores (otra vez), con las rencillas familiares maceradas desde la guerra civil. Sí, con las heridas abiertas, tanto que hay gente que apenas se habla desde entonces. Alguien podría decirme, ¡hombre, de eso hace 17 años! A lo que responderé primero, ¿17 años? ¿Ya? ¿Y qué coño he estado yo haciendo todo este tiempo? Y una vez superado el trauma responderé que sí, que han pasado 17 años, pero que en el 91 habían pasado 55 años desde que Franco decidió tirar abajo un gobierno democráticamente elegido por los españoles, dato éste que parece insignificante (y que los que argumentan la amnistía obvian con una facilidad sangrante).
La amnistía podrá ser legal, pero jamás histórica. La ley podrá extinguir responsabilidades legales pero nunca extinguirá responsabilidades reales. A mí me birlaron esa parte de la historia. La obviaron. Lo poco que estudié venía a decir que la guerra civil surgió por generación espontánea y si se daban explicaciones, siempre eran justificativas. Franco hizo lo que tenía que hacer.
Vivimos tiempos en los que nos intentan confundir. A la justicia social le llaman revancha, a cerrar heridas, abrirlas. A mí me da que a más de uno sólo le interesa que siga quedando claro que hubo vencedores y vencidos per saecula saeculorum amén.
Y todo lo que he dicho sobra. Todo. Lo realmente importante es que las familias de los desaparecidos tienen todo el derecho a que se les ayude a encontrarlos. Y la familia de los asesinados, torturados y represaliados con juicios falsos, paseos a medianoche y mentiras, a veces de los más burdas, tienen derecho a que se les restablezca su honor. Es mi humilde opinión y no tengo ningún ánimo de revancha.
La memoria sirve para algo más que para abrir y cerrar heridas, sirve para aprender.
Y sí, recomiendo La higuera, de Ramiro Pinilla.
PD. Tengo 3 votos en el concursito de marras, estoy que me salgo, (el 24 en mi categoría y el 300 y pico en general).
11 comentarios:
Zurdo, Zurdo, Zurdo... ¿Y las checas? ¿Y Paracuellos? ¿Y los desmanes de la 2ª República?
(El Top Three de los contraargumentos, que se resumen en "reduce que algo queda" y en "y tú más".
OTRO COMENTARIO PATROCINADO POR AUTOESTIMA S.L.
Buenos días, decimonono.
¿Es que todavía no hay en las escuelas e institutos programas sobre la memoria histórica?
Aquí desde luego, el nazismo es tema obligatorio en los institutos, trabajan mucho sobre el tema, viajan a los campos de concentración, ven videos, etc.
En la universidad alemana este tema de la revisión de la historia espanola está muy de moda. Continuamente hay mesas redondas, conferencias, clases, tesis, etc.
El problema y la ventaja, al mismo tiempo, es que ven todo desde fuera.
Besos
Cuando se acerque la noche de Reyes voy a intentar recordar que debo pasarme por aquí para preguntarte qué libros son esos que estás leyendo últimamente...
:)
En cuanto al temita de marras: sabes que comparto tu visión y que también considero necesario esclarecer, hablar, explicar y poner las cosas en su sitio.
Besotes
Cuando hablo de la memoria histórica (que por cierto, me imprimiré este post para dejarlos boca abiertos), siempre hablo de paracuellos y lo que hicieron los rojos de mierda...
Yo tampoco creo que sea abrir las heridas, yo creo que es supurarlas, bueno, ya sabes... si casi siempre pensamos lo mismo :)
Besicos
Echar arena encima de las cosas, taparlas, solo hace que no se vean, no las hace desaparecer.
Es un libro que me voy a apuntar, y no para ahora, pero con tiempo sí que voy a hacer caso de tu recomendación...
A mí todo esto me suena a política electoralista. Creo que la Historia es la que es y que está ahí para que aprendamos de ella y no volvamos a repetir los errores del pasado. Creo que lo que debe prevalecer es el respeto a los demás (sensu amplio). Si los familiares de los españoles, o no españoles, que les tocó luchar en el bando republicano, porque no olvidemos que "tocaba", quieren honrarlos ¿A quién hacen daño? ¿Es que queda alguien franquista en España que pueda ser ofendido por esto?. Y de igual manera si hay alguien del bando nacional que quiera honrar a un familiar difunto en la guerra porque cree que no se hizo correctamente, pues adelante.
Mi tío abuelo Carlos fue fusilado en Paracuellos y os aseguro que no tengo ni odio, ni rencor, ni nada parecido contra nadie. Entiendo que fue una guerra y las guerras (todas) son la herrmienta perfecta para sacar lo peor que llevan dentro los seres humanos.
Adiós, que me he enrollado mucho
En efecto, el argumento de reabrir viejas heridas resulta de lo más absurdo. De lo que se trata es de curarlas de una puñetera vez.
El problema es que la sociedad española debería ser lo suficientemente madura a estas alturas como para saber afrontar este asunto con coherencia, responsabilidad y justicia, pero da la sensación de que no lo es. Parece que la aplicación de Ley de Memoria Histórica no acaba de coger el toro por los cuernos, jueces y fiscales se tiran los trastos a la cabeza, tertulianos de uno y otro bando (porque en este país los tertulianos pertenecen casi todos a bandos, casi ninguno actúa al dictado de su propia conciencia) echan leña al fuego para que los medios en general se froten las manos con la polémica que rellena más y más páginas..., y así nos va a todos.
En cuanto a la lectura, tomo nota de inmediato, no sólo por ser recomendación tuya, que del Caserío me fío, sino sobre todo por el título de la misma, dada mi acreditada y bien ganada a pulso fama de robahigos.
Ah, y en cuanto a los votos, pues ya me ganas, que yo sólo tengo dos. Y bien orgulloso que estoy de ellos, oye.
jo, que todavía tengo el corazón helado por la mitad..
A mí todo esto me da una pena enorme: en primer lugar, porque creo que es de justicia, necesario, que todo el mundo entierre a sus muertos, y saber que hay gente que aún no ha podido hacerlo después de tantos años me parece terrible.
Y en segundo lugar, porque los políticos de ambos bandos se están valiendo del temita para ahondar la fractura de siempre entre los españoles y asegurarse votantes cada uno en su lado. Y a poco que hagamos "memoria histórica" sabemos que eso no acaba bien.
Me da pena, sí. Y miedo también.
Mita, aquí todavía estamos algo inmaduros para abordar el tema con rigor y naturalidad. Llegará, digo yo.
Irreverens, a todo que sí.
Belén, lo sé, lo sé…
Wen, en el libro hay un pasaje muy interesante que precisamente dice eso, que la gente no vio los muertos, por lo que no se preocuparon. Seguir echando arena sería condenarlos al olvido.
Fraisamuel, primero, no te has enrollado mucho. Si yo tengo espacio ilimitado para enrollarme en cada entrada, qué menos que si alguien quiere comentar tenga la libertad de explayarse todo lo necesario.
Segundo, básicamente estoy de acuerdo contigo. Sólo tengo una puntualización: la historia sirve para aprender si se busca la verdad.
Y una discrepancia: sí que hay franquistas por ahí que se están revolviendo. No hablo ya de los que aparecen en medios, sino en muchos rincones de España. Lo sé porque lo he visto. Lo que pasa es que tendemos a normalizar las cosas y a pensar que todo el mundo evoluciona a la misma velocidad.
Estilografic.blog, querido robahigos, completamente de acuerdo contigo. La coherencia, la responsabilidad y la independencia en este, y en otros muchos temas, brilla por su ausencia.
Geminisdespechada, tranquila, que la higuera no se seca.
Leo, la actuación de los políticos es ciertamente lamentable. Se ahorran cifras y reproches con una falta de respeto hacia los demás que descorazona. A mí me da una lástima inmensa que sean incapaces de sentarse a dialogar como personas normales con la sana intención de lograr acuerdos que repercutirían en el bien común. Otra puñetera utopía…
Negras tormentas agitan los aires,
nubes oscuras nos impiden ver,
aunque nos espere el dolor y la muerte,
contra el enemigo nos llama el deber.
El bien más preciado es la libertad.
hay que defenderla con fe y con valor.
Alza la bandera revolucionaria,
que del triunfo sin cesar nos lleva en pos.
Alza la bandera revolucionaria,
que del triunfo sin cesar nos lleva en pos.
¡En pie pueblo obrero, a la batalla!
¡Hay que derrocar a la reacción!
¡A las barricadas! ¡A las barricadas
por el triunfo de la Confederación!
¡A las barricadas! ¡A las barricadas
por el triunfo de la Confederación!
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