4 de abril de 2012

No soy un cobarde


Aquella hoja parda caía a ritmo de estalactita, en consonancia con el otoño que no terminaba de asentarse.
            Cuando llegue al suelo dispararé, me dije convencido de que no me faltaría el valor.
            A punto de posarse empezó a caer otra y decidí postergar el disparo a la llegada a tierra de esa segunda hoja.
            Acaricié el gatillo pero una tercera empezó a descender tras la segunda. Y una cuarta. Y una decena. En poco tiempo cien hojas formaron una cascada parda que prometía desnudar el árbol antes de lo esperado.
            Con el cañón apoyado en mi sien esperé pacientemente a que cayera la última hoja, pero tan pronto abandonó la rama más baja, se vio acompañada en el descenso por el primer copo del invierno.
            Me disparé en el pie, en un acto tan incompleto como necesario.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Me parece un micro muy bueno Mariano, es de los de puñetazo. Me ha gustado mucho.

Abrazo

Anónimo dijo...

Qué instinto asesino tenéis todos...Menos mal que estamos en primavera y no caen hojas...
Besis

Esther dijo...

Este sí es muy, muy bueno.

Uno de esos raros microrelatos en los que el texto vuelve innecesario cualquier título.