No sabía si escribir sobre esto porque no sabía cómo enfocarlo (y todavía no lo sé, espero que las teclas me ayuden). Sólo sé que al vivir cierta escena se me desbocaron los pensamientos y se tropezaron con los sentimientos, tanto que impidieron la reflexión. O al menos no me dejaron llegar a una reflexión más o menos cerrada o coherente. Que nadie se espere una entrada con principio, desarrollo y final, porque os voy a dejar huérfanos de moraleja.
La historia es sencilla, justo las que más me trastocan. Iba yo tranquilamente en el metro leyendo, ¡qué raro!, cuando entró una mujer arrastrando a un niño de unos diez años. El niño tenía claramente algún tipo de retraso mental severo (no estoy yo para eufemismos con el calor que está cayendo). Había un sitio vacío al lado de una chica joven y la madre (digo yo que lo era, que lo mismo no) le dijo al niño que se sentara. Él se sentó y acto seguido, sin que a nadie le diera tiempo a reaccionar, le arreó un buen puñetazo a la chica (sin mucho tino, eso sí, pero el susto no se lo quitó nadie). La madre le agarró como pudo y la chica se levantó, pero el niño se zafó y le dio otro puñetazo. Ya sentada la madre a su lado, le sujetó ambas manos. El niño la emprendió a patadas con quien pasaba. Menos mal que no acertaba con ninguna espinilla. Parece que se calmaba, pero al rato la emprendía a golpes con las paredes del vagón. De vez en cuando acompañaba esos golpes con gritos. La madre siguió sujetándole con fuerza ambas manos. Hubo un momento en que se calmó del todo y le dio un juguete, como una especie de esponja con diferentes texturas con la que el niño se acariciaba la cara y los brazos y parecía tranquilizarse.
En el anterior párrafo no hay nada de literatura, raro en mí que hasta para describir un estornudo soy capaz de utilizar toda suerte de metáforas. He intentado narrarlo al desnudo, como fue. La escena me provocó estupor, sí, porque este tipo de situaciones son violentas. Todo el vagón estaba igual, sin saber para dónde ni cómo mirar.
Pero no me quedé en el estupor. Pensé en lo que estaría pasando esa madre, esa familia, en esa situación y cientos como esas que les tocará vivir. He tenido conocidos con algún familiar con síndrome de down, con una relación marcada por el cariño. Una amiga mía de la infancia tiene un hermano con una parálisis cerebral severa. Él debe tener ahora unos cuarenta años. Jamás se ha movido ni ha hablado. Siempre le recuerdo con una mirada potente y una sonrisa deliciosa. Sus dos únicas herramientas para comunicarse.
Tener un hijo con cualquier tipo de minusvalía severa tiene que ser terrible. Marca vidas enteras. Se convierten en el eje sobre el que gira todo. Viendo al niño del otro día algo me fallaba en la ecuación, por su conducta violenta que lo dificulta aún más si cabe. Pensé que el amor es la base para superar este tipo de trances. También pensé que el amor por los hijos se sobreentiende (no sé si a veces de un modo precipitado). Y no sé por qué pensé en la cantidad de energías que debe gastar esa mujer al día para no olvidarse de ese amor hacia su hijo.
Como decía al principio, no sabía si escribir sobre esto, porque no sabía bien qué quería expresar ni cómo hacerlo. Y ahora que ya lo he escrito, sigo sin saberlo. La vida sigue regalándome más preguntas que respuestas. Desde pequeñito siempre intuí que más me valía acostumbrarme a la confusión y en ello me hallo.
La historia es sencilla, justo las que más me trastocan. Iba yo tranquilamente en el metro leyendo, ¡qué raro!, cuando entró una mujer arrastrando a un niño de unos diez años. El niño tenía claramente algún tipo de retraso mental severo (no estoy yo para eufemismos con el calor que está cayendo). Había un sitio vacío al lado de una chica joven y la madre (digo yo que lo era, que lo mismo no) le dijo al niño que se sentara. Él se sentó y acto seguido, sin que a nadie le diera tiempo a reaccionar, le arreó un buen puñetazo a la chica (sin mucho tino, eso sí, pero el susto no se lo quitó nadie). La madre le agarró como pudo y la chica se levantó, pero el niño se zafó y le dio otro puñetazo. Ya sentada la madre a su lado, le sujetó ambas manos. El niño la emprendió a patadas con quien pasaba. Menos mal que no acertaba con ninguna espinilla. Parece que se calmaba, pero al rato la emprendía a golpes con las paredes del vagón. De vez en cuando acompañaba esos golpes con gritos. La madre siguió sujetándole con fuerza ambas manos. Hubo un momento en que se calmó del todo y le dio un juguete, como una especie de esponja con diferentes texturas con la que el niño se acariciaba la cara y los brazos y parecía tranquilizarse.
En el anterior párrafo no hay nada de literatura, raro en mí que hasta para describir un estornudo soy capaz de utilizar toda suerte de metáforas. He intentado narrarlo al desnudo, como fue. La escena me provocó estupor, sí, porque este tipo de situaciones son violentas. Todo el vagón estaba igual, sin saber para dónde ni cómo mirar.
Pero no me quedé en el estupor. Pensé en lo que estaría pasando esa madre, esa familia, en esa situación y cientos como esas que les tocará vivir. He tenido conocidos con algún familiar con síndrome de down, con una relación marcada por el cariño. Una amiga mía de la infancia tiene un hermano con una parálisis cerebral severa. Él debe tener ahora unos cuarenta años. Jamás se ha movido ni ha hablado. Siempre le recuerdo con una mirada potente y una sonrisa deliciosa. Sus dos únicas herramientas para comunicarse.
Tener un hijo con cualquier tipo de minusvalía severa tiene que ser terrible. Marca vidas enteras. Se convierten en el eje sobre el que gira todo. Viendo al niño del otro día algo me fallaba en la ecuación, por su conducta violenta que lo dificulta aún más si cabe. Pensé que el amor es la base para superar este tipo de trances. También pensé que el amor por los hijos se sobreentiende (no sé si a veces de un modo precipitado). Y no sé por qué pensé en la cantidad de energías que debe gastar esa mujer al día para no olvidarse de ese amor hacia su hijo.
Como decía al principio, no sabía si escribir sobre esto, porque no sabía bien qué quería expresar ni cómo hacerlo. Y ahora que ya lo he escrito, sigo sin saberlo. La vida sigue regalándome más preguntas que respuestas. Desde pequeñito siempre intuí que más me valía acostumbrarme a la confusión y en ello me hallo.
26 comentarios:
Jope, que duro..... uf....
Pensaba que ibas a contar algo que no me habías contado pero, como me lo cuentas todo...
Ya sabes lo que opino yo, ya te lo dije. Muchos besos cosa bonita
Joe mgq.... y el resto nos quedamos sin saber lo que opinas??? Anda mujer... estírate un poquito coño XD
Pues creo que si no has vivido algo aunque sea parecido de cerca, no te puedes hacer a la idea del sufrimiento que es.
No se hasta que punto se dará cuenta el niño de sus circunstancias pero la madre lo tiene que estar pasando fatal.
Besitosssss
Durísimo. Tiene que ser un sufrimiento enorme a convivir con el miedo al futuro cuando se tiene un hijo en estas circunstancias. Y un día a día lleno de sacrificio.
Sin duda esas personas saben mucho de amor.
¡Cómo me gustaría tener una varita mágica para poder conseguir que esta mujer leyese lo que has escrito!
El reconocimiento público de su entrega no la aliviaría en absoluto de su carga, pero fijo que se le hacía un pelín más llevadera.
Paradojas.
Un besazo.
A veces el apreciar problemas ajenos cambia ciertas perspectivas... Aunque sea temporalmente.Y es en esos problemas donde te encuentras la grandeza que puede tener el ser humano como tal ante esas especiales adversidades.
Esa grandeza que suele estar tan enterrada.
Un beso.
Mariano, como creo que sabes, mi mujer es profesora de educación especial, pero antes de eso fue auxiliar y monitora de ATAM (asociación de telefónica de ayuda al minusvalido) institución donde hay muchos "profundos" y la mayoría no son ya niños. He hablado mucho con mi mujer sobre el tema, en ella es vocacional, pero a pesar de ello en ocasiones viene "tocada" a casa. Te podría contar muchas historias parecidas y más "escabrosas", pero creo que realmente has hecho un tipo de literatura, literatura del estupor, de la verdad desnuda, sin denuncia, sin opinión, fría, como en realidad te dejan estos casos vistos como expectador.Y hasta así resultas conmovedor.
Supongo que todos lo que tenemos hijos (y los que no también, pero a lo mejor nosotros de manera más cercana) nos hemos puesto alguna vez en el papel de una de esas madres. Visto desde fuera parece algo tremendo, pero no sé cómo el ser humano saca fuerzas de donde no parece haberlas y es capaz de grandes cosas, porque entregarte así a otro ser sí que es una “gran cosa”.
Muy duro Mariano, para la madre, como siempre es la que lleva el peso de la situación, para el resto de la familia. Imagina al profesorado que se tiene que enfrentar día a día con casos sangrantes y sin los apoyos adecuados.
Estaría aquí contándote anécdotas conocidas, pero lo más importante hoy por hoy es una buena aplicación de La Ley de Dependencia; muchas mujeres de este País necesitan un respiro
Yo he vivido una circunstancia como esta. En un autobús. Quizá te acuerdes Mariano, te la conté. Yo tuve que intervenir porque al crío le daba por morder los brazos de la madre hasta que sangraba. Lo ví con tanta saña que intenté distraerlo con unos caramelos. Lo conseguí durante unos minutos. Recuerdo la cara de la madre, completamente ida.
Quizá voy a ser un poco dura, pero es evidente que si esa mujer tuviera más ayuda tal vez la situación en el metro se hubiera producido de otra forma. Por eso era tan necesaria la Ley de la Dependencia como apunta Carmen. Porque la madre es madre, pero no tiene porqué conocer cómo reaccionar ante situaciones así; probablemente lo habrá ido "aprendiendo" de la forma más dura,a través de la propia experiencia. Y decía que iba a ser un poco dura, porque entendiendo la situación también hay que decir que la única que ahí paga el pato es la chica a la que le pegan el puñetazo. Supongamos que eso lo hace un crío sin problemas, probablemente la chica ahí reacciona y le dice a la madre que le diga algo al niño, o etcéteras, pero aquí se levanta y se calla, y eso tampoco es de recibo, es decir, que el crio sea violento porque está enfermo no es excusa para que haya que aguantar que te den un puñetazo, sinceramente.
Un abrazo incorporándome al mundo "zurdo".
Y sin saberlo, lo has (d)escrito de la mejor forma posible, Zurdo.
Si te soy sincera, yo no llevaría nada bien el tener un hijo con problemas...
Soy muy consciente de ello y por eso no puedo dejar de admirar a quienes lo sobrellevan.
Besos
Wen, mucho, tanto que me colapsé.
Mgqseaml, me da que este niño en concreto no tenía capacidad para valorar sus acciones.
Leo, o al menos de entrega. El día a día tiene que ser terrible.
Vitruvia, probablemente no le aliviara nada. Lo asimilan casi como su único papel en la vida, es lo que les da sentido. Al menos es lo que yo he podido ver.
Luna Carmesí, los pequeños héroes y heroínas del día a día.
JOAKO, admiro a tu chica. Me parece una labor importantísima y a la vez muy difícil de hacer.
Estilografic.blog, cuánta razón tienes. Lo que me descolocó a mí en este caso es el factor agresividad, que dificulta aun más las cosas, incluso el cariño.
Carmen Coello, sin duda. Espero que se deje de jugar con la ley de dependencia como arma arrojadiza y se empiece a ayudar a todas estas personas.
Marisa bop, no me acordé en ese momento, pero ahora lo recuerdo. Esta madre tenía cara de desesperada, la verdad.
Alena.Collar, tu comentario no me parece duro. Es uno de los que se me cruzó a mí también por la cabeza. Y pensé que la madre estaría pensando lo mismo.
Irreverens, como dice Estili, probablemente sacarías fuerzas del propio amor, pero desde fuera parece toda una proeza desde luego.
buf! yo en esas situaciones intento sonreir a la madre o hacerle ver de alguna manera que si necesita ayuda estoy por ahí... tiene que ser terrible verte sola, quizás estuviera pensando que la gente era hostil ante la situación..
Geminis, entiendo lo que quieres decir, pero no había caras de hostilidad. Al menos yo no las vi, más bien la gente estaba con cara de no saber qué hacer.
Son situaciones muy duras, por circunstancias familiares que alguna vez he comentado, he tenido que pasar mucho tiempo en centros de atención a discapacitados - de diversa índole, pero todos en el mismo sitio-, ahí ves porque es necesario un gobierno de izquierdas. Lo digo así, sin temor a que nadie se me acuse de irme por los cerros de Úbeda. No se puede condenar a nadie a una situacíón permanente como la que debe vivir esa mujer, o la persona que cuide a ese chaval, sea quién sea. Para paliar estos dramas es necesaria una política estructural, no la mera coyuntura de pagar 400 euros al mes, por enfermedades que acarrean gastos de 2000 o más - si, habéis leído bien, 2000 o más-. La ley de Dependencia es una mierda para cubrir el expediente; lo sé porqué lo vivo cada día.
Alegan que no hay dinero, que es muy caro. Pero no dicen que España es, junto con Italia, el país con mayor tasa de fraude fiscal de la Unión Europea. Y no lo dicen porque no les interesa arreglarlo, imaginad que pasaría si el Estado dispusiese de suficiente dinero para dignificar la vida de sus ciudadanos, para mantener el sistema público de pensiones, para atender como merecen a los miles de hombres y mujeres, que se juegan la vida en el mar para llegar al paraíso con que les engañamos cada día. ¿ Dónde pondrían los señores banqueros sus fondos de pensiones?, ¿ Con qué miedos nos obligarían a mantener un sistema despreciable, que necesita pobres para explotarlos y sobrevivir?, ¿ Dónde andarían las corporaciones sanitarias privadas, que se lucran con la ineficiencia de los servicios sociales y médicos públicos? Tienes razón Zurdo, sólo hay preguntas, y debajo de las preguntas hay personas, cómo por ejemplo la mujer que viste en el metro y que más de una vez habrá deseado la muerte de ese niño, por mucha sangre de su sangre que sea. Porque estas cosas se piensan, yo lo sé bien.
Jovekovic, has dicho muchas de las cosas que pensaba y muchas otras de las que sólo intuía.
Muchas gracias por ayudarme a pensar.
Muchas gracias a todos.
Algún día si me animo contaré yo también mi historia. Muchos besos cosita bonita
La problemática social del discapacitado y sobre todo de los familiares es algo que asusta mucho querido amigo... entiendo perfectamente lo que quieres decir, porque lo he vivido muchas veces, eso de no saber ni que pensar...
Besicos
Aplaudo entusiasmada el comentario de Jove.
La criatura probablemente no es consciente de lo que hace, ni de lo que hace sufrir.
Y cuando lo vemos a nuestro alrededor, ¿qué pòdemos hacer? ¿somos capaces de ponernos en el lugar de la madre?
Duro y difícil. En esa confusión me sentiría yo, con mil preguntas sin respuestas y pensamientos para esas personas que viven con ese tipo de problemas a diario.
Difícil contarlo tal y como lo has escrito
Un abrazo grande
las pequeñas grandes cosas de cada casa...
gusto de leerte,
volveré
Pues lo has expresado muy bien, Mariano. Y algunos de los comentarios han sido muy esclarecedores. En mi trayecto en bus hacia el trabajo, suben a menudo disminuidos psíquicos solos si p0ueden o acompañados en algunos casos de otras personas, para acudir a una escuela taller cercana. Sé, por lo que me han comentado, que cuesta mucho entrar a este centro porque hay mucha más demanda que lugares de este tipo. Lo mismo ocurre con la atención integral a estos pacientes. Los servicios sociales son enormemente deficientes en este concepto.
Saludos.
Yo lo que quiero es que tú sigas sin saber qué escribir ni cómo escribirlo.
Abrazos
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