Dos mujeres: dos pasajeras del metro, sentadas juntas y enfrente de mí, que a la vez, pero por separado, se ofrecieron para ser retratadas por mis teclas.
Un destino: estación de Tribunal. Los tres nos bajamos en la misma parada.
Sé lo que estáis pensando, demasiadas mujeres para un pobre escritorcillo, demasiado retrato para tan poco pincel, pero qué queréis que os diga, perdido casi un oído, he decidido aprovechar los dos ojos al máximo. Si casi siempre confundo lo que vi con lo que imaginé, en esta ocasión ya ni os cuento, porque ya no sé si quiera si he mezclado pinceladas de ambos retratos…
Mujer 1. Edad indefinida. No, no es que su DNI carezca de ese dato o que ella vaya quitándose o poniéndose años (o sí, a saber) sino que es ese tipo de persona a la que me cuesta ponerle edad. La piel, los gestos, la ropa, el peinado, la mirada se empeñan en contradecirse unos a otros y el ojo de buen cubero sufre un estrabismo irreparable. Para centrarnos, pongamos 45 años, ni para ti ni para mí. Ropa neutra (o falta de observación por mi parte). Ningún rasgo físico característico que llamara mi atención, menos la mirada nerviosa que buscaba por todo el vagón y, sobre todo, por todo su bolso. Un enorme bolso del que fue sacando y metiendo toda clase de utensilios más o menos cotidianos. Se sienta a la vez que yo y, a la vez, saca un libro. El mío es El pentateuco de Isaac. Yo empiezo a leer pero ella no. Amaga con abrir el libro pero empieza a trastear en el bolso. Saca la funda de las gafas. Saca las gafas de la funda. Mete la funda de las gafas. Saca la funda de las gafas. Saca la gamuza para limpiar las gafas. Limpia las gafas. Mete la gamuza de las gafas. Mete la funda de las gafas. Se pone las gafas limpias. Parece que ya va a leer. Pero no. Saca una libreta. Y otra. Y un bolígrafo. Y papeles. Los ordena. Los desordena. Los mete en el bolso. Saca otros. O los mismos. Comprueba el móvil varias veces. Y el ipod. Y entre medias de todas las operaciones siempre amaga con empezar a leer. Tras un buen puñado de paradas empieza a leer. Empieza a leer en Bilbao, justo una estación antes de bajarse.
Mujer 2. Cincuenta y dos años, cuatro meses y tres días. Más o menos. Cuerpo de gimnasio o cirugía estética, no lo sé. Ropa apropiada para que se note el cuerpo de gimnasio y no se note el bisturí. Piernas kilométricas y esculpidas que se pierden prometiendo que lo mejor está bajo los escasos centímetros de la minifalda. No lee ni periódicos gratuitos, ni libros, ni hace sudokus. No oye música. Sólo mira al frente.
Y justo enfrente, junto a mí, se sienta un chico joven espectacularmente atractivo. Más de medio vagón se ha fijado en él (el resto dormitaba) durante unos segundos y ha vuelto a lo suyo. Excepto la mujer de cincuenta y dos años, cuatro meses y tres días. Ella ha encontrado sentido a eso de mirar sólo al frente.
Él está ajeno a todo, a no ser que tenga una visión periférica del carajo. Juega con un móvil con pantalla de televisión panorámica.
Ella está como… Ella se está poniendo… Ella se siente… Ella… Vamos, sin literatura, que está cachonda perdida. Y no lo disimula. Sus ojos no miran con lujuria, son lujuria. Su postura no se ha tensado como se podría pensar, sino que está relajada, muy relajada, como si más que desear en sí, disfrutara con la pura imaginación. Su ropa ha menguado de talla. Sus poros han aumentado la ratio por milímetro cuadrado de piel. Su maquillaje natural ha colapsado al cosmético. Sus medias de seda negra (las recuerdo de seda negra y lo mismo ni llevaba) se rozan leve y constantemente. Sus labios también son muslos. Y sus párpados. Y me voy a permitir el lujo de no hablar de sus pechos.
Un destino: estación de Tribunal. Los tres nos bajamos en la misma parada.
Sé lo que estáis pensando, demasiadas mujeres para un pobre escritorcillo, demasiado retrato para tan poco pincel, pero qué queréis que os diga, perdido casi un oído, he decidido aprovechar los dos ojos al máximo. Si casi siempre confundo lo que vi con lo que imaginé, en esta ocasión ya ni os cuento, porque ya no sé si quiera si he mezclado pinceladas de ambos retratos…
Mujer 1. Edad indefinida. No, no es que su DNI carezca de ese dato o que ella vaya quitándose o poniéndose años (o sí, a saber) sino que es ese tipo de persona a la que me cuesta ponerle edad. La piel, los gestos, la ropa, el peinado, la mirada se empeñan en contradecirse unos a otros y el ojo de buen cubero sufre un estrabismo irreparable. Para centrarnos, pongamos 45 años, ni para ti ni para mí. Ropa neutra (o falta de observación por mi parte). Ningún rasgo físico característico que llamara mi atención, menos la mirada nerviosa que buscaba por todo el vagón y, sobre todo, por todo su bolso. Un enorme bolso del que fue sacando y metiendo toda clase de utensilios más o menos cotidianos. Se sienta a la vez que yo y, a la vez, saca un libro. El mío es El pentateuco de Isaac. Yo empiezo a leer pero ella no. Amaga con abrir el libro pero empieza a trastear en el bolso. Saca la funda de las gafas. Saca las gafas de la funda. Mete la funda de las gafas. Saca la funda de las gafas. Saca la gamuza para limpiar las gafas. Limpia las gafas. Mete la gamuza de las gafas. Mete la funda de las gafas. Se pone las gafas limpias. Parece que ya va a leer. Pero no. Saca una libreta. Y otra. Y un bolígrafo. Y papeles. Los ordena. Los desordena. Los mete en el bolso. Saca otros. O los mismos. Comprueba el móvil varias veces. Y el ipod. Y entre medias de todas las operaciones siempre amaga con empezar a leer. Tras un buen puñado de paradas empieza a leer. Empieza a leer en Bilbao, justo una estación antes de bajarse.
Mujer 2. Cincuenta y dos años, cuatro meses y tres días. Más o menos. Cuerpo de gimnasio o cirugía estética, no lo sé. Ropa apropiada para que se note el cuerpo de gimnasio y no se note el bisturí. Piernas kilométricas y esculpidas que se pierden prometiendo que lo mejor está bajo los escasos centímetros de la minifalda. No lee ni periódicos gratuitos, ni libros, ni hace sudokus. No oye música. Sólo mira al frente.
Y justo enfrente, junto a mí, se sienta un chico joven espectacularmente atractivo. Más de medio vagón se ha fijado en él (el resto dormitaba) durante unos segundos y ha vuelto a lo suyo. Excepto la mujer de cincuenta y dos años, cuatro meses y tres días. Ella ha encontrado sentido a eso de mirar sólo al frente.
Él está ajeno a todo, a no ser que tenga una visión periférica del carajo. Juega con un móvil con pantalla de televisión panorámica.
Ella está como… Ella se está poniendo… Ella se siente… Ella… Vamos, sin literatura, que está cachonda perdida. Y no lo disimula. Sus ojos no miran con lujuria, son lujuria. Su postura no se ha tensado como se podría pensar, sino que está relajada, muy relajada, como si más que desear en sí, disfrutara con la pura imaginación. Su ropa ha menguado de talla. Sus poros han aumentado la ratio por milímetro cuadrado de piel. Su maquillaje natural ha colapsado al cosmético. Sus medias de seda negra (las recuerdo de seda negra y lo mismo ni llevaba) se rozan leve y constantemente. Sus labios también son muslos. Y sus párpados. Y me voy a permitir el lujo de no hablar de sus pechos.
Estación de Tribunal. La mujer 1 guarda el libro después de leer media página. La mujer 2 se recoloca con el mismo escaso pudor con el que se ha descolocado. Y yo… Yo he leído lo mismo que la mujer 1 y me recoloco como puedo, con más disimulo y más vergüenza que la mujer 2.
31 comentarios:
Amigo Mariano, aquí ando a intempestivas horas tras la grabación del ensayo definitivo radiofónico de "Discos, música y reflexiones". Fecha de emisión de la 1ª entrega en antena: 19 de octubre creemos.
Emmmmm, perdón por esto, que puede parecer spam y no te lo mereces.
Joer, la verdad es que con tanto lío que llevo encima, me está costando sacar un jodido minuto para avanzar páginas de tu novela. Me da un montón de rabia y si a eso le sumo leer algún relato como el que aquí has puesto, me tiro aún más del poco pelo que me queda por no tener más tiempo para empezar con los "Relatos Metropolitanos" grrrrr.
Por cierto, me abstendré de decirle a mi novia lo que me ha pasado por la mente con esa sensual descripción de la mujer 2 del relato. Luego podría tener problemas.
Un gusto siempre pasar por aquí y decirte que lo poco que llevo de "La Tinta Azul De La Memoria" me está gustando y tiene muy buena pinta.
Por cierto: GANÓ NUESTRO ATLETI AL FIN! Eso sí, con un juego peor que malísimo y a nuestro estilo de sufrir hasta el último segundo.
Un fuerte abrazo zurdo, diestro y atlético!
jaja, esto es grande..
¿Más vergüenza, tú? ¡jajaja!
Bueno, Zurdito mío, veo que sigues en buena forma retratista. Las he visualizado perfectamente. Y a ti también, allí, hecho un ovillo. ¡jajaja!
Un besote
Pues yo diría que hay tres retratos y medio.
Es una suerte viajar contigo en metro, después de que te hayas bajado, porque si algún día coincidimos, puede ser mi perdición... :)
Abrazos ambidestros
Pues a mi mujer 1 me ha puesto de los nervios nerviosos. Si llego a estar frente a ella le ponía las puñeteras gafas del tirón, coñoconlatía.
Y mujer 2 mirando a chicoguapo me ha recordado a ti mirando a mujer 2, jajajajaja.
Coincido con Amando, hay más de dos retratos. En cualquier caso está todo muy bien retratado, como siempre.
No te hacen falta más pinceles ni más oido.
Eres un maestro
Un abrazo
Yo me he puesto muy nerviosa con la mujer uno, y me he puesto muy nerviosa con la mujer dos, no sé si me explico...
Besicos
Jajajajajajaja, habrás llegado en estado de doble alteración a la librería, no?
Que bueno que bueno que bueno, esto es un guión para un corto.
Sau2
A ver, Mariano, eso te pasa tempranito y ¿quién se pone a currar en el zulo? Yo por eso voy pendiente a mi lectura no sea el demonio...
Ay jesús...pues a mí me han puesto de los nervios ambas dos mujeres...
Si me toca a mí la estampa, me bajo.
Claro que entonces no hubiera podido escribirla...
Bueno, recuerdo que coincidí contigo en ese vagón el día de autos. Me hube de bajar en la estación anterior. Pero la que tu describes como "Mujer 2" es ¡un travestí! Lo/a conozco porque es vecino/a mío/a.
Salu2
Si fueran sólo los tres individuos en el vagón... podríamos decir que sería un vagón vacío..
Me he quedado fría al leer en alguna de estas líneas que la mujer 2 era un travesti...
Entonces se confirma que era cirugía por lo menos de cintura para arriba, ¿no?
El primer pensamiento que me ha venido a la cabeza cuando he empezado a leer la línea 7 del párrafo que hacía referencia a la mujer 2 es que debería coger el metro más a menudo...
Por mas empeño que le ponga yo a mis retratos, mi camara nunca consigue captar los detalles que capta la tuya...
¡Retratista, que eres un retratista!
Qué bueno, Mariano. Hay que ver lo que da de sí el Metro, ¿verdad?
(100 cm, dirían algunos). Besote.
la mujer 1 a este paso se acaba el libro dentro de 3 años... la mujer 2 debió de decirle algo al chico que observaba lascivamente, que igual le iba la experiencia...
dirty saludos¡¡¡¡¡
Muy bueno! Te cuento que cuando voy en metro (no lo hago mucho) me encanta estudiar a los personajes que me rodean, se podría escribir un libro entero sobre ellos, leer? no puedo, no quiero perderme lo que sucede a mi alrededor. Casi he visto a la mujer del bolso jaja y la otra, bueno, perfectamente. Me encantó leerte, un abrazo!
Pues...creo que ese libro ya se ha escrito por el titular de este blog: se llama "relatos metropolitanos", y son magníficos.
Perdona, Mariano, pero la frase "que está cachonda perdida" es literatura pura y dura.
Estas hecho todo un voyeur.
Hola Mariano! Te he leído alguna que otra vez, pero nunca (creo) te he comentado..., pero hoy no puedo pasar de largo ^^
Grandísimo relato has sacado de algo que a ojos de muchos pasaría inadvertido.
Un saludo.
Yo quisiera hacer un viaje en metro contigo :)
Más que nada para que me vayas relatando lo que pasa alrededor, por bajar de la inopia.
Besotes, gracias por el relato
Uso a diario el metro y en ocasiones lo tengo como escenario en mis post, yo no leo, no puedo. Tengo mucho que observar y aprender.
Por cierto, un consejo tuyo ya que erez zurdo. Soy diestro pero zurdo de ratón, me lo hago mirar por el neurologo, ja, ja, ja.
Saludos.
Me imagino la situación, jeje, qué bueno. Oye, tú con el metro tendrás un filón literario ¿no?
Un saludo
Hay que ver el jugo que le sacas al metro. Te daría para un libro de historias cotidianas, la verdad.
Por mi parte, me atría la mujer dos, es que eso de la lujuria me pierde xD
¡ay,Mariano! qué bien lo describes. Es que el metro es como tu casa y sus inquilinos tus personajes.
Un beso
:$ creo que en alguna ocasión he sido mujer1 ... ahora leyendolo aquí me siento hasta mal por los acompañantes... :(
¿alguien habrá observado a hombre1 haciendo que leía un libro mientras miraba al personal? jeje
besos!
¿Tu has probado ir en bici a ver qué pasa?
Besillos
Mariano, aprovecho visita para comentarte 2 cosas. La 1ª es que lento pero seguro avanzo en el "Pack Zurdo" y ya llevo gran parte leída de "La Tinta Azul De La Memoria". Ya conozco a toda la familia y a todos los amigos. Un universo más complejo que el de "La Colmena" si cabe jejejeje.
Por otro lado, animarte para la recta final de los Premios 20Blogs, esperando que quedes finalista y darte una ligera alegría comprobando que ya me tienes (por fin!) como seguidor oficial.
Ah! y 3... Tendrás asegurado tu momento de gloria en la ceremonia, ya que nos concederán hueco oficial a los Premios Mejor Avatar y Mejor Nick. Tendrás que subir al estrado a recoger tu cutre-diploma! jejejeje
Un fuerte abrazo atlético!
...a mí el metro cómo k no me va...en bici tb se ve cada cosa...Saludets...
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