Estimado señor Zurdo:
Estupefacto me hallo ante la trasgresión a mi intimidad sufrida ayer en su blog, a manos de su mano izquierda y del resto de sus acólitos blogueros. Me presento, ya que mantener el anonimato sería absurdo, gracias a la exhibición pública a la que usted y los suyos me sometieron para regocijo y jarana de sus lectores. Me llamo Jeremías Escribano Izquierdo y, efectivamente, soy periodista, cántabro, casado y con una preciosa hija de nueve años. Aparte de eso, y de mi afición a las nueces y mi habilidad para cascarlas, permítame aclararles (a partir de ahora me dirigiré a todos los literatos), no dieron ni una. Ni siquiera hago uso del reloj por partida doble, y si el día en que fui espiado llevaba dos, fue sólo un asunto coyuntural. Paso a relatar cronológicamente los hechos, habida cuenta de su interés por mis correrías y quehaceres.
No llegué a Madrid el viernes, sino que intenté irme a Santander y no lo conseguí. Trabajé todo el día en un reportaje sobre el incremento de la presencia de la ultraderecha en Madrid, haciendo un seguimiento por el centro de la capital de toda la cartelería que convocaba a diversas manifestaciones xenófobas cercanas al 20-N, y tomé el pulso a los ciudadanos, para ver cómo lo viven ellos. Como no viene al caso, no me extenderé en el tema, pero sí le comentaré la indignación que se vive ante la manga ancha de las administraciones madrileñas ante este tipo de manifestaciones, en las que se exhiben banderas y símbolos de la ultraderecha, se gritan eslóganes claramente denunciables, se ponen tenderetes de venta de libros apologistas sin ningún pudor ni impedimento de las fuerzas del orden público. A lo que iba. Mi reloj decidió retrasar poco a poco a media tarde y no caí en la cuenta, razón por la cual llegué a Barajas cuando la puerta de embarque estaba más cerrada que la defensa de Italia en una final contra Brasil. Tengo aspecto fiero, incluso desagradable me atrevería a decir, pero soy un tipo sereno que no suelo perturbarme con facilidad. Así que con las que llegué, me fui. Llamé a mi esposa para avisarle del imprevisto y luego a mi hermana, en cuya casa me alojo cada vez que me dejo caer por los madriles. Me dijo que mi cama seguía libre, pero que ella había quedado a tomar unas copas con unos amigos comunes y que mejor me apuntara al plan, porque para cuando llegara a casa ella no estaría. Dicho y hecho. Quedamos a las 22:18 en el locutorio que está en Plaza de Castilla, justo al subir las escaleras de la línea 9. 22:18. Mi hermana tiene esas cosas, pero yo la quiero igual. Ella es mi negativo. Su aspecto es dulce y frágil, pero tiene un carácter que ya quisiera para sí toda la guardia pretoriana, y el tema de la puntualidad es para ella dogma de fe y motivo de agria disputa. Como soy un despiste, puse el reloj, a esas horas ya parado, en las 22:18, como recordatorio. Acto seguido me compré un reloj nuevo en el mismo aeropuerto. Soy maniático, lo reconozco. Así que me puse el reloj nuevo en la mano izquierda (no podría mirar la hora de otra manera) y el parado en la mano derecha para no perderlo, ya que es un regalo muy especial. Con los dos relojes en hora, una estática y otra dinámica, eché a andar. Bueno, eché a correr porque no llegaba y no me apetecía discutir con mi hermana.
Al llegar en el metro me senté nervioso. Cuando uno llega tarde y va en metro sólo puede acelerar en los pasillos y serenarse en los vagones. Dije que era un maniático, razón por la que no soporto que las esferas de los relojes o las pantallitas de los aparatos electrónicos estén manchados con las huellas de los dedos. Había quitado el plastiquito que ponen a los relojes nuevos y su aspecto aún adhesivo me hizo limpiarme varias veces compulsivamente. Me puse los cascos y escuché un disco de Pepín Tre con el que siempre me descojoncio. Más tranquilo, y con el estómago más vacío que un mitín de Acebes es Rivas Vacíamadrid, me acordé de las nueces. Es cierto que las nueces entre mis dedos son como bolas de nieve-primavera en las manazas de Screck, así que al cascarla algunos polvillos sembraron el suelo del vagón. En ese momento te vi, porque supongo que el melenudo que se sentó enfrente de mí en el vagón era usted. Reparé en que tomaba notas con la zurda, pero no se me pasó por la cabeza que estuviera alimentando sus líneas pseudoliterarias a mi costa. Me miró con reproche. Me quité los cascos y le pregunté que si tenía algún problema, a lo que usted me contestó extemporáneamente que si yo hacía lo mismo en mi casa con las nueces. Reconocí mi falta de civismo, me agaché y cogí los trocitos minúsculos de nuez que reposaban en el suelo entre cáscaras de pipa, alguna colilla (que luego pensé qué hacían allí si está prohibido fumar en el metro), cachos de periódico gratuito y alguna inmundicia más que preferí no analizar. No hubo gritos, ni amenazas, ni hurto. Por la pinta que gasta usted, debe de ser de los que llevan un reloj de arena en el abrigo tipo gualdrapa o que se orientan horariamente mirando al cielo. Así que ruego una rectificación específica al respecto. Bajé en Colombia, corrí por los pasillos, cogí la línea 9 y volví a sentarme. Eran sólo tres paradas, pero últimamente hago menos ejercicio que el inventor del mando a distancia. Allí estaba usted. Al fondo del vagón, mirándome de soslayo y garabateando en su libreta. Con la zurda. No le presté más atención. No tenía nada de particular que siguiera mi mismo itinerario. Llegué a Plaza de Castilla y corrí escaleras arriba como si dieran premio por llegar el primero a la cima del Everest en plena temporada de ascensiones. Cuando llegué, la puntual de mi hermana no estaba. A usted tampoco le vi, pero según parece rondaban la zona Estilografic, Llamazares, Escriptorum, Alfman, Vitruvia, Iván, Mayte y Maite. ¡Menuda panda de farsantes!
Estupefacto me hallo ante la trasgresión a mi intimidad sufrida ayer en su blog, a manos de su mano izquierda y del resto de sus acólitos blogueros. Me presento, ya que mantener el anonimato sería absurdo, gracias a la exhibición pública a la que usted y los suyos me sometieron para regocijo y jarana de sus lectores. Me llamo Jeremías Escribano Izquierdo y, efectivamente, soy periodista, cántabro, casado y con una preciosa hija de nueve años. Aparte de eso, y de mi afición a las nueces y mi habilidad para cascarlas, permítame aclararles (a partir de ahora me dirigiré a todos los literatos), no dieron ni una. Ni siquiera hago uso del reloj por partida doble, y si el día en que fui espiado llevaba dos, fue sólo un asunto coyuntural. Paso a relatar cronológicamente los hechos, habida cuenta de su interés por mis correrías y quehaceres.
No llegué a Madrid el viernes, sino que intenté irme a Santander y no lo conseguí. Trabajé todo el día en un reportaje sobre el incremento de la presencia de la ultraderecha en Madrid, haciendo un seguimiento por el centro de la capital de toda la cartelería que convocaba a diversas manifestaciones xenófobas cercanas al 20-N, y tomé el pulso a los ciudadanos, para ver cómo lo viven ellos. Como no viene al caso, no me extenderé en el tema, pero sí le comentaré la indignación que se vive ante la manga ancha de las administraciones madrileñas ante este tipo de manifestaciones, en las que se exhiben banderas y símbolos de la ultraderecha, se gritan eslóganes claramente denunciables, se ponen tenderetes de venta de libros apologistas sin ningún pudor ni impedimento de las fuerzas del orden público. A lo que iba. Mi reloj decidió retrasar poco a poco a media tarde y no caí en la cuenta, razón por la cual llegué a Barajas cuando la puerta de embarque estaba más cerrada que la defensa de Italia en una final contra Brasil. Tengo aspecto fiero, incluso desagradable me atrevería a decir, pero soy un tipo sereno que no suelo perturbarme con facilidad. Así que con las que llegué, me fui. Llamé a mi esposa para avisarle del imprevisto y luego a mi hermana, en cuya casa me alojo cada vez que me dejo caer por los madriles. Me dijo que mi cama seguía libre, pero que ella había quedado a tomar unas copas con unos amigos comunes y que mejor me apuntara al plan, porque para cuando llegara a casa ella no estaría. Dicho y hecho. Quedamos a las 22:18 en el locutorio que está en Plaza de Castilla, justo al subir las escaleras de la línea 9. 22:18. Mi hermana tiene esas cosas, pero yo la quiero igual. Ella es mi negativo. Su aspecto es dulce y frágil, pero tiene un carácter que ya quisiera para sí toda la guardia pretoriana, y el tema de la puntualidad es para ella dogma de fe y motivo de agria disputa. Como soy un despiste, puse el reloj, a esas horas ya parado, en las 22:18, como recordatorio. Acto seguido me compré un reloj nuevo en el mismo aeropuerto. Soy maniático, lo reconozco. Así que me puse el reloj nuevo en la mano izquierda (no podría mirar la hora de otra manera) y el parado en la mano derecha para no perderlo, ya que es un regalo muy especial. Con los dos relojes en hora, una estática y otra dinámica, eché a andar. Bueno, eché a correr porque no llegaba y no me apetecía discutir con mi hermana.
Al llegar en el metro me senté nervioso. Cuando uno llega tarde y va en metro sólo puede acelerar en los pasillos y serenarse en los vagones. Dije que era un maniático, razón por la que no soporto que las esferas de los relojes o las pantallitas de los aparatos electrónicos estén manchados con las huellas de los dedos. Había quitado el plastiquito que ponen a los relojes nuevos y su aspecto aún adhesivo me hizo limpiarme varias veces compulsivamente. Me puse los cascos y escuché un disco de Pepín Tre con el que siempre me descojoncio. Más tranquilo, y con el estómago más vacío que un mitín de Acebes es Rivas Vacíamadrid, me acordé de las nueces. Es cierto que las nueces entre mis dedos son como bolas de nieve-primavera en las manazas de Screck, así que al cascarla algunos polvillos sembraron el suelo del vagón. En ese momento te vi, porque supongo que el melenudo que se sentó enfrente de mí en el vagón era usted. Reparé en que tomaba notas con la zurda, pero no se me pasó por la cabeza que estuviera alimentando sus líneas pseudoliterarias a mi costa. Me miró con reproche. Me quité los cascos y le pregunté que si tenía algún problema, a lo que usted me contestó extemporáneamente que si yo hacía lo mismo en mi casa con las nueces. Reconocí mi falta de civismo, me agaché y cogí los trocitos minúsculos de nuez que reposaban en el suelo entre cáscaras de pipa, alguna colilla (que luego pensé qué hacían allí si está prohibido fumar en el metro), cachos de periódico gratuito y alguna inmundicia más que preferí no analizar. No hubo gritos, ni amenazas, ni hurto. Por la pinta que gasta usted, debe de ser de los que llevan un reloj de arena en el abrigo tipo gualdrapa o que se orientan horariamente mirando al cielo. Así que ruego una rectificación específica al respecto. Bajé en Colombia, corrí por los pasillos, cogí la línea 9 y volví a sentarme. Eran sólo tres paradas, pero últimamente hago menos ejercicio que el inventor del mando a distancia. Allí estaba usted. Al fondo del vagón, mirándome de soslayo y garabateando en su libreta. Con la zurda. No le presté más atención. No tenía nada de particular que siguiera mi mismo itinerario. Llegué a Plaza de Castilla y corrí escaleras arriba como si dieran premio por llegar el primero a la cima del Everest en plena temporada de ascensiones. Cuando llegué, la puntual de mi hermana no estaba. A usted tampoco le vi, pero según parece rondaban la zona Estilografic, Llamazares, Escriptorum, Alfman, Vitruvia, Iván, Mayte y Maite. ¡Menuda panda de farsantes!
Mi hermana llegó a las y 22, cuatro minutos tarde, pero preferí no armar ningún escándalo. Me besó en la boca como siempre. Es costumbre en la familia. Con cierta efusividad, sí, porque me quiere mucho y se alegró de tenerme todo el fin de semana para ella. Reconozco que le di unas cachetadas cariñosas en el culo, pero es que es mi hermana pequeña y su culo no es de mujer, es de hermana pequeña. ¿Que me echó mano al paquete picarona? Juegos de críos llevados a la adultez. ¿Nunca han jugado ustedes a pellizcar diciendo lo de “dime cinco marcas de leche o no te suelto”? (mi amigo Chani siempre decía “cinco marcas de tanques rusos”, pero ese es otro cantar). Después del encuentro, afectuoso por demás, nos fuimos a la fiesta de los amigos comunes, pasamos el fin de semana juntos y el domingo regresé a Santander con mi reloj estropeado y con un reloj nuevo que da la hora magníficamente.
Esta es la historia verdadera, y no esa sarta de embustes propios de literatos desocupados. Nada de tiempos detenidos ni acelerados, nada de niñas del exorcita reflejándose en la esfera recriminándole al papi adúltero; nada de nada. Descarguen su adicción a la inventiva en algún librito, como por ejemplo, en el de Blog de papel, ¡hombrepordios!
Esta es la historia verdadera, y no esa sarta de embustes propios de literatos desocupados. Nada de tiempos detenidos ni acelerados, nada de niñas del exorcita reflejándose en la esfera recriminándole al papi adúltero; nada de nada. Descarguen su adicción a la inventiva en algún librito, como por ejemplo, en el de Blog de papel, ¡hombrepordios!
Ruego, que en mi descargo y para limpiar mi mancillada dignidad, publique esta carta íntegra, o me veré a tomar medidas legales que no satisfarán a nadie.
Suyo atentísimo,
Jeremías Escribano Izquierdo.
Suyo atentísimo,
Jeremías Escribano Izquierdo.
PD: Esta posdata no la publique si no quiere descubrir cómo los jíbaros reducían los cráneos, y sabe usted cómo me las gasto cascando nueces... Esto es lo que le he contado a mi mujer y me consta que ella lee su absurdo blog, así que no quiero que cambie ni una sola coma, que le veo venir, que tiene usted la zurda muy suelta...
¡Gracias a todos por participar de una manera u otra! Ha sido genial, y habéis conseguido que mi virus grastroenterítico pase a mejor vida, o a otro cuerpo. Besitos/azos.
28 comentarios:
Buuuuu, fueraaaaa
"Amos", hombre, ¿dónde va a parar? Que no se queje que del alma calenturienta de esos escribanos salen las verdaderas vidas, las que ya le gustaría a usted vivir.
¡Soso, que es usted un sosoooo!
jaajaaj
Mariano: un abrazo, majo.
la interrogación, que sepas que me he quedado con tu cara. Y he leído las entradas de este pseudoblog y he leído las aportaciones de tu hija. Grrrrrrr
Ahhhhhhh!, A mi que me registren, jajajajaj, yo de este señor no dije ni mú.
Han sido ellos, señor Jeremías, que son unas gentes de mal vivir.
Querida Pitrucia, ¿le importa que le llame así? Vale, usted no me difamó, pero insinuó que el melenudo fue a reunirse con mi amant..., digo con mi hermana. Así que también me he quedado con su cara.
Eh, Vitruvia, no escurras el bulto que tu eras una de las (espera que voy a ver como os llamó)de la ¡Panda de farsantes! jaajaa, que no, que no vas a ir de buenaaaa
jaaaj
Señor soso, tomese la vida con más alegría. Fíjese en el zurdo que ha estado malito, lleno de viruses por todas partes y ha escrito algo genial.
Gracias Inte, pero no me soliviantéis al Jeremías, leches, que vosotros no le habéis visto en vivo y en directo y es como un qebrantahuesos pero en mamífero.
Jajajajajajajaja
Espectacilar Mariano, de verdad.
Vaya señor por cierto, menudo genio XDD
No se de tantas ínfulas caballero que aqui los compañeros solo hacían kábalas y pasaban el tiempo alimentando su imaginación con unos granitos de Jere.
Agradecido debería estar, hombrecoño XD
Wen, que me dice Jeremías que sabe quien eres, que eres la que tiene carné para conducir cualquier artilugio marítimo, terrestre y aéreo. Ah, y que es representante de portátiles, que si llega a conocerte antes te hace un ofertón de la leche, por simpática...
BRILLANTE.
:D
suerte que yo no tengo tiempo de nada, que si no...
Aquí se presta a dar la cara uno de los susodichos blogueros alcohólicos, digo acólitos, para dedicarle unos vesi-anos, digo versículos, a este tipo:
Jeremías Escribano Izquierdo,
es usted un tío cerdo.
¡Hombrepordios!
Mi madre ya me llamaba farsante cuando siendo niño le devolvía el cambio del pan quedándome como mínimo cinco durillos. Así que tampoco es que me ofenda demasiado. Si me gustaría aclarar que, siendo cierta su historia, la mía tampoco le andaba a la zaga. Lo cierto es que se me olvidó mentar el papel de su hermana. Ruego sepa disculpar mi torpeza. Hay veces que las palabras desaparecen de mi mano después de haberlas pensado.
Me ha encantado el final decisivo. Toda una lección de disculpa ante una presunta infidelidad.
Un saludo!
Pero, ¿cómo se atreve el izquierdoso escribano este a decirnos estas cosas?
¡acabáramos! ahora entiendo lo de las nueces y lo de cascarlas ....
Con mi sombrero en mano descubriendo la cabeza, la misma que se inclina en reverencia mientras dos pasos atrás inco la rodilla, pues no puede ser de otra forma. Capitulo ¡ya lo creo! ante semejante despliege descriptivo
¡larga vida al Zurdo!
PD: me ha encantado lo del mitin de
Acebes en rivas, juas, me lo quedo...
¿Será posible? Me he levantado pensando en la historia de los dos relojes, la chica, las nueces, el final... y hoy ya me lo dan todo resuelto!
Cómo lo he disfrutado. Genial.
Un besote
Demostrado queda que no existe nada que separe a eso que hemos dado en llamar, realidad y ficción.
Bravo Zurdo, cabrón.
El señor Quejemías éste encima de maleducado y tirando a fascistoide es pelín chulito ¿no?
Mariano, tú no te amilanes ni una miaja, hijo mío. Por cierto, ya veo que tienes querencia por los personajes masculinos con nombre iniciado en "J"...Je!Je!Je!
P.D. Ya tengo el paquete... mañana hago una entrega en directo y envío la segunda.
Viguetana, riquiña, te has librado por los pelos, pero que sepas que sé que eres una trotamontes hipobárica, y eso está muy feo.
Estilografic, me caes bien, sólo te romperé los dedos de una mano...
Iván, ni mentar a mi hermana ni mentir sobre ella. Que no me entere...
Escriptorum, craaaaack.
Alfman, ¿ponerte de rodillas ante el farsante mayor de la blogosfera que es el zurdo? Se veía venir. Que sepas que eres el primero de mi lista cascanueces por ese final tan... gélido que me deseaste.
Raquel, pues dentro de poco tengo que cruzar el charco por asuntos de negocios, así que pórtate bien...
Jeremías, hay que fastidiarse lo desagradable que eres hijo...
Clandestino, ¿lo ves? Mejor disfrutar de los dos lados del espejo.
Banderas, al cascanueces le tengo controlado, creo.
¡¡¡La tinta azul ha llegado a Vigo!!! Esto sí que hay que celebrarlo por todo lo alto. XDDDD
nuevos aires y buenos aires me trajeron hacia aqui...
me pareció fantastico tu espacio
cuidate
besooo
Patrycia
Bueno, yo creo que tampoco fue para tanto, si yo le dijera la de paranoias que me han dicho después de ver o vivir un tema concreto, no se lo podría creer...
Venga, pelillos a la mar...:)
Besos!
Patrycia, ¡bienvenida a este lado del charco!
Belén, parece que el cascanueces-quebrantahuesos ya se ha calmado...
¡¡¡GENIAL!!!
Impresionante zurdo, insisto en que no dejas de sorprenderme.
Joyce, ¡gracias!
Mexileña, me alegra saber eso. Es una magnífica noticia.
Poco a poco y discretamente
he ido leyendo los finales que
sucesivamente han ido apareciendo.
Me gustaron algunos y me encantó el
de Stilografic, pero ahora sólo puedo decir:
Chapeau yeremi Escribano!
C'est un delice!!!. Mes félicitations.
Venecia, muchas gracias en mi nombre, en el de Escribano, y por supuesto, en el de todos los finalistas o finaleros.
Joe, es tan bueno que has hecho que me lo crea...
Iller, como diría Clandestino, la línea entre lo real y lo imaginado es tan delgadita...
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