Ese espejo
que siempre le sirvió para vestirse ahora le sirve para despedirse. Desnuda,
recorre despacio su cuerpo. Con las manos a este lado. Con los ojos en el
reflejo. Se para con sus manos en su vientre. Se para con los ojos en los ojos
provocando una mirada de ida y vuelta que acaba en lluvia. Las lágrimas llegan
calmas al vientre y a las manos.
Las manos
abandonan el vientre y los ojos el espejo. Las manos agarran el pequeño
revólver y los ojos se cierran.
Dispara.
Las manos
caen de nuevo sobre el vientre.
Y los ojos,
desde el espejo, miran el cuerpo desplomado sobre la cama. Manos sobre vientre.
Melena en la almohada. Y la dulzura de un rojo cálido resbalando por su sien,
de un rojo tan parecido al vestido que aquel día se puso frente al espejo.
4 comentarios:
Fantástico. No digo más.
Mariano, Enhorabuena por Resquicios!
Mucha suerte para su andadura..
(Estoy preparándome para las próximas olimpiadas y no tengo tiempo para nada :)))
Este título del minirelato me gusta mucho...
Besos
Me encanta. Creo que es muy bueno.
Y me alegro.
Me gusta la textura de esta otredad tan finamente perfilada que nos regalas, Mariano.
Una pieza para releer y completar muchas veces.
Un saludo,
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