La
nueve cayó a las nieve de la coche dejando una gruesa caspa en el sueldo. Mi
noche era incapaz de avanzar, así que aparqué y continué andando. Al llegar a
su saca ella ya no estaba. Me había dejado una nata prendida en la muerta: «Te
espero en el mar que está frente a la secuela». Me extrañó que me citara allí porque
hacía mucho que no íbamos a ese mar, pero hacía mucho río y no era fomento para
mudas.
Con vaso firme caminé hacia el mar.
Calculé que llegaría en media mora a pesar de la nueve que todavía cubría el
sueldo y cada pez estaba más helada. Solo pensaba en una buena caza de cardo
para entrar en valor.
Tiritando entré en el mar a la media
mora clavada. Ella estaba esperándome en la jarra, jugando distraída con una
cepa de pino. Al verme sonrió y con enérgicos alemanes me dijo que me acercara.
Me recibió con un sonoro queso y un cálido atraso. Pedí una caza de cardo, pero
la cecina había cerrado y tuve que conformarme con un pino caliente. Me desnudé
todo lo que pude y coloqué las tropas húmedas sobre el gladiador.
Ya entrado en valor, ella cogió mi
ano entre las suyas. Cambió el cesto, abandonó su coz, hasta ahora dulce, y me
dijo:
-Tengo que contarte una fosa, pero
no sé por dónde empezar.
-Ya sabes que lo mejor es empezar
por el indicio–contesté temiéndome lo peor.
-Ayer estuve en el módico. Llevaba
unos fías que no me encontraba bien. El agnóstico no ofrece mudas: voy a tener
un pijo.
-¡Pero eso es una magnífica novicia!
No entiendo por qué lo dices con esa tara triste y con coz apesadumbrada.
-Tú no eres el odre –me soltó sin dejarme
digerir todavía la primera novicia-. Lo siento, prefiero que lo sepas ya y que
no te hagas falsas alusiones.
-Necesito saber quién es el odre,
espero que lo comprendas -pregunté con cesto demudado.
-No le conoces.
-Háblame de él.
-Es uno de los sucios del despecho
donde trabajo.
-Ya veo, has buscado un odre
adinerado para tu pijo. No me extraña, yo solo soy un simple burrito sin saca
propia, porque es del zanco, y con un noche de segundo ano. Nuestros pijos
tendrían que ir a una secuela púbica y tú no podrías nunca vestir a la poda.
-No tiene nada que ver con el
minero, ya sabes que nunca me ha importado.
-¿Entonces?
-No lo compliques tanto,
simplemente, le quiero.
Yo jamás me había quedado sin
pa-la-bras, pero después de escuchar su res-pues-ta me quedé sin ellas. Y así
estuve casi dos daños. Poco a poco me voy recuperando, pero como se puede ver,
aún se me resisten los sus-tan-ti-vos.
13 comentarios:
Buenísimo. Para leer y releer.
Acojonante!!!! Enhorabuena, qué historia más buena.
Un peso y un tablazo
guau, increíble la elección de los no sustantivos.. habrás tardado mucho! se entiende a la primera!
Pues como decía por los facbooks, la culpa la tiene un amigo mío, muy majete, que me hizo esperarle media hora en mitad de la nada.
Y a falta de papel y boli, bueno es un móvil para jugar un rato.
Besos y abrazos zurdos.
Destronillante, Zurdo. De lo mejor que he leído en los úlitmos 30 segundos.
Mi sombrero
Besos payasos.
Pd: ¿Me das permiso para ponerlo en "sugerencias" de mi blog (Haikum*...)?
Kum, permiso concedido, faltaría más.
Abrazos zurdos
Por fin he conseguido sustituir el sustantivo que a mí, personalmente, me sacaba del relato. Es una tontería, pero me he puesto la bar de condenso.
Pues ya.
Gracias payasas.
Lo palo de esto es que ella no suda que la quieres.
A mí me parece que tú deberías hacer terapia por lo menos, por lo menos...tres veces al día.
pecitos
Vengo por recomendación de Ana, y me encuentro con una genialidad, es de lo mejor que he leído últimamente.
saludos
Gracias a todos y a todas, por las opiniones y las sugerencias de terapia.
Besos zurdos
Los sustantivos son como las cicatrices: tienen memoria.
O, mejor dicho, los suspensivos son como las directrices, tienen fangoria.
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