12 de noviembre de 2012

Según con el cristal con que se mire

Dos ojos contra uno. Dos bien abiertos frente a uno parapetado tras la mirilla. Ambos se han elegido mutuamente. Había más pares de ojos a un lado y varias mirillas al otro, pero se han buscado, se han encontrado y han decidido acomapañarse en la experiencia.
Los metros de distancia se acortan. Para uno por la mirilla telescópica. Para otro porque sus dos ojos ya no tienen otra cosa que mirar. No tiene ganas de repasar todo su pasado en un solo instante y el futuro no existirá en breve. Únicamente le queda mirar el presente y el presente le espera tras esa mirilla.
Ambos dos, sendos tres ojos, esperan la orden.
Tres ojos, una mirilla, un dedo, un gatillo y una bala esperando la nueva orden tras el ¡carguen! y ¡apunten!
Pero tras el ¡carguen!, ¡apunten! no llega el consabido ¡disparen!, sino un ¡corten!
El director monta en cólera porque no encuentra pánico en los dos ojos ni violencia tras la mirilla. Pide, él sí colérico, más vísceras. Cinco minutos de descanso. A la vuelta espera un cambio de actitud o llamará al productor para parar definitivamente el rodaje.
El escritor repasa la novela, el guionista la adaptación y los actores releen la escena buscando afinar la interpretación. Iluminación, cámaras, maquillaje, sonido se reúnen para buscar una solución.
A punto de reiniciar el rodaje, a mil kilómetros, suena ¡disparen! y una mirilla ejecuta y dos ojos mueren sin pasión pero sin remedio.

1 comentarios:

Anita Dinamita dijo...

Joder, qué impresión, de verdad, una pasada. He sentido que me llevabas por donde te daba la gana.
Felicidades
Un abrazo